«Fuerza Mayor» de Ruben Östlund parte de un hecho cotidiano para dejar al descubierto un vibrante retrato del comportamiento humano y del microclima familiar.
En las altas montañas de los alpes franceses, una familia sueca compuesta de un matrimonio y dos niños está pasando unos días de vacaciones. No saben que una, en apariencia, inofensiva anécdota se convertirá en la piedra angular de un conflicto matrimonial que les revelará la clase de individuos que en realidad son.
El realizador Ruben Östlund vuelve a reflexionar en «Fuerza Mayor» sobre el comportamiento humano en relación a su entorno, y especialmente en el microclima familiar. Una mirada introspectiva a una crisis conyugal que lejos de caer en el típico melodrama, sirve para explorar el comportamiento irracional (o no) de las personas ante una situación de extremo peligro. Y como esta puede tornarse en un conflicto de carácter social que se va intensificando y expandiendo a través de diferentes situaciones más o menos ordinarias a lo largo de la película.
Östlund estructura el relato en días, todos los que la familia pasa de vacaciones en las montañas. Y lo hace con su habitual dirección, en la que la cámara estática observa paciente y a través de largos planos el comportamiento de sus personajes. Es admirable la capacidad del director para lograr partir de una simple anécdota y desarrollar todo un conflicto de tales dimensiones. ¿El instinto de supervivencia de un individuo puede poner de manifesto los valores del mismo respecto al ámbito familiar o se trata únicamente de un impulso irracional al que no cabe dar más importancia?
Si en su anterior trabajo, «Play«, se trataba de la inmigración y el comportamiento de la sociedad sueca al respecto, aquí se trata de un conflicto que también arrastra dilemas éticos y morales y que obliga al espectador a posicionarse respecto a lo que está viendo. Y es que Östlund se caracteriza por meter el dedo en la llaga en temas ciertamente espinosos e incómodos en los que casi nadie se atreve a entrar.
«Fuerza Mayor» muestra el desmoronamiento de la familia y va revelando la clase de individuo que es el padre; un hombre al que le cuesta mucho admitir su actitud en el incidente de la avalancha y que se nos desvela como alguien triste, débil, cobarde e incluso en algunos momentos patéticos. También el personaje de la madre queda definido, especialmente en una discusión con una amiga en la que son enfrentadas dos formas casi opuestas de concebir el espacio familiar y las relaciones sentimentales.
Las conversaciones del matrimonio con unos amigos e incluso la actitud de los hijos se convierten en elementos que aportan ingredientes y pistas para entender mejor este peculiar infierno al que Östlund somete a sus personajes. Eso sí, siempre con ese toque de humor y mala leche en el que parece que todos, director y espectador, disfrutan un poco.
Si algo se le puede reprochar al director, al menos en opinión de quien escribe, es al respecto de la duración de «Fuerza Mayor«. Y aunque es cierto que su capacidad por reinventarse y no caer en la reiteración es buena, sí que se siente que el conjunto queda algo menos contundente de lo que podría resultar. En cualquier caso, nos encontramos ante una película hábil e inteligente de la mano de un autor que ya hace años que resulta imprescindible en el panorama del cine nórdico.
En un paisaje en el que predomina un bellísimo blanco nevado digno de la mejor postal de vacaciones, Östlund narra una negra y ácida crónica con tintes de humor y surrealismo marca de la casa. Pero siempre con una buena dosis de verdad en la que todos nos podemos ver reflejados en algún momento. Después de «Play» e «Involuntario«, el director sigue sirviéndose de situaciones cotidianas para brindar su mirada sutil y mordaz de la sociedad en la que vivimos.
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