Así comenzaba “Fourteen Autumns and Fifteen Winters” (Fat Cat Records, 2007), el disco de debut de The Twilight Sad. Así, con una intensidad casi excesiva que no desaparecía hasta varios minutos después de terminar el último corte. Entre la calma y dolorosas descargas de decibelios, el disco es un crescendo emocional continuo, un clímax detrás de otro. La montaña rusa, en su seguro trabajo, tiene subidas menos empinadas y bajadas menos escalofriantes. Pero “Forget The Night Ahead” (Fat Cat Records, 2009) conserva ese arrebato, aún si la música no produce los mismos temblores tectónicos. Su tercer disco, en cambio, provoca temblores de inquietud. ¿A dónde se fue la rabia? ¿Quién se llevó esa llama que quema los oídos y el corazón? En “No One Can Ever Know” (Fat Cat Records, 2012), la banda de Glasgow introduce nuevos elementos, los teclados y la frialdad del post-punk industrial, pero pierde gran parte de la esencia que los hacía especiales, únicos. Una lástima.
Su cuarto y último trabajo sigue por estos mismos derroteros, pero no todo son malas noticias. Para empezar, han recuperado en parte sus evocadores y largos títulos para las canciones. Un detalle aparentemente insignificante, pero que apunta a una vuelta a sus inicios. Cierto, The Twilight Sad ya no son esos tres tíos que hacían llorar con su mezcla de shoegaze salvaje, los extremos sonoros del post-rock y genética indie puramente escocesa, el linaje de Arab Strap. Hoy en día suenan casi como a unos The Killers con sentimiento, o como si Interpol volvieran a hacer buenas canciones. Y es que una vez perdida la furia y los colosales muros de ruido, The Twilight Sad se han convertido en eso: una banda que hace buenas canciones. Nada es comparable a escuchar su debut y sumergirse en ese turbulento océano de tristeza por primera vez, pero esto nos vale también.
Volviendo a la comparación anterior, “Nobody Wants To Be Here & Nobody Wants To Leave” (Fat Cat Records, 2014) comienza de forma muy similar al “Turn On The Bright Lights” (Matador, 2002) de Interpol. La voz de James Graham suena cada vez más como el barítono de Paul Banks y hasta parece que ha domesticado su fuerte acento. Los teclados hacen acto de presencia, pero no tienen tanto protagonismo como en su anterior trabajo, sino que inteligentemente se usan, en general, como elemento atmosférico. En el segundo corte, de hecho, recuerdan a esa tristemente olvidada banda del apogeo post-punk: The Sound. Posiblemente quienes mejor uso de los teclados hicieron durante esa época. Los martillazos cronometrados de bajo y batería que marcan el ritmo de principio a final en “NWTBH&NWTL” sin duda confirma a The Twilight Sad como nuevos puntales del género. De patito feo y triste de la escena rock escocesa a enésimo nieto de Joy Division: la evolución es clara, si no un poco decepcionante.
Excepto en contadas ocasiones (las lánguidas “It Was Never The Same”, “Pills I Swallow”, “Sometimes I Wish I Could Fall Asleep”) “NWTBH&NWTL” discurre con paso firme y seguro a través de una acertada procesión de buenas canciones y melodías. Una mecánica precisa ha sustituido al frenesí que desgarraba la piel, ese paroxismo vital de sus inicios. Maduración y todo eso. Lo cual no quiere decir que dejen de hacer de la vida algo deliciosamente patético. El tema que da título al disco es The National total, no digo más. Han apagado el fuego pero las brasas siguen candentes. A pesar del tono oscuro que impregna todo el disco, se nota a los de Glasgow más cómodos consigo mismos, más serenos. Más ligeros: ahora vuelan libres, libres de angustia post-adolescente.
En sus añorados inicios (¿se nota que prefiero sus inicios?) eran capaces de ponernos el corazón en un puño. Y luego lo lanzaban al aire. La pasión se desbordaba como un vaso hasta arriba de whisky agitado por un hombre sufriendo un ataque de crisis existencial. La situación de este hombre no ha mejorado mucho, pero ahora tiene el vaso posado sobre la barra, mientras lo observa con la mirada torcida, ahogándose en él con pequeños sorbos. Como el alcohol, The Twilight Sad siempre fueron un eficaz mecanismo para ahogar las penas. Es de agradecer que, pese a haberse hecho mayores, no se hayan olvidado de esta tan decisiva función en nuestras vidas.