A diferencia de otros directores que empezaron trabajando en el campo de la publicidad y el videoclip para dar el salto a la gran pantalla años más tarde, Mark Romanek comenzó dirigiendo su primer largometraje, “Static”, en el año 1985, para luego dar inicio a una fructífera trayectoria como director de videos musicales, siendo reconocido como uno de los autores más destacados y relevantes de la historia de ese medio. Artista conceptual como pocos, Romanek ha demostrado en cada una de sus obras un exquisito gusto por lo estético, totalmente alejado de los excesos habituales en los que caen muchos de sus colegas, destacando especialmente por sus trabajos realizados para grupos como Nine Inch Nails, Madonna, Johny Cash o David Bowie, entre muchos otros. Como curiosidad, es gracioso mencionar que Romanek cuenta con el dudoso honor de estar dentro del libro Guiness de los récords por realizar para Michael y Janet Jackson el videoclip más caro de la historia (nada menos que siete millones de dólares por cuatro minutos de metraje): “Scream”. En el año 2002, Romanek aparcaba brevemente su labor videoclipera para mostrarnos a un enfermizo Robin Williams obsesionado con ser miembro de una familia de clase media en la película “Retratos de una Obsesión”, cosechando con esta un correcto recibimiento por parte de crítica y público. Hasta entonces, el director «sólo» contaba con infinidad de videoclips a sus espaldas, dos películas y algún que otro proyecto abandonado, como fue el caso de el remake de “El Hombre Lobo”, proyecto del cual se marchó a tan solo tres semanas de empezar la filmación, y que finalmente cayó en las manos del insípido Joe Johnston («Jurassic Park 3«, «Jumanji«).
Hace unas semanas tuve ocasión de asistir al pre-estreno en Londres de “Nunca Me Abandones” y, una vez finalizada la proyección, charlar con su director a través de una videoconferencia que este mantuvo con los asistentes. Romanek se mostró humilde al comentar que su intención siempre fue la de dirigir largometrajes pero que, después de “Static”, reconoció no haber vivido las suficientes experiencias en la vida como para poder mostrar un punto de vista sincero y honesto, y que prefería esperar algún tiempo antes de rodar su segundo film. Durante la charla, el director manifestó también su rechazo hacia los productores de Hollywood al hablar de los problemas que tuvo durante la pre-producción de “El Hombre Lobo” antes de abandonar el proyecto; y que cuando le ofrecieron “Nunca Me Abandones” vio en ella la excusa perfecta para saltar de un barco que estaba destinado a naufragar y derivar en un estrepitoso fracaso (artístico, que no comercial). Romanek se mostró un apasionado de la literatura y un devoto absoluto de las novelas de Kazuo Ishiguro (autor de los libros “Lo Que Queda Del Dia” y “Nunca Me Abandones), y comentó que su intención al plasmar la novela en imágenes era mostrar el respeto más absoluto hacia la obra del escritor, al que reconoció como uno de los autores más importantes de nuestro siglo.
El inicio de la película nos sitúa en un colegio inglés en la Inglaterra de 1978 y nos presenta una realidad alternativa en la que un determinado grupo de seres humanos son criados desde niños con la única función de ser donantes de órganos en un futuro no muy lejano. Toda la historia la viviremos a través de los ojos de Ruth (Carey Mulligan). Es así como conocemos a Kathy (Keyra Knightley) y Tommy (Andrew Garfield), quienes se verán inmersos en un triangulo amoroso imposible que continuará años después, cuando sean trasladados de la escuela a una granja en las afueras y en la que tendrán la oportunidad de tener un mínimo contacto con el mundo exterior. Este hecho les servirá también para re-evaluar sus vidas y cuestionarse todo lo que les han obligado a aceptar como única opción posible en sus años anteriores. Romanek rueda con exquisita elegancia y respeto hacia todo el universo planteado por Ishiguro, aunque en ningún momento termina de profundizar en los conflictos externos e internos de los personajes… El resultado final: una obra fría y distante.
Pese a que «Nunca Me Abandones» es una cinta imperfecta, hay suficientes aspectos en ella que hacen que su visionado sea prácticamente obligado, empezando por una excelente dirección de actores, donde cada uno de los intérpretes brilla por derecho propio haciendo totalmente creíbles a sus personajes. Hay que destacar la primera parte del relato, en la que se nos muestra la infancia de los protagonistas: primero, por ser una de las más logradas del metraje; y segundo, por la magistral interpretación que ofrecen los jóvenes actores. Dentro de esta primera parte, es necesario destacar el montaje de la secuencia en la que los niños reciben varias cajas llenas de juguetes que deberán seleccionar luego, el momento en el que Ruth descubre a Kathy y a Tommy besándose en la fuente, e incluso uno de los planos más bellos de la película, en el que Romanek se recrea sosteniendo un travelling que termina en un primer plano del rostro de la pequeña Ruth mientras esta, abrazada a un cojín, escucha por primera vez la canción de “Never Let Me Go”. A este respecto, el realizador comentaba que primero filmó las escenas con los personajes ya adultos obligando a que los pequeños interpretes estuvieran también en las filmaciones para así poder captar sus gestos y miradas, con el fin de hacer que el resultado final fuera lo más creíble posible.
Es curioso cómo Romanek enfoca la estructura de la película, dividiendo sus tres actos en tres localizaciones diferentes que, a su vez, se pueden comprender también como una metáfora de las tres etapas por las que pasa el ser humano hasta llegar a su vejez y morir: debido a la corta esperanza de vida de los protagonistas, estos se ven obligados a crecer, amar y experimentar la vida mucho más rápido que el resto de las personas que les rodean. Muy consciente de la historia que está contando, y sabiendo que cada uno de sus protagonistas ha aceptado su destino desde el inicio de la película, el cineasta evita caer en la obviedad y, junto al director de fotografía Adam Kimmel, evita cualquier tono oscuro a lo largo de todo el metraje, haciendo que su relato se pueda comprender también como una obra vitalista en torno a la amistad y el amor con todo el sufrimiento que ambas cosas conllevan.
En referencia a la música, destaca el trabajo de Rachel Portman (“Chocolat”, “Las Normas de la Casa de la Sidra”): una de las mejores composiciones de toda su carrera. Portman utiliza su música para dar voz a los personajes, permitiéndoles expresar sus sentimientos cuando estos no pueden ser expresados a través de las palabras. Un buen ejemplo de lo dicho es el momento en el que Ruth y Tommy visitan a la mujer que trabaja en la galería de arte donde descubrirán una verdad para nada agradable. En ese momento, los personajes prácticamente no hablan pero, gracias a la música, el espectador es consciente de la desesperación y tristeza por la que están pasando.
Los achaques mas graves del film los encontramos en el guión de Alex Garland, guionista que ha colaborado con Danny Boyle en “28 Dias Después” y “La Playa”: la descripción de los personajes y su desarrollo carece del potencial suficiente como para que nos lleguen a transmitir emoción alguna, ya que, salvo en las ocasiones mencionadas antes, el espectador siempre se muestra distante ante una historia que podría haber dado mucho mas de sí. Pese a todo, “Nunca Me Abandones” respeta en exceso el universo de emociones contenidas creado por Ishiguro, ya que pese a algunos pequeños cambios respecto al material original, es difícil encontrar una mirada diferente entre el autor del libro y el director del film… Y esto es más positivo que negativo.
[Àlex Aviñó d’Acosta]