Wendy Sulca decía que de día, de noche, cantinero cerveza… Nosotros decimos que Sónar de Día, Sónar de Noche, cantinero crónica del viernes de Sónar 2015.
Yo a mi puta bola… En serio. Ayer abría nuestra primera crónica del Sónar 2015 (que se está celebrando del 18 al 20 de junio en Barcelona) lanzando pelotas fuera de mi tejado y justificando la falta de rigor periodístico (es decir: no hablar de nada de lo que se suponía que tenía que hablar, el recinto, la asistencia, las infraestructuras… yo qué se) con el hecho de que el Sónar realmente trata de otra cosa que no es rigor periodístico (es decir: pasárselo fetén sin mirar con quién). Y hoy sólo puedo sincerarme con ustedes y decirles lo siguiente: apiádense de nosotros.
Tengan en cuenta que llevamos dos días de festival y que lo único que queremos es dejar esta segunda crónica publicada para salir corriendo hacia el recinto de Sónar de Día y dar el chupinazo que dé comienzo a nuestra última jornada de Sónar, esa en la que por fin podemos desparramar (más todavía) sin tener el piloto automático en la cabeza que te dice «mañana tienes que estar bien para escribir la crónica y para otro día de festival«. No. Mañana sólo tendremos que escribir la crónica, así que hoy echaremos los restos y que sea lo que Dios quiera…
¿Qué quiero decir con todo esto? Que perdonen ustedes, pero hoy tampoco hay rigor periodístico en esta intro… Eso sí, el rigor periodístico lo vais a encontrar en todas y cada una de las reseñas de actuaciones que vienen a continuación. Mañana prometo currarme una introducción / evaluación como mandan los cánones periodísticos. Hoy, me voy al recinto. Ya saben ustedes: Sónar mood. Hasta nunqui. Un besi. [Raül De Tena]
SÓNAR DE DÍA
BRIGITTE LAVERNE. Me comentaba durante la actuación de Brigitte Laverne un buen amigo que no se calla ni una que, de no existir Italians Do It Better, la joven cantante quizás estaría presentando su cancionero en el festival Folk Segovia. Tampoco es eso, pero es verdad que la propuesta de la joven artista barcelonesa bebe de las mismas fuentes inspirativas que el sello de Johnny Jewel, como quedó patente a lo largo del breve y familiar set de Laverne. La naturaleza nocturna y evocadora que sustenta las canciones de Brigitte Laverne quizás requiere de un contexto diferente al de tocar a pleno mediodía en el escenario cubierto del SonarDôme. Sea como fuere, es cierto que el calado de la actuación de Laverne, aquí en formato trío, quizás no fue el esperado ante unas canciones de pop electrónico y sedoso tan bonitas como “Beto”, “Joy” o “Phoebe’s Room”. Pero que alguien le de escenario frente al Mediterráneo a las 11 de la noche y entonces hablamos. [David Martínez de la Haza]
OWEN PALLETT. No es difícil vaticinar que un alto porcentaje de las reseñas del concierto del ex-Final Fantasy en este Sónar 2015 se van a abrir con el mismo cliché: Owen Pallett se nos ha hecho mayor. Lo jodido es que la mayor parte de periodistas dirán esto llevados por el hecho de que el otrora jovenzuelo se ha dejado una barbaza (bastante sexy, todo sea dicho) que le pone algunos años encima. Pero una cosa les digo: Owen Pallett se nos ha hecho mayor, sí, pero en muchos otros sentidos más allá del que parece indicar su barba. Los que lo disfrutamos como Final Fantasy en escenarios minúsculos no podemos dejar de sorprendernos de la solvencia con la que Pallett afrontaba el escenario más grande de Sónar de Día (el SonarVillage), en un horario de prime time (las 5 de la tarde), con un calor de mil demonios y con todo el público buscando la sombra más cercana. Y no hablo de «solvencia» del tipo «rellenar la papeleta» o «capear el temporal», no. Más bien hablo de salir laureado y en palmitas de un concierto que tuvo momentos de alto voltaje emocional (si tengo que mencionar un favorito personal, me quedo con «The Great Elsewhere«) partiendo de lo mínimo: si el arte es hacer lo máximo con lo mínimo, habla por sí mismo el hecho de que sólo dos músicos acompañaran a Pallett sobre el escenario pero que, aun así, consiguiera unas cotas tan altas de calidad y emoción. Lo dicho: Owen Pallett ha dejado de ser el violinista de fascinante juventud al que seguimos como si estuviéramos en Hamelin para ser más bien ese mago experimentado que sabe más por viejo que por diablo. Asusta pensar qué pasará cuando empiece a peinar canas en su barba. [RDT]
