El Wye Oak es el árbol símbolo del estado de Maryland, cuyo centro neurálgico es Baltimore… Ciudad de procedencia de Jenn Wasner y Andy Stack. La pareja, sabedora del significado de ese legendario arbusto, lo tomó como nombre artístico en el año 2006 para abandonar su anterior denominación (Monarch) y unirse más estrechamente a su origen y sus raíces. Una vez rebautizados, se pusieron rápidamente manos a la obra para darle lustre y enjundia a su nueva marca a través de dos discos: el autoeditado “If Children” (2007; posteriormente relanzado por Merge en 2008) y “The Knot” (Merge, 2009), sendos muestrarios de indie-rock de vuelo bajo, unas veces enfocado hacia la ensoñación del dream-pop y otras a la tensión del shoegaze o del noise según conviniese. Esta brevísima historia puede servir para resolver la cuestión que se hacían aquellos que no estaban seguros de si el dúo era novato o no en las lides musicales. En parte es lógico que surgiera esa duda, porque no fue hasta los tiempos previos a la salida de “Civilian” (Merge, 2011) cuando Wye Oak adquirieron verdadera relevancia y repercusión.
Una fama creciente y merecida, dicho sea de paso, repleta de elogios que situaban a Wasner y Stack a unos cuantos palmos de sus convecinos Beach House, con los cuales comparten cierta aura enigmática propiciada por la misteriosa conexión entre sus componentes (ya se sabe: chico junto a chica, y viceversa, cuya relación nunca queda del todo clara) y una manera distinguida de establecer lazos entre el mundo terrenal en el que viven y aquel que desearían pisar rodeados de brumas, espectros amables y reflejos de sueños teñidos de colores pálidos. Sin embargo, independientemente de que el punto de partida y el destino final de ambas formaciones sean similares, los caminos que siguen se bifurcan en direcciones diferentes: mientras que Victoria Legrand y Alex Scally dibujan líneas en la arena de una playa idílica e irreal, Jenn Wasner y Andy Stack atraviesan un bosque mágico en el que se observa cómo se mezclan las hojas de apariencia ocre que no resistieron los azotes del invierno y las verdosas que esperan la irrupción de la primavera. Para que la metáfora quede completa, Wye Oak aportan en “Civilian” la dureza que no se apreciaba en la cálida languidez del “Teen Dream” (Sub Pop, 2010) de Beach House.
En su tercer trabajo, Wasner y Stack siguen tirando de sus elementos más identificativos: por una parte, la voz aterciopelada (que adquiere el nervio justo cuando cruza los tramos agrestes del álbum) más los expresivos arpegios escupidos por la guitarra de ella; y por otra, la plasticidad de la batería y los etéreos teclados de él. Aunque, en esta ocasión, dan un salto cualitativo en su propuesta al concretar en diez canciones la belleza, el sentimiento y la luminosidad (eso sí, tenue) que no lograban alcanzar por centímetros en sus anteriores referencias. La muestra gráfica de esa circunstancia sería “Holy Holy”, centro gravitatorio alrededor del cual gira el reforzado universo de Wye Oak y que materializa, a medida que avanza, la lucha de contrarios que sustenta las composiciones del dúo: arranca con inusitada fuerza, se estabiliza en cuanto Wasner pronuncia la primera sílaba, despliega una melodía zigzagueante, se detiene en paradas de dulce sensibilidad y alcanza un crescendo final explosivo.
El juego calculado con estos factores conforma la guía básica para seguir y entender “Civilian”. Se demuestra en la fluctuante “Dog Eyes” (en la que los acordes de guitarra se estiran y se mantienen tensados produciendo una pequeña tormenta eléctrica) y se certifica en la melodramática “Civilian” (comienza pausada, capturando la esencia del folk-dream-pop de Mazzy Star, sigue un ritmo marcial marcado por las baquetas de Stack y desemboca en un océano de lava propio de los Ride más cáusticos), que dan continuidad a un inicio de disco entre parsimonioso y taciturno (“Two Small Deaths” más “The Altar”). Lógicamente, estas ondulaciones de energía necesitan ser canalizadas de algún modo para que el conjunto no zozobre como un barco a la deriva entre el ruido total y la calma más absoluta. La pareja resuelve ese teórico problema diseñando un tracklist homogéneo y armonioso, dentro del cual es posible moverse entre la maleza del bosque imaginario citado más arriba sin sobresaltos: “Fish” recupera los susurros del principio de “Civilian” evitando a toda costa caer en el tedio comatoso, allanando el terreno para la entrada de la aún más reposada “Plains”; justo después, el letargo se interrumpe con la carga de domesticados zarpazos guitarreros de “Hot As Day”, atenuada por una descendente coda final que se funde con las acústicas y cristalinas “We Were Wealth” y “Doubt”, en las que la habilidad vocal de Jenn Wasner toma un mayor protagonismo si cabe.
Si a estas alturas del 2010 nos encontrábamos fascinados por las estampas oníricas recreadas por Beach House en su “Teen Dream”, ahora esa profunda sensación hipnótica regresa con plenitud gracias a Wye Oak. Otros intentaron acercar a la audiencia esos divinos sonidos con poco éxito o escasa repercusión (caso del infravalorado “The Magician’s Private Library” (XL, 2010) de Holly Miranda), pero sólo Wasner y Stack acertaron con la fórmula ideal. ¿La culpa la tendrán los vientos de la bahía Chesapeake, al borde de la cual está situada Baltimore? Tal razón quizá sirva para explicar el hecho (casual o no) de que, en el intervalo de poco más de un año, dos de los mejores representantes de esa ciudad facturasen sendas joyas rotundas de pop pírico, cautivador y celestial.