Mascarpone Discos, sello con base en Valencia dirigido por Jose Guerrero (veterano de la escena independiente de la capital del Turia también miembro de Betunizer, Jupiter Lion y Cuello), continúa desarrollando su meritoria y arriesgada labor de lanzar discos de bandas tanto nacionales (Cuchillo de Fuego, Za!) como internacionales (Joseph Airport) que tendrían complicado ser distribuidos o, directamente, ver la luz en nuestro territorio. Además, para añadir más encanto al asunto, tales ediciones se realizan en formatos que se resisten a sucumbir ante la vorágine de las nuevas tecnologías como el vinilo o el cassette. A partir de esa incorruptible filosofía, Mascarpone ha ido erigiendo un interesante catálogo que toma el rock como género fundamental para extenderse por su diversas ramas: indie-rock, lo-fi, noise, hardcore, punk… Pero, ojo, entre las múltiples formas que la electricidad puede adoptar mediante las cuerdas de una guitarra, también hay hueco para el pop. Eso sí, convenientemente galvanizado según los cánones tradicionales, como los que siguen Flipping Colors en su debut en largo, “Selfish Shellfish Selfie” (2015), publicado a pachas entre Mascarpone, Carmen Records y Discos de Perfil.
Aunque, en realidad, hablar de debut en el caso de Flipping Colors -más allá de que ya publicaran un año antes su primera referencia, el EP “Dead” (Boston Pizza Records, 2014)- resulta algo contraproducente, ya que sus miembros están más que curtidos en la escena underground valenciana al intervenir en el pasado y en el presente en otros proyectos más y menos conocidos y de diferentes estilos: Nick Trampolino en Zener, Ape, Perry & Bonette, Jackson Milicia, Cuello y Tucán; Pablo Ortuño en Jackson Milicia, Amatria y Mr. Perfumme; Popo López en Sangre de Mono y Fresno; y Miguel Scarabaggio en Sangre de Mono y The Mad. Es decir, que Flipping Colors se podría definir como un súper-grupo que se muestra como la máxima expresión del modus operandi del underground valenciano, en el que se produce una permanente colaboración y retroalimentación entre sus militantes. Y, yendo un paso más allá, el cuarteto no sólo confirma que la unión hace la fuerza, sino que también destroza el tópico y lo lleva hasta sus últimas consecuencias.
La energía desbordante que desprende tal fusión sónica se refleja en “Selfish Shellfish Selfie” a través de un pop nutritivo y efervescente al que se le aplica todo el peso y el ímpetu del prefijo POWER (así, en mayúsculas) sin restar protagonismo a las melodías para que las canciones deslumbren por su luminosidad. Para lograrlo, Flipping Colors se balancean entre la llama rock que nunca se apagará de The Replacements en “Katana” y “Yourself” y los toques surferos de raíz californiana de “Queen” y “Sunny Sun”, entre la armonía de voltaje variable (con coros cortesía de Lola Bonet) de “Pink And Gay” y el nervio indie-rock noventero de “Whore” y entre el auto-homenaje que es “Wheelchair” (versión del tema original de The Obleans, dúo que forman Nick y Lola) y el extenso desparrame eléctrico-festivo con sorpresa oculta de la final “We Fall Down”.
No hay duda: con “Selfish Shellfish Selfie”, Flipping Colors añaden un motivo más para afirmar por enésima vez que el gran estado de salud de la escena alternativa valenciana desde hace unos años hasta hoy no es fruto de la casualidad. Si escuchan un estruendoso ruido proveniente de la costa levantina no será porque se esté produciendo una gigantesca mascletá ni porque Rita Barberá siga bramando por haber perdido su poltrona, sino debido a los nuevos movimientos de las infatigables bandas que allí luchan por sobrevivir apostadas en su particular trinchera.