KATE TEMPEST. Kate de la Tormenta llegó al SonarHall con muchas ganas de demostrar por qué es una de las nuevas voces más ruidosas y consistentes del hip hop femenino británico. Llegamos tarde al concierto (lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo), pero treinta segundos en el escenario de las cortinas rojas sirvieron para impregnarse de arriba a abajo de la energía y el carisma de la londinense. Con una puesta en escena bastante más ruidosa de lo esperado que en algunos momentos rozaba el noise e incluso el industrial más seco, la Tempest no se permitía ni respirar entre canción y canción. Cómo sería la energía que allí se acumulaba que hasta el sonido reventó. Literalmente. La casa de la Red Bull Music Academy obligaba a parón forzoso entre los gestos de “lo siento” de la rapera y los silbidos del público. Lejos de romper la dinámica, la joven se vino arriba en cuanto volvió el sonido, y con ella la cohorte de músicos que la acompañaban sobre el escenario (incluidas potentorras voces negras que añadían texturas inéditas a las poesías cantadas de “Everything Speaks On Its Own Way”), todo hasta explotar en un clímax de esos de padentro con una emotiva balada con la que cerró una actuación que a más de uno nos dejó con el culo torcidísimo y las orejas haciendo “piiiii”. [Estela Cebrián]
TEENGIRL FANTASY. ¡Ah, la merienda! ¡La comida más importante del día! Al menos en los tres días de Sónar, qué duda cabe. Por cierto, os dejo mi recomendación gastronómica para esa hora del día, si me permitís el off-topic: classic ceviche y un vodka con naranja, combinación ganadora. Retomo el hilo: la merienda. Y precisamente a la hora de la merienda, el dúo Teengirl Fantasy puso el SonarDôme patas arriba con su synthpop acelerado, su visión lúdica del jungle y ciertas trazas de EDM. Acompañados de unos llamativos visuales que asemejaban una aventura gráfica donde se mezclaban gráficos poligonales, elementos 3D e imagen real, en un empaque vistoso y deliciosamente anacrónico, Teengirl Fantasy bordaron una vigorizante actuación, como podíamos esperar los devotos admiradores de discos ya lejanos como “Tracer” o “7AM” o del más reciente EP “Thermal”. Mención especial a ese tramo final donde tuvo cabida la seminal “Portofino”, que contó con las voces distorsionadas de Logan Takahashi, la mitad del dúo. Merienditas así, muy bien. [DMDLH]
KIASMOS. Intensidad, finura y emoción fue el vórtice del ciclón invocado por Kiasmos en el SonarHall. Un espectáculo de tecno orgánico (no porque hubiera instrumentos acústicos, sino por la textura de su sonido) en el que el combo piano/sintes abrazaba cálidamente unos beats graves y contundentes. Como telón de fondo, unas frías imágenes de olas o nubes en slow motion enfatizaban el juego de contrastes entre la calidez de unas notas clásicas y el nervio de unos graves rotundos. El desarrollo de los temas iba in crescendo hasta alcanzar el clímax o soltarte en esponjosas nubes de sintes. Destacó un Ólafurd Arnalds que de vez en cuando salía de detrás de la mesa y se dirigía a la audiencia en un acto de cercanía que encontraba su respuesta directa en un público en estado de gustera que vibró a lo largo de todo el set. [Jose M. Collado]
ARTHUR BAKER. Cosas inexplicables de la vida: ¿por qué todo el mundo pierde el culo en el Sónar por ver a gente como, no sé, Laurent Garnier, pero llega un Arthur Baker y corre el riesgo de casi pasar desapercibido? Señores, señoras, este tipo lleva desde los 70 en la música como dj y como productor. Ha trabajado con gente de la calaña de New Order o Pet Shop Boys, y si en alguna ocasión has bailado el inconmensurable «Planet Rock» de Afrika Bambaataa, deberías saber que se lo debes a él enteramente. Así las cosas, y pese a alguna que otra dificultad técnica que obligó a un pequeño parón en el SonarVillage, la de Baker no tardó en alzarse como