En pequeñas dosis. Así se han propuesto los neozelandeses Yumi Zouma hacer llegar sus canciones al mundo desde que debutaron hace algo más de un año con “The Brae” y posteriormente con el resto de canciones que conformaban “Yumi Zouma” (Cascine, 2014), su EP de debut. Así, tras telonear a Chet Faker o a la joven diosa Lorde y encaramarse como triunfadores masivos en el corazón del aficionado al pop más puro con su mencionada ópera prima y el correspondiente disco de remezclas, el trío formado por Josh Burgess, Charlie Ryder y Kim Pflaum regresa a los tocadiscos y reproductores de la audiencia más exquisita. De nuevo, claro, en pequeñas dosis.
“Dodi” abre el disco invocando ese verano melancólico por el que todos hemos pasado de una forma u otra. Aunando sensaciones extáticas y amargas, esta pequeña joya de pop incandescente y vaporoso es fuego post-adolescente (la frase susurrada “that’s when you touch me in the club” como epítome lírico de todo el meollo hormonal) que se aviva y balancea al compás de una capa de sintetizadores que parece querer ahogar la voz de Kim Pflaum sin conseguirlo. “Alena”, el primer tema que se adelantaba de este “II” a principio de octubre del año pasado, opera en terrenos más cercanos a la pista de baile, como una revisión tierna y candorosa del legado de Saint Etienne, casi en un éxtasis de timidez. Los agudos de Pflaum y la recarga de efectos reverb sobre su voz crean ese cierto efecto ensoñador que de alguna forma la asocia con Sarah Cracknell. Pop bailable comme il faut, en lo que resulta casi un anacronismo desafiante desde el candor.
Un discreto lamento y un pequeño torrente de acordes menores acelera el corazón de “Catastrophe”, preciosa elegía pop cuyo estribillo quizás constituye una de las melodías más perfectas del disco y, por ende, jamás escuchadas este año. Con la sombra en el horizonte de los Pet Shop Boys más melancólicos (los de “Rent”, mismamente), “Catastrophe” se deshace sola de puro bonita y frágil mientras transmuta en “Second Wave”, el tema que le da continuación, quizás la pieza menos inspirada del conjunto y que, no obstante, tanto engatusa con sus delicadas voces jugando entre sí y su sosegado pálpito de vacío emocional. Y, justo al final, cuando menos lo esperábamos, Yumi Zouma deciden fríamente, sin motivos personales, que es hora de dejarnos morir de amor. En una especie de manifiesto que rindiera pleitesía a Fleetwood Mac como unidad emocional suprema e inigualable en el pop, Yumi Zouma consiguen con “Song for Zoe & Gwen” el reto maravilloso de alcanzar lo inalcanzable y mirar a los ojitos sin titubear a sus maestros. ¿Podría una canción dejarnos sin lágrimas a estas alturas? Reto desbloqueado.
Quizás “II” de Yumi Zouma esconde los veintidós minutos más cercanos a la perfección en cuanto a esas cosas tan antiguas y tan olvidadas que son la melodía, la emoción, la pasión por las cosas bonitas. El pop, en una palabra. El amor, también en una palabra.