¿Fue Mary MacLane la primera bloguera? Aprovechamos el lanzamiento de «Deseo que Venga el Diablo» para ponerla en su sitio… A ella y a otras cinco proto-blogueras.
Seix Barral acaba de publicar «Deseo que Venga el Diablo«, diario personal de Mary MacLane que ha sido definido reiteradamente como una especie de brillante ejercicio de escritura proto-bloguera: leído desde el aquí y el ahora, no es difícil delimitar las constantes vitales que MacLane practicó en su literatura ya en 1902 (año de publicación de «Deseo que Venga el Diablo«, cuando la autora contaba tan sólo 21 años) y que vuelven a hacer acto de presencia ahora, más de un siglo después, en la era de los ego-blogs, de la cultura del yo y del fin secular y voluntario de la intimidad.
Las semillas de este estilo literario (porque, evidentemente, a día de hoy ya podemos considerar el blogging como un estilo literario per sé) puede rastrearse sin lugar a dudas a través de las décadas desde el momento presente hasta Mary MacLane… e incluso alguna que otra autora antes que ella. Ahora bien, las conclusiones a las que llegue cada uno variarán ostentosamente dependiendo de la predisposición y la permeabilidad hacia los tics y manías, hacia la ego-lírica de este estilo tan característico: ¿el ser humano (femenino y joven) lleva más de un siglo tropezando con la misma piedra y haciendo poesía de las heridas infligidas en este accidente? ¿O más bien hemos asistido a la apertura en slow motion de una crisálida de la que ha surgido una bella mariposa que por fin brilla con sus mejores colores, sin espacio para la vergüenza, el pudor o la falsa humildad? Que cada uno opine lo que quiera, que aquí no hemos venido a opinar, sino a tomar a Mary MacLane como excusa para establecer una pequeña intentona de genealogía del proto-blogging.
¿QUIÉN ES MARY MACLANE? Mary MacLane nació en Winnipeg (Canadá) en el año 1881, aunque su familia no tardaría en lanzarse a la aventura y probar varios lugares de Estados Unidos hasta que decidió establecerse en Butte (Montana). Fue allá precisamente donde MacLane, totalmente asediada por el aburrimiento y el desasosiego, se lanzaría a escribir «Deseo que Venga el Diablo» como una especie de llamada desesperada a la fama: nunca ocultó en sus escritos que había nacido para ser alguien relevante… Y esto es algo que acabó cumpliéndose una vez se publicó su primer diario, que acabo convirtiéndose en un éxito sin precedentes tanto entre público como entre crítica y que, tras conducirla hacia ciudades como Chicago o Rockland (Massachusetts), hizo posible que la escritora cumpliera con su sueño de mudarse al epicentro de toda vida cultural: Nueva York.
Fue en esta ciudad donde Mary MacLane construiría la identidad con la que siempre había soñado y que era totalmente imposible en un lugar como Butte: la escritora acabó labrándose una merecidísima fama de bohemia, extremista, bisexual, extravagante y excéntrica… Y, sobre todo, nunca tuvo miedo de verter esta poderosa identidad en el interior de sus escritos. Pese a ello, más allá de múltiples artículos de opinión para el New York Tribune, MacLane tan sólo publicó dos tomos más en su carrera literaria: «My Friend Annabel Lee» (1903) y «I, Mary MacLane» (1917). Fue precisamente en el mismo año 1917 cuando la productora Essanay Studios le propuso coger uno de sus artículos de opinión («Men Who Have Made Love To Me«) y trasladarlo a la gran pantalla: el resultado fue una película supuestamente edgy (Mary se representaba a sí misma, fumaba y hablaba directamente al espectador en una caída de la cuarta pared que no se popularizaría en el cine hasta décadas más tarde) de la que no queda ninguna copia conocida en el mundo. Our loss.
