¿Eres de esa generación a la que «(500) Días Juntos» le jodió la vida (un poquito)? Necesitas leer lo que Reyes Calvillo tiene que decir al respecto.
Vamos a empezar buscando culpables, como a mí me gusta. Culpo a Joseph Gordon-Levitt de mis altas expectativas en cuanto a mis relaciones y los tipos nerd. Le culpo. Incluso cualquier tribunal español de justicia (que tardaría más de 500 días en dictar sentencia) condenaría a Joseph a pasar otros 500 días con Summer.
Podría decir de “(500) Días Juntos” (Marc Webb, 2009), que es la cinta que más daño ha hecho en las parejas jóvenes “alternativas”. Sí, esas que hasta el momento vivían disfrutando del cine europeo. Esas parejas que nacieron cuando odiar a «Amelie» no era mainstream y ver cine español todavía no estaba de moda. Hablo de la generación de los veintitantos / treintaypocos que pasaron su infancia escuchando las ya envejecidas canciones de The Smiths, Ian Curtis o los Beatles y asistiendo a los estrenos de las tres partes de “Regreso al Futuro”. Esa generación de la que yo me siento parte.
Querido Joseph Gordon-Levitt, nos has destrozado la vida. No podemos culpar a nadie de enamorarse de Zooey Deschanel. Es imposible. También es cierto que esa chica rarita de la oficina a la que interpreta roza los límites de la cordura, pero qué vamos a hacerle. Hasta un robot desprovisto de sentimientos (como dice Tom) se enamoraría de ella. El problema empieza cuando tú, la chica rara de la oficina, la del grupo de literatura, la de la clase de inglés, la del cursillo de cocina for dummies, cruza la mirada con el tipo que parece haber sacado su vestimenta del armario de su abuelo.
En ese momento el mundo se para, deseas quitarle los casos, descubrir que escucha a los Smiths y cantar junto a él «This Charming Man”, enterita, mientras recorréis juntos Ikea y diseñáis la casa de vuestros sueños con vuestros sueldos mileuristas. Aquí, lectores, empieza el problema.
Esta cinta me ha inculcado unos determinados valores. Posiblemente él sea un chico encantador y creativo que no ha podido desarrollar su potencial porque su jefe le agobia y oprime, aunque en el fondo lleva un artista dentro: un arquitecto frustrado, un publicista, un diseñador, un músico, un poeta (y, ojo, porque aquí entran los del complejo de Chinaski). Cualquier profesión “moderna” vale. Ni que decir tiene que él no será nunca jurista, médico o mecánico: tiene que tener una profesión de esas que, al igual de la tuya, suene muy bien y se remunere muy mal.
Llevados por la idea de este film, se pensará que él es un hombre sensible y delicado, enamoradizo, poco a poco imaginas lo estupendo que será ir al cine a ver un estreno de Haneke o tomar vino mientras suena Lou Reed. Piensas pasar con él 500 días y 500 noches y firmar un contrato de permanencia de estilo Telefónica-Movistar. Piensas que es el hombre de tu vida porque, efectivamente, tras el papel de Gordon-Levitt y su adorable mirada a cámara, Marc Webb te convenció de que así era, PERO…
Felicidades, sorpresa, te ha tocado ser la Nancy de la relación. Él es Sid. Resulta que él también tenía planeado 500 días contigo; lo que no te es dijo es que eran a compartir entre otras chicas. Que además de Summer, tenía una Winter y una Spring con las que compaginar su tiempo. Tampoco mencionó que eran 500 días a repartir entre tres o cuatro años y que excluían el periodo en el que él estuviese con novia porque, claro, también te invitó a bailar en aquella boda en la que coincidisteis y se le “olvidó” mencionar que tenía una prometida. Tampoco te dijo que en el día 346 empezó a cansarse de ti y que alrededor del 360 había conocido a otra persona.
Resulta que llega el día 500, que estás en un banco de tu plaza favorita (en España sería el equivalente a tu bar de siempre, viernes noche, caña en mano) y se te acerca sonriente. Podrías odiarle pero la maldita película no te ha enseñado eso, así que te tragas como una mongola todo lo que tiene que contarte sobre su estupenda pareja y cómo te aprovechó (o se aprovechó) hasta el último momento, cual si tú fueses su GameBoy del 98 con la batería baja.
Entonces te das cuenta: bienvenida al mundo real. No odias a Joseph Gordon-Levitt, ERES Joseph Gordon-Levitt. Te da pena: pobre Tom, así de mal debió sentirse. Así que te giras, sigues a lo tuyo y justo cuando vas a recomponer tu vida y tu trabajo, aparece sentado a tu lado otro chaleco de pico con camisa de cuadros. Cuando te convences de que “no existe tal cosa llamada destino; nada está destinado a ser”, te presentan a Autumn.
Y piensas que quizás pasar de estación también es pasar de página.