En un momento ya célebre del todavía más célebre primer capítulo de «Girls«, Lena Dunham habla de la posibilidad de que ella sea la voz de su generación. Se establece entonces un interesante juego de desdoblamiento: su personaje habla de su voz literaria, pero está claro que quien realmente está hablando es la Dunham al respecto de su voz cinematográfica… Cambiando de tema (pero no demasiado), puedo decir que a mis 34 añazos ya las he visto de bastantes colores y que, a día de hoy, dudo mucho que la voz de las nuevas generaciones vaya a ser ni literaria ni cinematográfica (o, por lo menos, no esa cinematografía que practica Lena Dunham tan deudora de formas y formatos clásicos): si las nuevas generaciones van a tener una voz, seguro que se parece mucho más a la de la lírica líquida en forma de flow dúctil de Arufe en «Isla» (Arkestra, 2015).
Las rimas del debut en largo de Fernando Fresco trenzan de forma magistral las temáticas omnipresentes en la generación de los milenials. No hace falta ir más allá de la tercera canción, «Polvo de Estrellas«, para que Arufe marque sobre el mapa de esta «Isla» cuáles son las coordenadas y, sobre todo, hacia dónde apunta el Norte: «Tranqui, fumando hierba así de tranqui / Chilling, drogas y sexo, rock feeling / Ondas, dibujo nubes de colores / Normas, me las paso por los cojones«. No debería ser necesario desglosarlo, pero voy a hacerlo… «Tranqui» y «chilling» marcan el tempo general del álbum, un coger el oleaje playero de incesante y suave vaivén y traducirlo a música, ritmo, melodía, nana del siglo 21. «Fumando hierba» y «drogas» deja al descubierto las prácticas recreativas que Fernando nunca oculta en «Isla«: lejos de la corrección política o de la falsa moral, Arufe trufa sus canciones de referencias piscotrópicas afrontadas de forma tan natural que resultaría bochornoso utilizar el término «drogota«. «Normas, me las paso por los cojones» habla por sí mismo…
Quedan, por otra lado, las otras dos grandes constantes de «Isla» ya encapsuladas en la mencionada rima. Por un lado, el «sexo» omnipresente en casi todas las canciones. Arufe no se amedranta a la hora de abrir un tema como «Rockstar» con las siguientes y lapidarias palabras: «Me siento como estrella entre tanto rapper de mierda / No pilles mi nuevo tema, nena, pilla mi polla entera / Ahógate, arrodíllate, la campanilla golpea / Sumidos en el deseo, mi cuerpo desnudo boxea / Subidos en la encimera, perdidos en la nevera / Buscando algo, fumando hierba, salvaje tu psicodelia«. Las rimas como esta abundan en «Isla«, un disco que encara el sexo con la misma frontalidad y la misma naturalidad con la que encara las drogas. Y, de hecho, el propio título de esta última canción remite al «rock feeling» mencionado en «Polvo de Estrellas» y que viene a ser la otra gran constante ligada al sexo y las drogas: el ego trip, la cultura del yo, la visión de uno mismo como un ser endiosado y omnipotente. El tema que abre el disco, «DNA«, ya deja bastante claro esta aspiración mesiánica: «Sólo quieres verme, mira hacia arriba / Inalcanzable soy yo, Fresco retrospectiva / Dormidos en la vida, esperando nada / Fernando está en la cima / Que caiga la cruz y suba Dios / Que mueran todos sus ídolos / Que bailen solos, que sean ellos, que vivan libres sin odio al yo«.
Pero, ojo, porque este rollo mesiánico no ha de confundirse con la mamarrachada habitual en gente a la que hemos aprendido odiar como Kanye West y otros ídolos de barro (y supuestamente de barrio)… Aquí llega el gran giro de «Isla«, lo que lo convierte en algo absolutamente genial y en la verdadera voz de su generación: «Ondas, dibujo nubes de colores» canta Fernando en «Polvo de Estrellas«. Una frase que remite primero a la creatividad e imaginación como placer recreacional pero que puede revelar nuevos sentidos cuando conocemos que «Isla» ha sido un disco concebido y alumbrado en la soledad de la habitación de Fernando Fresco en A Coruña. Si a esto sumamos que Mweslëe y Judah se han dedicado a producir las canciones como quien viaje al Caribe, en una versión tropicalista y ensoñador del nu-r&b de última generación y del future synth más cálido, la única conclusión a la que puede llegarse es que, pese a todas las constantes mencionadas anteriormente, este es el Norte verdadero de la «Isla» de Arufe: el escapismo. El dulce desfase entre la visión de uno mismo que se proyecta y la real.
De nuevo, este vuelve a ser un rasgo imprescindible para la voz de una generación que está creciendo en un mundo en el que las posibildidades «reales» se han visto totalmente cercernadas por la crisis económica y en el que la única posiblidad de soñar es esta, encerrado en tu habitación, algunos utilizando la pantalla de un ordenador para crear un personaje en redes sociales que venga a ser una «versión aumentada» de uno mismo y otros, como Fernando Fresco, haciendo algo parecid pero a través de canciones. La diferencia es que los cobardes que se parapetan detrás de un apodo en Twitter no pasarán a la historia a no ser que sea en el Libro Guiness de los Trolls, mientras que lo de Aurfe en «Isla» ya es histórico: es un capturar el aquí y el ahora de su generación (el zeitgeist, que diríamos los viejunos como yo) y encapsularlo en 43 minutos de escapismo ilustrado. Pero, un momento, cuando el escapismo se practica de esta forma tan magistral, ¿no estamos hablando más bien de hedonismo constructivo?