Sea como sea, MacLane moría finalmente en Chicago en 1942, cuando la escritora contaba tan sólo 48 años de edad. Su cadáver fue encontrado en una habitación de hotel y las circunstancias de su muerte nunca se acabaron de esclarecer… Lo que debería haber engrandecido todavía más su leyenda. Por el contrario, su creación literaria caería poco a poco en el olvido absoluto hasta que en el año 1993 varias publicaciones en torno a su persona volvieron a situarla debidamente en la historia de la literatura. Por aquel entonces, sin embargo, nadie fue capaz de vislumbrar la importancia que tendría Mary MacLane en la literatura que estaba a punto de brotar en lo que parecía el paisaje más inhóspito para la escritura poética: Internet.
DESEO QUE VENGA EL DIABLO. Como casi todos los libros, «Deseo que Venga el Diablo» tiene múltiples lecturas. Pero, como muy pocos, el debut literario de Mary MacLane tiene una capacidad natural para que esas diferentes lecturas polaricen completamente a los lectores entre los fans (por identificación) y los detractores a ultranza (por la imposibilidad de ponerse en los zapatos de quien escribe). Algo similar a «El Guardían Entre El Centeno» pero con protagonista femenina post-adolescente… Si al Holden Caulfield de Salinger hay que pillarlo en la edad adecuada y con el background mental idóneo (dos condicionantes que, sin embargo, dejan a más gente «dentro» del libro que «fuera» de él), lo mismo puede decirse a la Mary MacLane que se erige como protagonista absoluta de «Deseo que Venga el Diablo«.
La primera lectura posible del diario de MacLane es la que yo realizo (hablando en primerísima persona) como lector y hombre de 34 años. Desde este punto de vista, he de admitir abiertamente que he odiado con profundidad a la autora y a su petulancia juvenil. ¿Cómo posicionarme, si no, ante un libro que se abre con el siguiente parlamento?
«Yo, de condición femenina y diecinueve años, empiezo ahora a poner por escrito un Retrato lo más completo y franco que me sea posible de mi persona, Mary MacLane, para quien en el mundo no hay parangón.
Estoy convencida de ello porque soy peculiar.
A todas luces soy original, por nacimiento y por evolución.
Poseo una intensidad vital muy poco habitual.
Soy capaz de sentir.
Tengo una capacidad maravillosa para la desgracia y la felicidad.
Soy amplia de miras.
Soy un genio.
Soy filósofa de una buena escuela peripatética, la mía propia.
No me importan ni el bien ni el mal: tengo una conciencia nula.
Mi cerebro es un conglomerado de feroz versatilidad.
He alcanzado un estado realmente maravilloso de infelicidad desdichada y malsana.
Me conozco, ¡y tanto que me conozco!
He alcanzado un egotismo que es verdaderamente singular.
Me he adentrado en las sombras espesas.
Todo esto constituye peculiaridad. Entiendo, pues, que soy muy peculiar.»
A partir de aquí, MacLane se desliza ingrávida sobre más de doscientas páginas que se dedican a ampliar el discurso, a hacerlo más profundo, pero nunca a forzar evolución alguna ni a arrojar sombras sobre las luces de su «genialidad». Así las cosas, no es de extrañar que el lector menos versado en los entresijos de esa joven alma femenina proclive a dos expresiones anglosajonas tan elocuentes como «drama queen» y «attention whore» acabe naufragando en una concatenación de párrafos cuyo único vínculo de unión son los fuertes lazos de un ego que inconmensurable. Lo reconozco: «Deseo que Venga el Diablo» me ha hecho naufragar como lector y hombre en múltiples ocasiones, obligándome a leerlo como quien se pone delante de «Sálvame» simplemente para rebozarse en su propia perplejidad ante la estulticia humana.
Pero existe otra lectura, y esa creo que también puedo hacerla ya no como lector y hombre, sino simple y llanamente como crítico objetivo (por mucho que mi anterior párrafo deje a las claras que esa objetividad me cuesta y me hiere como una gota malaya). Es una lectura que debería basarse más bien en otro momento del diario de Mary MacLane: «Cuando tienes diecinueve no está la experiencia para decirte que todas las cosas tienen un fin«. El hecho de que la autora fuera capaz de escribir una línea tan lapidaria como esta, una línea que aniquilara el resto de su escritura en «Deseo que Venga el Diablo«, debería ser indicativo que el tono cargado de dramatismo adolescente tiene más de dejarse llevar por la pose que de verdadera realidad.