una de las sesiones más arrolladoras del Sónar de Día de esta edición 2015: a base de electro, house guarrete en su acepción más hard y menos gay, este hombre que parecía salido de la nueva versión de «Mad Max» la liaba parda con un chorrazo de musicón sin parar ante el que era imposible mantenerse quieto. Si estabas de camino de un escenario hacia otro, seguro que te quedaste aquí enganchado como una mosca en la tela de una araña vieja, con greñas pero con una finesse extrema a la hora de empalmar temarral tras temarral en un crescendo de esos que te llevan hasta el infinito y más allá sin necesidad de química alguna. Pero oye, con química ya ni te cuento. ¿No? [RDT]
DORIAN CONCEPT. El viernes nos encontramos con una imagen extraña, algo sorprendente, que no habíamos visto en la vida. Un SonarVillage desangelado, casi vacío, para recibir a Dorian Concept. No sé donde estaba todo el mundo pero desde luego, por lo que pudimos observar, la propuesta del austríaco Oliver Johnson no era de lo más esperado en el Sónar de Día. Quizás es que la hora no acompañaba a una actuación marcada por el sosiego y el downtempo, que mejor habría encajado a primera hora de la tarde. A partir de las 7 de la tarde, la mayoría del público quiere mambo y locura, y lo sofisticado no entra en sus planes. Y decimos «sofisticado» porque Dorian Concept mezcla jazz y electrónica, aunque en su propuesta ecléctica también caben los sonidos que recuerdan a la mítica consola Super Nintendo. Todo ello gracias a la ayuda de sus amigos Clemens Bacher (Cid Rim) a la batería y Paul Mohavedi (The Clonious) al bajo, que le acompañaron en el directo. Una actuación en general algo floja quizás por el horario o por el lugar, que seguramente habría encajado mejor en otro escenario y en otra hora, pero que aún así tuvo sus buenos momentos porque la materia prima de Dorian Concept es buena, aunque las circunstancias no le acompañen. Al final del live, Johnson decidió prescindir de sus dos amigos y hacer un solo con su micro Korg, mezclando sonidos de saxofón con música de videojuegos. Tan emocionado estaba al final que tuvieron que cortar su actuación porque ya no le quedaba más tiempo. Lástima que despertase tarde. [Miriam Arcera]
SQUAREPUSHER. Una búsqueda rápida en Twitter de las palabras “Squarepusher” y “Sónar” da como resultado una expresión que se repite en varios tuits: “sacada de chorra”. Fue exactamente así. Sin más luz que la otorgada por sus proyecciones, con escenario y platea a oscuras, Tom Jenkinson se presentaba vestido de apicultor (¿o esgrimista? ¿o marciano? ¿o todo eso junto?) ocultando su rostro en una imagen que potenciaba la incomodidad global de la propuesta sonora de Squarepusher. Creo sinceramente que un concierto tiene que ser necesariamente bueno cuando te hace sentir partes de tu anatomía de las que normalmente no tienes una percepción meramente física. Lo de Squarepusher ayer nos recordó a todos que tenemos una membranita ahí oculta en la cabeza que se llama tímpano y que, cuando la agreden, vibra. Ayer vibró fuertecito, y nosotros tan contentos. El califa del drum’n’bass convulso y polimórfico se despachó a gusto en el SonarHall soltando numerosas piezas de su asombroso último disco, “Damogen Furies”, como las abrasivas “Rayc Fire 2” o “Baltang Ort”. Mientras, Jenkinson introducía fugaces arengas al público en un gesto casi rockista, construyendo de forma progresiva un set controlado y a la vez incontrolable, que algún incauto pretendió bailar sin demasiado éxito en un ejercicio de candor máximo. Al final, con el rostro descubierto y (lo que parecía un) bajo de seis cuerdas, un par de bises sirvieron para dejarnos a todos con la certeza de que habíamos asistido a un acto, llámenlo concierto, histórico. [DMDLH]
