Con todo, a pesar de la recuperación de su prolífica productividad, parece que Borja Laudo se ha tomado los asuntos musicales relacionados con su séptimo álbum con más calma que antaño, a juzgar por su tono serio y profundo y su grado de maduración, tomado el concepto en el sentido vitivinícola: a medida que han transcurrido los años, su estilo ha adquirido mayor cuerpo, un aroma más intenso y un mejor sabor. Eso sí, siempre desde su particular prisma, del cual se puede esperar el viraje sonoro más llamativo y menos previsible. Si repasamos su fructífera evolución discográfica, en ella hallamos americana, folk, antifolk, pop colindante con la música disco, tropical-africanismo… Pero, alumbrado “Pavement Tree”, olvídense de todas esas etiquetas.
Porque Bigott ha cambiado otra vez de tercio de una manera radical, casi inédita en su trayectoria, empujado -no se sabe si con o sin premeditación- por su colaboración con el gran Jeremy Jay, encargado de la producción y grabación de “Pavement Tree”. Inevitablemente, la mano del californiano se aprecia en su tracklist, tanto en fondo como en forma: recuerden la esencia emocional y etérea y las hechuras satinadas de su último LP, “Abandoned Apartments” (Grand Palais / Modulor, 2013), y trasládenlas al universo Bigott. Así obtendrán las líneas maestras del trabajo que nos ocupa, que se aleja del adorable histrionismo y de la refrescante efusividad marca de la casa para destacar la condición de crooner pop especial pero firme de Laudo, carácter que antes sólo mostraba -satisfactoriamente- en ocasiones puntuales.
“Pavement Tree” parte de esa base para mostrar la renovada cara musical de Bigott, que se dispersa hacia varias direcciones: dreamy, evocadora e ingrávida en el corte titular, “Pavement Tree”; depurada y estilizada en “Baby Lemonade”; plácida y tímidamente luminosa en “It’s Ok”; espartana y sólida en “Electrolane”; y fiel a su pasado -aunque teñida de melancolía- en “Gipsy Loop”. Al mismo tiempo, una suave penumbra de intensidad variable cubre buena parte del conjunto, entre la que asoman guitarras crepusculares, bajos prominentes, sintetizadores que aportan un apropiado colchón ensoñador, la voz de Borja Laudo repleta de matices y la intervención vocal y los coros de Clara Carnicer de aspecto angelical. Hasta que la tríada final del disco (“Have You Ever Seen”, “Paper Kane” y “Play”) rompe el molde y sitúa a Bigott como una especie de continuador de la tradición de Jonathan Richman & The Modern Lovers adaptándola al estilo bigottiano vía indie-pop de estructura básica guitarra-bajo-batería y fuerte aroma ochentero.
Aplaudamos fuerte, pues, hasta que nos ardan las manos y lancemos confeti al aire: el nuevo giro copernicano ejecutado por Bigott funciona, logra enganchar sorbo a sorbo y ratifica que el actual pop español alternativo nos da sobrados motivos para la esperanza a pesar de la oscura realidad circundante.