Y es en ese momento, cuando la ironía y la auto-crítica enseñan la patita por debajo de la puerta del egotismo, cuando el libro de MacLane se muestra más interesante: más que la llantina injustificada de una niñata de clase media-alta que quiere que le presten atención, «Deseo que Venga el Diablo» debe entenderse como un ejercicio radical para reclamar el espacio femenino merecido dentro de un discurso literario escrito tradicionalmente por plumas masculinas. Contra las constantes machas y ciegas de la literatura de finales del siglo XIX, MacLane contrapone los tics y los rasgos de un femenino absoluto que está llamado a eclosionar en este siglo 21: el stream of consciousness puro en el que el ego habla en primera persona sin la censura de la corrección política ni de las convenciones de lo masculino / femenino, la cultura del yo sin la máscara de la narrativa de ficción, la supremacía de lo cotidiano (por aburrido y absurdo que sea) por encima de los Grandes Temas…
Todo eso estaba en «Deseo que Venga el Diablo» en el año 1902. ¿Cómo no pasar entonces por encima de mi condición de hombre y lector para entender, abrazar y compartir esta otra vertiente de Mary MacLane mucho más disfrutable a poco que se le aplique un mínimo de objetividad? Sólo hay que atender a la propia autora del epílogo, esa que años después aprovecha una reedición para desdecirse y reírse un poco de la niña que fue, para aprender a adorar «Deseo que Venga el Diablo» en su justa medida. En la medida que se merece.
OTRAS CINCO PROTO-BLOGUERAS
MARÍA BASHKÍRTSEVA (1858-1884). ¿Quién es? La misma Mary MacLane se mira en el espejo de María Bashkírtseva en las páginas de «Deseo que Venga el Diablo» y, de hecho, la crítica literaria de su época no tardó en establecer paralelismos entre las dos escritoras. Escritora, pintora y escultora ucrana de nacionalidad rusa, Bashkírtseva es particularmente conocida por su diario (por mucho que la versión que ha llegado hasta nosotros fuera dulcificada por su propia familia después de la muerte de la autora) y por su correspondencia con Guy de Maupassant (también dulcificada en la versión «oficial»). Mucha de la producción de María Bashkírtseva se perdió en las grandes guerras y, aunque murió de tuberculosis a la pronta edad de 25 años, fue capaz de dejar su marca feminista en el París de 1880.
¿Por qué podemos considerarla una proto-bloguera? Por su forma de encarar los diarios como apología del aburrimiento cotidiano primero y del exhibicionismo más descarnado después, dos de los grandes rasgos de la legión de blogueros actuales.
Libro de entrada: «Diario» (aunque es prácticamente imposible encontrarlo en castellano).
VIRGINIA WOOLF (1882-1941). ¿Quién es? Sin lugar a dudas, Virginia Woolf es la proto-bloguera que necesita menos presentación de todas las que constan en este artículo… Y, pese a todo, ha de constar en acta que lo de «proto-bloguera» se le queda corto a la que simple y llanamente es una de las escritoras más importantes del siglo XX. Su producción como escritora de ficción y como dinamizadora cultural (al frente del grupo de Bloomsbury) no tiene parangón y sólo son igualadas por su importancia como precursora del feminismo gracias a ensayos tan importantes como «Una Habitación Propia«. Fue excéntrica, apesadumbrada, continuamente perseguida por sus propios fantasmas, bisexual en ciernes y finalmente suicida. Pero lo que será siempre Virginia Woolf es una autora capaz de forzar los límites de la literatura cómoda para conseguir conducirla hacia lugares inhóspitos e incómodos.
¿Por qué podemos considerarla una proto-bloguera? Por sus aportes al feminismo, sí, pero también por la práctica de la literatura como monólogo interior (stream of consciousness) en el que el ego corre libre sin las cortapisas de las convenciones sociales.