VOICES FROM THE LAKE. Sentados en las butacas del SonarComplex, mientras nuestras piernas y espaldas se relajaban al final de la jornada del Sónar de Día, nos dejamos guiar por las ondas en espiral que trazaron Voices From The Lake. Presentado como un continuum en el que prácticamente no hubo cortes, el set se compuso de una progresión de capas de sintes y reverbs que giraban en torno a estructuras rítmicas en repetición sobre una cama de graves. Los temas, por llamarlos de alguna manera, se diluían unos en otros, se iban transformando tan sutilmente que el cambio era casi imperceptible. A pesar de que de vez en cuando hubiera inyecciones de tecno a las que el público de las primera filas no se pudo contener y respondió levantándose de sus butacas, la cosa en su conjunto no iba de éxtasis a los que ascender ni burbujas que reventar, sino que más bien te adentraba en una sumisión hipnótica. Un verdadero placer para esponjarse, sumergirse y bucear en sus deliciosas aguas. [JMC]
FLOATING POINTS. He de reconocer que, ahora, cada vez que estoy en una sesión de Floating Points, recuerdo una cosa que él mismo me explicó hace un tiempo. Sam Shepherd me decía que, justo antes de salir de casa, «preparaba» la sesión haciendo un repaso rapidísimo a su colección de discos y seleccionando un puñado a base de «sí, sí, no, sí, no, no, sí, no, no, no, sí». A dedo. Sin pensarlo. Que sólo se divierte sobre el escenario cuando se encuentra con una selección random de vinilos y tiene que decirse a sí mismo: «venga, ahora toca hacer una sesión con este material». Y esto, quién lo duda, al final sólo puede ser bueno: las sesiones de Floating Points siempre son variadas, diferentes, únicas y originales. No hay dos igual y están todas cortadas por un único patrón común: el eclecticismo de su sonido. Shepherd es capaz de hilvanar un discurso musical que vaya desde el garage house hasta la tropicalia pasando por el techno menos durillo y por la batucada. Dicho así, suena a despropósito. Escuchado y vivido y bailado en sesiones como la suya en el SonarDôme, más bien sabe a gloria. Este hombre no hace más que crecer como dj… Y, ojo, que dice que inminentemente lanza su primer disco. Se avecinan curvas. [RDT]
[/nextpage][nextpage title=»Sónar de Noche» ]SÓNAR DE NOCHE
A$AP ROCKY. Si la evolución de Rakim Mayers, mejor conocido como A$AP Rocky, a nivel de estudio es algo manifiesto, en tanto que el reciente y, en mi opinión, majestuoso “AT.LONG.LAST.A$AP” es netamente superior a todo lo que había publicado Rocky hasta ahora, lo mismo se puede decir de su propuesta en directo. El recital que daba apenas hace unas horas en el escenario más grande del Sónar de Noche hace palidecer de forma notoria el recuerdo no especialmente dulce que teníamos de su ya lejana actuación en el Primavera Sound de hace tres años. Lo que entonces transmitió A$AP Rocky fue una mezclar de cierta indolencia y provocación, que contrasta en gran medida con el show ofrecido ayer. Una puesta en escena hiperproteica por parte de Rocky y su crew, realzada con un complejo de múltiples pantallas para aumentar el impacto visual de un set que se iniciaba con “JD”. Pronto sonó la favorita personal “M’$”, aquí cicladísima, con proyecciones de billetes ardiendo, antes de dar entrada a Joe Fox, el músico callejero británico que ha colaborado en “AT.LONG.LAST.A$AP”, para reforzar con su guitarra los temas que A$AP Rocky fue desgranando de su último disco. Poco a poco, sin embargo, y como suele ocurrir en este tipo de actuaciones y contexto, fue decayendo el fervor masivo con el que el público que apenas llenaba parcialmente el SonarClub recibió al rapero neoyorquino. Será por cosas de la cierta barrera cultural que aún parece persistir entre el grueso de la audiencia española y el hip hop norteamericano en directo o será porque el mood global estaba más por la labor de dejarse llevar por el pop electrónico de Róisín Murphy, pero así fue como ocurrió. En esencia, y por resumir, si A$AP Rocky progresa adecuadamente, nosotros regular. [DMDLH]
