No voy a volver a cometer el mismo error. Tras escuchar los dos singles (impecables, arrebatadores… ¡jitazos!) con los que se presentó en sociedad Ellie Goulding, corrí a endilgarle la etiqueta de nueva diva, de electro-chavala. Y aunque «Under The Sheets» y «Starry Eyed» pueden inducir a la euforia bailonga, lo cierto es que «Lights» (Universal, 2010), su debut en largo, va por otros derroteros. Nada que ver con el flequillo postizo de La Roux ni con las excelencias de Little Boots. Mucho menos con Lady GaGa y su heredera en mamarrachismo, Ke$ha… Lo de Goulding es más fino, elegante, sutil. Nada de bombos para epatar ni sintes ochenteros porque, al fin y al cabo, esta niña no quiere dejarte muerto on the dancefloor. Lo que pretende es que bailes cuando tengas que bailar y te enternezcas cuando tengas que enternecerte. Porque de eso trata «Lights«: más que una nueva diva deslumbrante, aquí tenemos el mejor exponente de lo que hubiera pasado si Zooey Deschanel cantara bien y, en vez de asociarse con M. Ward, lo hubiera hecho con cualquiera de los productores de la buena época de Madonna (William Orbit, Mirwais). Una voz frágil y unas maneras atemperadas a las que se les propinan electroshocks en miniatura en forma de electro-pop endiabladamente rítmico, sublimemente arreglado y envuelto en las dosis justas de sincopadas brumas digitales.
Más allá de los singles, «Lights» huye de la pista de baile. O, mejor dicho: huye de los podios en los que cinco cholas (imitando el flequillo de La Roux) y sus tres amigos algo gayers (también con el flequillo de La Roux) se marcan pasos de baile más propios de alguien que hace señas a un avión para que aterrize en un barco. No, Ellie Goulding prefiere la pista de baile, resguardada entre otros cuerpos que bailan a diferentes velocidades. El álbum se abre con un cuarteto ganador en el que los dos singles son igualados en calidad por otras dos composiciones: mientras «Under The Sheets» y «Starry Eyed» son muestras coreables de emo-lectro-pop que aúna las bases fardonas de Little Boots con el dramatismo en la voz de una Florence sin tanta tontería, «Guns And Horses» y «This Love (Will Be Your Downfall)» demuestran que las baladas más coñazo de Britney bien pueden salvarse con sabias ráfagas electrónicas y una tonelada de esos ritmos que inducen a bailar moviendo los hombros más que los pies.
«The Writer«, la canción que actúa de acuador en «Lights«, es probablemente el único patinazo del tracklist: un baladón que se pasa de empalagoso y que bien podría estar en el catálogo de Mylie Cyrus (por mucho que, cuando lo has escuchado cuatro veces, ya no piensas en darle al «forward», sino que la cantas por lo bajini para que nadie se de cuenta). «Everytime You Go» empieza a recuperar el (buen) ritmo, aunque el subidón se formaliza rotundamente en «Wish I Stayed«, donde Goulding se espeja como una Kylie profundamente británica. A continuación, «Your Biggest Mistake» y «I Hold My Breath» demuestran que la niña ha aprendido la lección de gum-pop de Annie a la hora de bordar estribillos que se quedan pegados en el reverso inferior de tu memoria como un chicle en un pupitre de 6º de EGB. Por último, «Salt Skin» cierra el álbum con una salva de épica lanzada al cielo en forma de coros multiplicados y acelerones rítmicos.
Antes de que alguien pueda protestar, voy a ser yo el que lo afirme: sí, en esta crítica se menciona casi la plantilla al completo de grandes divas de nuestros tiempos. Pero es que, al fin y al cabo, ahí es donde está Ellie Goulding. Puede que, como siempre ocurre, la británica quede eclipsada por el griterío barriobajero de otras propuestas (¿alguien ha dicho Ke$ha?). Y también puede que «Lights» no sea un disco redondo… Pero el debut de Goulding demuestra, a diferencia del resto de chavalas que intentan triunfar a golpe de oportunismo, que siempre existen nuevas vías a explorar, que no todo tiene que ser imitar a los géneros en tendencia. Todos esperaban (esperábamos) un debut en la línea de «Under The Sheets» e incluso había algún desalmado que rezaba por una extraña mezcla de folk y música electrónica. Pero no, «Lights» resulta ser un disco de pop de toda la vida… de pop del que ya no se lleva. Y puede que eso, ahora mismo, sea más valioso que hacer lo que ya está haciendo Lady GaGa. O, al menos, así debería ser.