Speedy Ortiz toman su nombre de un personaje de «Love & Rockets«, serie de comic book que se hizo conocida en los 90, y su música tiene ese toque noventero y nerd, greñas de colores y vaqueros rotos. Vienen de la zona de Boston, y su líder y cantante, Sadie Dupuis, hace poco terminó su Máster en Poesía en la prestigiosa Universidad de Massachusetts Amherst: es decir, muy chavalada first-class todo. No es de extrañar, pues, que Speedy Ortiz compongan temas inteligentes e intelectualmente ricos y excitantes. Lo suyo es indie-rock de hace dos décadas (Helium, Liz Phair, Pavement), pero no de consumo fácil: hay rastros de música atonal, inesperadas disonancias, así como cacofonías y yuxtaposiciones que convierten sus canciones en cubos de Rubik cuyos colores se rompen bajo la fuerza de la distorsión.
En “Foil Deer” (Carpark Records, 2015), segundo álbum de la banda, hay cortes como “Zig” o “Mister Difficult”, en los que es casi imposible prever qué dirección se va a tomar en el próximo compás; y, a pesar de ello, consiguen mantener ciertas formas pop, al menos aún más que otras bandas más abiertamente experimentales como Deerhoof o Xiu Xiu. A veces (“My Dead Girl”, “Ginger”) un simple estribillo corta la tensión acumulada durante la estrofa que desemboca en él. Son los dos primeros singles sus momentos más accesibles: “Raising The Skate” es sin duda el temazo del disco (y quizá de su carrera). En “The Graduates”, Dupuis canta “I was the best at being second place, but now I’m just the runner-up at being the second one you think of every day before you go back to one”. Líneas ingeniosas y rocambolescas como esta abundan en “Foil Deer”, por lo tanto es natural que con tantos twists and turns se requiera de una instrumentación que le pueda seguir el ritmo. El sonido del cuarteto es sólido y repleto de ideas, aunque a veces no consiguen evitar que tanta curva pronunciada cause cierto mareo.
Porque, sí, Speedy Ortiz funcionan mejor cuando se les va menos la pinza y se concentran en sus raíces. En esta ocasión han intentado ampliar su paleta sonora pero creo que fracasan en insípidos experimentos como “Puffer”, momento wtf del disco. Por otro lado, los temas más convencionales (excepto ese fantástico «Raising The Skate«) rayan a menor altura que en el pasado. Personalmente, me resulta algo decepcionante respecto a su extraordinario debut, “Major Arcana” (Carpark Records, 2013), ejemplo de equilibrio perfecto entre accesibilidad y complejidad. Al contrario, en «Foil Deer» pecan un poco de pasarse de listos. Dicho esto, Speedy Ortiz han completado otro trabajo intrigante e interesante, el cual vuelve a demostrar que el hype que ha venido rodeándoles desde sus inicios es justificado, y no por venderse, ni por intentar hacernos la vida más fácil y agradable, ni por su cara bonita… no. Lo es porque son muy buenos.