«Hola, soy tu menstruación»… Este podría ser el resumen de la muy sorprendente «It Follows» si no fuera porque también viene repleta de sexo y traumas.
La multi-referencialidad es tan clara, tan evidente en «It Follows«, que glosarla como una de sus virtudes puede ser necesario aunque algo que ronda lo obvio. El catálogo está ahí, David Robert Mitchell despliega su admiración por las atmósferas setenteramente desoladas del «Halloween» de Carpenter, la estética ochentera trufada de anacronismos que nos ponen de golpe en el campo de lo fantástico. El western fordiano en la ejecución de un enfrentamiento tan seco como efectivo, la idea de una realidad cayéndose a pedazos tan del gusto del primer Cronenberg…. En fin tantas y tantas cosas que, aunque por sí solas ya nos hablan de la capacidad de remix de qualité pasado por el tamiz de lo indie que contiene «It Follows«, no dibujan en absoluto el arco de complejidad, las múltiples capas que contiene el film.
Estamos ante un film que, mediante la excusa de la circularidad, de las rutinas, dibuja un panorama tedioso, de pestilencia vital. Un panorama trazado (en ocasiones de forma evidente) por el movimiento de la cámara, pero también en los detalles. En los múltiples círculos que trufan cada uno de los planos. Algunos de ellos evidentísimos, otros no tanto, pero que dotan a la cinta de un aire de infinitud, de lo inabarcable por reiterativo. En cierto modo, la aparición del ente, su forma de transmisión, su objetivo, se vinculan fuertemente con dicho bucle. Al igual que las rutinas y las vidas de los protagonistas (pasado oscuro, apuntado en fotos, presente tedioso, futuro incierto) el ente parece orbitar en una existencia de redundancias, de objetivos inacabables. En cierto modo, unos y otros son seres arrojados a una nada paisajística de un tiempo inexistente, con la necesidad de retroalimentarse de emociones, sí, pero de sexo también.
Porque el sexo, al fin y al cabo, es el elemento clave de «It Follows«. Es la condena y la vacuna, la forma de contaminarse y de escapar, vehículo cual venérea de transmisión y alimento del ente en cuestión. No se trata tan sólo de lo evidente, del fornicio como forma de “pasar” la maldición; se trata del cómo, de la manera en que se necesita ejecutarlo (más que disfrutarlo) fría y mecánicamente para poder escapar. Puede que estemos ante un alegato a favor del sexo libre como vía de escape, pero también ante una dura y ambigua crítica hacia cierta superficialidad en las relaciones de la post adolescencia inmediata.
Un periodo este de gran importancia en el «It Follows«, teniendo en cuenta que todo gira en torno a personajes de esta edad. El mundo adulto es inexistente: o aparecen en fotos, de espaldas o deliberadamente elididos. Un detalle que nos habla de la incapacidad de protección, pero también del miedo que inspira esta fase decisiva de la vida. No en balde la protagonista de la película (una Maika Monroe camino de convertirse en la nueva musa del”fantaindie”) se debate en su periplo emocional entre diversos pretendientes masculinos, acabando con el que asume un rol más parecido a la madurez responsable.
«It Follows» es, entonces, un film terrorífico en tanto a que sabe generar angustia ante lo intangible y al mismo tiempo inevitable de su ser maligno. Pero, mas allá de lo efectivo que resulta esto, el film de David Robert Mitchell es un perfecto estudio de las relaciones adolescentes más allá de los tópicos de fiestas, porros y sexo fácil. Una película que es una gran metáfora del rito de paso que supone dejar atrás la adolescencia y enfrentarse al mundo adulto. Una parábola sobre los miedos y las angustia que genera la ruptura con las rutinas aburridas pero cómodas de la no obligación. Círculos y líneas rectas se enfrentan dejándonos sudores y un plano final que es resumen e incógnita de todo lo acontecido. Por eso mismo, «It Follows» es algo más que un film de terror a la antigua usanza: es un acontecimiento imperdible.
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