La música de Unknown Mortal Orchestra se puede introducir perfectamente en la categoría de experiencia sensorial integral, especialmente sobre las tablas, donde el grupo liderado por Ruban Nielson abre el tarro de las esencias psicodélicas en todo su esplendor estirando sus canciones como un chicle, exprimiéndolas para extraer todo su delicioso jugo, retorciéndolas hasta parecer composiciones distintas o haciéndolas estallar entre riffs guitarreros imposibles y golpes de batería desarmantes. Pero, en su versión de estudio, la banda de origen neozelandés y afincada en Estados Unidos también sabe cómo manejar los recursos que tiene a su disposición para marcar la diferencia dentro la nueva ola psicotrópica integrada por vecinos geográficos como Tame Impala, Pond o Connan Mockasin: primero, debido a su estilo personal, intransferible y recubierto de una capa de baja fidelidad de grosor variable que se identifica al instante; segundo, gracias a la habilidad a las seis cuerdas y a la magnética (aquí el adjetivo adquiere todo su sentido) voz de Nielson, en sí misma un caleidoscopio deslumbrante; y, tercero, por su permanente empeño por reformular la consabida influencia del clásico pop psicodélico de los 60 arrimándolo al soul y al funk de la época.
Efectivamente, sus dos primeros LPs, el homónimo “Unknown Mortal Orchestra” (Fat Possum, 2011) y “II” (Jagjaguwar, 2013), dejaban al descubierto sus raíces sonoras pero, al mismo tiempo, mostraban que el trío (completado por el bajista Jake Portrait y el batería Riley Geare) se movía en coordenadas muy diferentes a las de sus coetáneos, como si elaborasen su música desde una dimensión muy, muy lejana para luego retransmitirla a través de una gramófono de principios del siglo XX en pleno siglo XXI. Delirante. Aunque Unknown Mortal Orchestra conseguían que todo aquel que los escuchase creyese que esas y otras metáforas inclasificables fuesen posibles dentro de su particular universo, donde el pop alcanzaba múltiples formas derretido por el sol, desfigurado por un ácido de dulce sabor y embadurnado de pintura de colores difíciles de hallar en el planeta Tierra.
Sin embargo, a juzgar por el aspecto global del tercer largo de Unknown Mortal Orchestra, “Multi-Love” (Jagjaguwar, 2015), da la sensación de que Ruban Nielson deseaba llevar a un nivel superior su propuesta, sobre todo en lo que se refiere a la disposición de su sonido: el anterior lo-fi mutante se transforma en una alta fidelidad bien encauzada que permite que el característico estilo del trío no se pierda en el proceso; y se añaden, convenientemente administrados, elementos electrónicos y teclados (con la titular “Multi-Love” como súmmum de este cambio) que enriquecen sus ya de por sí exuberantes canciones. A partir de esa base, el neozelandés aprieta el botón de forward para pasar de los 60 a los 70 y coquetear con un género como el rock AOR de aquella década en “Like Acid Rain”; y después, a los 80, para incluir una sorprendente trompeta en la galáctica odisea prog-pop “Extreme Wealth And Casual Cruelty”.
Estas novedades, con todo, se quedan en pequeños detalles cuando Unknown Mortal Orchestra amplían sus propios esquemas y establecen posibles direcciones a seguir más adelante dentro de su lisérgica aventura abrillantando su visión del soul retrofuturista en “The World Is Crowded”, flotando entre el polvo cósmico que arrastra la outro de “Stage Or Screen” o sumergiéndose de lleno en el space-disco-funk que en “Necessary Evil” se muestra sugerente y en “Can’t Keep Checking My Phone” explota bajo una bola de espejos impulsado por una melodía irresistible y un bajo gomoso que sustentan la que se podría considerar la “Funkytown” del siglo… ¿XXII? Sin duda, el corte más refulgente del lote.
Quien no quiera quedarse únicamente con los puntos formales de “Multi-Love”, tiene la opción de atender a las palabras que Ruban Nielson expresa para analizar la complejidad de las relaciones humanas y, en concreto, emocionales que acaban desembocando en esa noción tan propia de nuestro tiempo que se ha dado en llamar poli-amor. Pero para qué les vamos a engañar: el gran meollo de este disco se halla en su sonido, que presenta la positiva evolución de una banda cuya música mantiene intacta su capacidad de estimular la psique del receptor. No se olviden del concepto: experiencia sensorial integral.