¿Qué les pasa a ciertos músicos californianos que acostumbran a alegrarnos todo el año aunque no queden días de verano? ¿Será que las corrientes del Pacífico están cambiando? ¿O quizá que el sol que luce sobre el Golden State ya no calienta como antes? Habría que preguntárselo a algún experto físico-esotérico, porque lo que ha sucedido con el último disco de Best Coast y el que nos ocupa, de su vecino Mikal Cronin, es digno de estudio. Bien, realmente, no es necesario buscar una explicación retorcida: básicamente, tanto nuestra adorada Bethany Cosentino como Cronin se están haciendo mayores… si aceptamos tal expresión para referirnos al hecho de que ambos se están acercando a la treintena, edad indiferente para algunos y traumática para muchos. La cuestión es que, si Betts en su reciente “California Nights” (Harvest Records, 2015) se daba de bruces con la realidad y regurgitaba con más resignación que nunca sus pensamientos privados a través de su habitual efervescencia pop, Mikal sigue en su nuevo LP, “MCIII” (Merge, 2015), un plan similar para dar vueltas en torno a un par de asuntos convertidos en clichés: la madurez y el paso del tiempo.
Sí, otra vez aparecen aquí el temor a la etapa adulta y el pasmo ante la velocidad a la que transcurre la vida, dos conceptos que Mikal Cronin ya proponía veladamente en su anterior trabajo, el brillante “MCII” (Merge, 2013), pese a que su figura artística siempre se había vinculado al carpe diem propio del garage-rock hedonista y despendolado dentro del cual había crecido musicalmente en su San Francisco natal. Nuestro hombre, sin embargo, ha aprovechado que se ha encargado él solito de todo el proceso de elaboración (instrumentos, arreglos, producción) de “MCIII” para agigantar tanto su argumentario personal como su estilo formal en un intento de obtener su GRAN obra, en todos los sentidos. De esta forma, el californiano tomó como punto de partida un determinado capítulo de su vida en el que un problema de salud le obligó a reorientar su futuro para tejer toda una reflexión cuasi existencialista que se expande por todo su tercer disco. De hecho, su portada, con el rostro de Cronin mirando fijamente a sus habituales y potenciales oyentes, parece que busca una conexión sensorial automática y cierta empatía previa antes de sumergirse en su contenido.
Establecida la base de “MCIII”, que se podría subtitular “esta es mi historia y así os la voy a contar”, la incógnita reside en saber si Cronin es capaz de mantener la resplandeciente frescura de su anterior LP. Y la respuesta se bifurca en dos direcciones, en consonancia con el repertorio dividido a la vieja usanza en dos caras. En la primera de ellas, hallamos al conocido orfebre del power-pop que, para la ocasión, rebaja su fuzz guitarrero, relaja relativamente el nervio eléctrico y se aleja de la suciedad garagera para conservar sus ganchos melódicos y atrapar al receptor mediante la pulcritud y la profusión de arreglos clásicos (piano y cuerdas) de “Turn Around”, el aroma setentero, el coro y el luminoso riff de “Made My Mind Up”, el ritmo kraut, el bajo acentuado y los metales de “Say” y las raíces acústicas de “Feel Like” (que estalla en un ejercicio de pop vitalista típicamente californiano) y “I’ve Been Loved” (en la que Cronin se desnuda y muestra su tuétano sonoro y emocional).
A continuación, comienza una segunda mitad que se podría observar en conjunto como una suite interpretada en seis movimientos que ahonda en el aspecto de disco conceptual de “MCIII”. Esquema que Mikal Cronin utiliza para desparramar su amplia visión del pop, que va del sinfónico-progresivo (“i) Alone”) al melancólico (ya sea en la versión íntima y orquestal de “v) Different” o en la briosa de “vi) Circle”), pasando por el estándar (“iii) Control”) y el que se introduce en la batidora garagera (“ii) Gold” -adornada con las cuerdas de un tzouras, instrumento de origen griego- y “iv) Ready” recuerdan al Cronin de sus inicios, inquieto y pendenciero).
Con todo, esta diversidad estilística que en un principio sirve para afirmar que el empeño de Mikal Cronin por detonar los límites de sus planteamientos resulta encomiable, también obliga a creer que quizá el sanfranciscano ha querido abarcar mucho en “MCIII” hasta terminar apretando poco. Misma idea que se podría aplicar a su parte textual, que se queda a medio camino entre el desahogo juvenil y la filosofía de bolsillo. ¿No sería más fácil continuar viendo y contando la vida con sencillez bajo el inspirador sol de California? Al fin y al cabo, ese espíritu es el que siempre ha definido al pop más reluciente y memorable germinado allí…