Ya estamos en marzo y, a pesar de lo revuelto que anda el clima, se empieza a notar que la primavera está próxima. A unos les gustará más que a otros (pobres alérgicos al polen…), igual que cuando entramos en cada una de las demás estaciones del año, pero aquí no estamos para preguntarnos el por qué de los caprichos de nuestro calendario al estilo Mourinho. Lo que sucede es que, a partir de este mes, se va a constatar un hecho que, en mayor o menor medida, se repitió en temporadas anteriores: una amplia representación del pop sueco (en todas sus vertientes) publicará sucesivamente sus nuevos trabajos como queriendo anunciar (y adelantar) la llegada del buen tiempo y de los día soleados. Seguro que a las chicas de Those Dancing Days les encantaría que ese calor se instalase eternamente en sus vidas… Así lo dio a entender su irrupción en la escena alternativa hace tres años con su debut, “In Our Space Hero Suits” (Wichita, 2008): un dechado de luminosidad, optimismo e inocencia juvenil. Este disco sorprendió al instante porque destrozaba esa máxima capicúa que afirma que se escucha pop porque se está triste y se está triste porque se escucha pop. Nadie duda de que una gran porción de los mensajes que emite el pop procede del dolor y se sustenta en pesadumbres diversas, mas la intención de las pizpiretas Linnea, Rebecka, Cissi, Lisa y Mimmi se centra en dar la vuelta a esa tortilla psico-musical.
El mismo nombre de la banda, al margen de que provenga de una canción de Led Zeppelin (“Dancing Days”), remite a estampas animadas, a meneo desenfrenado y a caras sonrientes. A ello contribuye igualmente su espíritu adolescente, con las connotaciones contradictorias que ese aspecto conlleva: el continente puede resultar refrescante y bullicioso, pero el contenido corre el peligro de mostrarse vacuo y, por momentos, estéril. Si dejamos de lado nuestra postura más quisquillosa y esnobista, ese desequilibrio no debería impedir dejarse empapar por los sonidos de Those Dancing Days y, en concreto, de su nuevo LP, “Daydreams & Nightmares” (Wichita / Music as Usual, 2011). Un segundo: ¿qué pinta en el título la palabra “pesadillas”? ¿Las suecas necesitaban airear de algún modo sus miedos? ¿Toda esa felicidad adornada con espinillas se vino abajo? No del todo, aunque se observan algunas gotas de desencanto que manchan, en parte, la inmaculada y virginal imagen del quinteto de Estocolmo. Basta con rescatar de “Reaching Forward” frases como “me encuentro dentro de mí, averiguando cosas” o “estamos aclarando mi confuso pensamiento”, los acordes guitarreros after-punk de “Dream About Me” o los versos convertidos en petición de ayuda de “Help Me Close My Eyes”.
Definitivamente, la leonina Linnea o alguna de sus compañeras debieron de haberse dado de bruces con la realidad de la temida madurez o haber sufrido los percances de los inevitables desengaños emocionales. Ambas circunstancias se aprecian no sólo en los textos, más reflexivos de lo acostumbrado en ellas, sino también en las melodías, que se escapan en ciertas fases del sonido twee que caracterizaba la totalidad de “In Our Space Hero Suits”. En este sentido, destaca la incorporación de elementos novedosos (dicho entre comillas) como los sintetizadores arrancados del electropop ochentero que se movía entre lo bailable y lo romántico (no en vano, el productor de este álbum es la pareja sentimental y profesional de Robyn: Patrik Berger), actores secundarios pero destacados en “Can’t Find Entrance”, “Forest Of Love” o “When We Fade Away”. Esos mismos teclados adquieren mayor notoriedad cuando el ritmo se acelera y las cinco féminas recuperan su disfraz de azucaradas riot-grrrls nórdicas: rozan el histrionismo en “Fuckarias” y no paran de rebotar a lo largo de “I Know Where You Live Pt. 2”.
Al principio hablábamos de la capacidad de los artistas pop suecos de agitar nuestros cabellos con alegres vientos primaverales, y Those Dancing Days, aunque hubiesen rebajado unos cuantos kilos su exultante discurso, no abandonan esa virtud en “I’ll Be Yours”, tan lozana, saltarina y eufórica como aquellas canciones que hace tres años las pusieron en el mapa y pondrán de nuevo en breve a compatriotas suyos como la perfecta Lykke Li, Acid House Kings y Peter, Bjorn And John. Si estuviésemos en una playa cualquiera de Benidorm a finales de los 70, gritaríamos aquello de “¡Que vienen los suecas!” Y los suecos, claro.