RÓISÍN MURPHY. Que Róisin hace lo que le sale del potorro es algo que ya sabemos todos y con lo que tenemos que vivir. Tras decirnos que no volvería a hacer discos para dedicarse a ser mami, anuncia años después que regresa con nuevo trabajo, y cuando todos esperamos un festival de house divoso por todo lo alto, ella se desmarca con “Hairless Toys”, un álbum rarísimo de influencias ochenteras, espíritu funk y canciones de más de seis minutos bastante inclasificable con el que la irlandesa quiere homenajear la escena queer neoyorquina en los 80… Entre otras cosas. Los que esperaban un festival del hitazo se encontraron con una dura realidad: Róisin vino al Sónar a hablar de su libro, perdón, de su nuevo disco, y no hubo casi ninguna concesión a su temario anterior salvo la increíble transformación de “Simulation” en funk progresivo y el broche final con una irreconocible pero sublime “Pure Pleaseure Seeker”. El resto, todo canciones nuevas en un show que fue puro espectáculo y en el que la reina, sin lugar a dudas, fueron ella y su vestuario. Róisin Murphy, Queen of the Mamarrachas, defendió su disco menos querido por sus fans como si fuera un teatrillo de varietés respaldada por una banda funky que en ocasiones tiraba a lo cheesy más de lo necesario, y se cambió de ropa más veces que Loreto Valverde en Noche de Fiesta. Empezó con un look de señora que va a recoger el autobús, luego cantó vestida de rejoneador glam, y pasó por toda una sucesión de capas, vestidos y volantes que recordaban a lo que le hiciron Viktor & Rolf para “Overpowered”. Róisin defendió temazos como “House of Glass”, “Evil Eyes” o “Gone Fishing” a base de carisma, puesta en escena y vozarrón. Ya lo decían por ahí: “no esperéis un concierto a lo Kylie”. Y no lo fue. Aunque nos pese, aquello fue 100% Róisin. Es así. [EC]
PARANOID LONDON. Acid tecno (más tecno que acid) demasiado plano y, además, en su vertiente agresiva y machacona, sirvió para que un público no demasiado extenso (más bien un grupito de personas) desgastara zapatilla sin que aparentemente se diera cuenta de una calidad de sonido horrible en que los graves chascaban lo más grande. Mientras tanto, unos metros más allá, los coches de choque del SonarCar se estampaban unos con otros emulando el estado de las neuronas que por allí iban quedando vivas. Así, no. [JMC]
HUDSON MOHAWKE. A juzgar por la apenas moderada cantidad de gente que se reunía en el estrecho escenario SonarLab, había menos ganas de las que yo esperaba de ver a Hudson Mohawke. Uno llegó a pensar que la propuesta del músico escocés, que recientemente ha publicado “Lantern”, su flamante nuevo disco con Warp Records, podría reunir a la desbordante masa humana que exactamente hace un año saturaba ese mismo escenario durante el concierto de Moderat. No fue así, y tanto mejor: la comodidad en este tipo de eventos no tiene precio. Nada cómodo o, mejor dicho, nada acomodado, resultó el set en directo de Hudson Mohawke. Durito, contundente y nutritivo, como deben ser estas actuaciones que sirven para empezar a calentar una noche que sería muy larga para casi todos. Por ahí sonaron desde los ritmos rotísimos de esa “Ryderz”, incluida en el mencionado “Lantern”, hasta el trap fulgurante y excesivo de “Chimes”, el mayor éxito de Mohawke hasta la fecha. Si me permiten el oxímoron, anoche se estuvieron impartiendo lecciones de historia actual. ¿Resultado? Sobresaliente. [DMDLH]
SOPHIE. “Supongo que aún no estáis preparados para esto, pero a vuestros hijos les encantará”. Esta mítica frase de Marty McFly (Michael J. Fox) tras tocar su solo de guitarra al final de “Johnny B. Goode” en “Regreso Al Futuro” venía una y otra vez a mi cabeza durante el último tercio de la actuación de Sophie en un escenario SonarLab que se había quedado prácticamente vacío. El nombre más prominente de la escena relacionada con PC Music llegaba envuelto en ese cierto halo de misterio que aún hoy envuelve su figura (no son pocas las personas que todavía se sorprenden cuando descubren que SOPHIE es un hombre) y la expectación no era poca entre los contados fans. Samuel Long ponía en práctica un incómodo conjunto de vaporwave, trap abstractoide y chill wave acelerado que incluyó las voces distorsionadas por la vía del pitch en los pequeños hits “Bipp” o “Lemonade” en un último tramo algo más amable. Veredicto personal: muy bien. Pero ni con esas. La gente huyó despavorida de Sophie, poniendo pies en polvorosa en pos del piyulismo híbrido que Die Antwoord ponían en práctica en el escenario colindante. Ellos se lo perdieron, quedándose sin ver el playback maravilloso de la gran (en todos los sentidos) QT, que apareció en el escenario para interpretar ese exitazo implacable e irónico que es “Hey QT” ante una escasa audiencia. Distopía a tope, con 1999 ganándole la partida a 2019. Una pena. [DMDLH]