Libro de entrada: «Una Habitación Propia«.
DOROTHY PARKER (1893-1967). ¿Quién es? Puede que Dorothy Parker tenga la vida menos vibrante de todas las proto-blogueras aquí consideradas: vivió casi 80 años, conoció una vida de éxitos y murió de un paro cardíaco, lo que la deja fuera de las candidatas a ser canonizadas como Santa Bloguera tras una vida de sufrimiento e ignominia. Pese a todo, hay que reconocer que la producción literaria de Parker (entre la que destacan sus maravillosos cuentos) no sólo fueron interesantes por su visión ultra-moderna de la ciudad moderna por excelencia, Nueva York, sino sobre todo por el hecho de que de ella se ha dicho siempre que es el ejemplo más visible de cómo una autora disimula más mal que bien que sus ficciones son puramente biográficas. O lo que es lo mismo: el blogging disfrazado de cuento post-moderno.
¿Por qué podemos considerarla una proto-bloguera? Por la chispa de su pluma a la hora de escribir el presente continuo de una crónica moderna, elocuente y algo cabronceta de una realidad destinada a ser envidiada por todos los lectores.
Libro de entrada: «Narrativa Completa«.
ANAÏS NIN (1903-1977). ¿Quién es? Puede que autoras como María Bashkírtseva o Mary MacLane fueran importantes a la hora de atreverse a practicar el diario con la sinceridad que el género merece, pero el blogging actual no sería tal y como lo conocemos si Anaïs Nin no hubiera decidido explotar por completo las barreras del sexo a través de sus «Diarios» (originalmente englobados en siete tomos pero actualmente reordenados en un total de cuatro libros). Lo hizo con una herramienta (o arma blanca, depende de cómo se mire) como el psicoanalismo, que le llevó no sólo a disfrutar en brazos de gente como Henry Miller y su esposa, sino que incluso le quitó corsés mentales a la hora de hablar de un tema tan tabú como el incesto. También lo intentó con novelas avantgarde en las que exploraba el surrealismo francés, pero Nin será eternamente recordada por unos «Diarios» que, a día de hoy, siguen siendo inspiración para cualquier lectora joven (y no tan joven) que se ponga delante de ellos.
¿Por qué podemos considerarla una proto-bloguera? Por su sinceridad absoluta incluso a la hora de abordar temas sexuales extremos… Y por su facilidad para incluir en sus escritos a famosos que sirvan de reclamo, tal y como Henry Miller, Antonin Artaud, Salvador Dalí o Gore Vidal.
Libro de entrada: Cualquier tomo de sus «Diarios«.
JOYCE MANSOUR (1928-1986). ¿Quién es? La biografía de Joyce Mansour es digna de una película: nace en Londres, pero sus padres se trasladan a El Cairo cuando ella es una niña. Allá, su familia de judíos sefarditas le proporciona un buen colchón económico y un pasaporte británico que le abrirá muchas puertas en el futuro. Allá también vive un intenso romance que le marcará de por vida cuando su marido, tras un único año de felices nupcias, muera fulminantemente. Aun así, Mansour se casa con el reputado Sami Mansour, que la llevará hasta una ciudad de París que la acogerá como una de las musas del surrealismo. ¿Y cuál es uno de los rasgos más característicos del surrealismo? Esa escritura automática en la que dejar la mente suelta para que «escriba» sobre el papel lo que nuestro yo consciente nunca se atrevería a dejar en libertad. ¿No es exactamente uno de los preceptos del blogging actual?
¿Por qué podemos considerarla una proto-bloguera? Por su capacidad para dejar el ego libre de normas y convenciones y permitir que fluya hacia el papel (o la pantalla) en blanco… Y también por permitirse temáticas incómodas como el sexo (más sucio) y la enfermedad (más terrorífica) en unos escritos que nunca son abiertamente biográficos pero en los que se intuye una supremacía absoluta del yo.
Libro de entrada: «Islas Flotantes«.