TIGA. Vamos a ver. Después de haber presenciado el futuro con Sophie en el SonarLab, lo de Tiga fue una broma. Pero lamentamos tener que decir que fue más bien una broma de mal gusto. O no tanto, pero sí una broma sin gracia. Nuestros cocos aún estaban asimilando los glitches, los drops, los ritmos y el hecho de saber que Sophie no es una mujer, sino un tío con pelazo, y de repente resulta que habíamos cogido todos el Delorean y nos habíamos puesto en el 2002 sin darnos cuenta. Que sí, que “Bugatti” te pilla de fies y es un temazo divertido, que “Let’s Go Dancing” es una coña electroclash descontextualizada muy diver, pero cuando llevabas allí diez minutos no sabías si en cualquier momento iban a salir Kraftwerk a bailar la «Macarena» O KÉ. Aguantamos y lo hicimos con ganas, pero toda esa energía que se había acumulado en el Lab en la actuación previa de Sophie se fue disipando a consecuencia de los parones, las bajadas y la permanente sensación de no estar dando crédito. En el marco de un festival de música avanzada, lo de Tiga fue un poco «Jurassic World«. Y eso, en esta casa, es un “sashay away” como la copa de un pino. [EC]
JAMIE XX. Expectactivas y resultados. La lucha entre estos dos conceptos alimenta la dinámica de toda actuación en directo. La cuestión es que Jamie xx llegaba al Sónar 2015 con un discarral bajo el brazo, «In Colour«, que nos hizo pensar a muchos que transformaría sus sets habituales en una celebración similar a la de este álbum: «In Colour» es un stream pluscuamperfecto en el que las canciones se enlazan una detrás de otra simulando el tránsito habitual en una noche de fiesta pasando por todos y cada uno de los estadios posibles (desde el rollo dancehall hasta el house más sibarita, pasando por los ecos de The xx resonando en la cavidad oscura del cielo noctívago). Lo que nos encontramos en el SonarPub, sin embargo, fue más bien una sesión habitual de Jamie xx patchworkeada a base de sus propios temas. Y, ojo, porque con «propios temas» no sólo me refiero a los de «In Colour» (del que, por cierto, se echaron en falta algunas ausencias imperdonables), sino muchos que ya ha producido o remezclado para otros artistas y que no cabe duda alguna que ya son iconos del nuevo siglo. ¿Qué quiero decir con esto? Que la expectativa era algo similar a «In Colour«, pero el resultado fue el mismo Jamie xx de siempre. ¿Es eso malo? ¡Pero qué mierdas dices! ¿Todavía no te has enterado de que Jamie es más que probablemente uno de los djs más magistrales del siglo 21? [RDT]
THE 2 BEARS. Hay algo que no acaba de cuajar en The 2 Bears… Y no me refiero sólo a que su debut, «Be Strong«, sea directamente un disco infumable que, sin embargo, han sabido superar con su último y muy pero que muy estimable «The Night is Young» (de hecho, si este álbum no se convierte en un estandarte del 2015 más bailongo, es que algo no va bien en este mundo). Me refiero a que todavía no parecen tener pillado el pulso de su propuesta: lo que en el estudio son pildorazos de disco y pop clubber, sobre el escenario lo transforman en larguísimas progresiones que parecen querer convertir los directos de la banda en algo así como un homenaje al garage disco pero en versión house raver post-90s. Sobre el papel, mola. En directo, algo menos. Si Joe Goddard y Raff Daddy apostaran por la concreción pop en vez de por la digresión disco, la mayor parte de sus canciones ganarían en un show que pecó de largo a una hora (las cuatro de la madrugada) en la que la gente ya no está para pensar demasiado. Eso sí, nada quita que, pese a lo comentado, The 2 Bears puedan fardar de tener en su haber dos de las canciones que mejor y más bailé en este Sónar 2015: «Not This Time» y la inconmensurable «My Queen«. Definitivamente, son una banda de altibajos. Pero, oye, los altos son jodidamente altos. [RDT] [/nextpage]