«Madee están muertos… ¡Viva Madee!» Así van a encabezarse y cerrarse muchas de las críticas que se podrán leer estos días al respecto de «Libre Asociación» (BCore, 2011), el tercer ataque de The New Raemon al formato largo dejando de lado los múltiples EPs y ese delicioso recopilatorio que fue «Epés Reunidos» (BCore, 2010). Y es que, ciertamente, ahora que Ramón Rodríguez ha decidido dar carpetazo y finiquitar a ese grupo fundamental para entender la escena barcelonesa que gira en torno al sello BCore, parece que el espíritu intangible de aquel cadáver ha venido a alojarse en el cuerpo calentito de The New Raemon. Las giras se han tornado: este proyecto nació como la Fortaleza de la Soledad de Rodríguez, ese lugar en el que refugiarse a la búsqueda de intimidad y de las herramientas (más bien muy poco superheróicas) con las que exorcizar su propia ciudad de Kandor, su mundo interior… Una forma de dar (mucha) voz y voto (ilimitado) a un imaginario propio que parecía ahogarse en las aguas oscuras y casi sólidas de Madee.
Hagamos recuento de las señas de identidad de lo que hasta ahora conocíamos y adorábamos como The New Raemon: estructuras melódicas sencillas y desnudas, estribillos coreables y pluscuamperfectos, letras a pecho descubierto y un equilibrismo magistral entre el sentido del humor más sano y el drama más descarnado… Suelos sucios y techos luminosos. Ya en «La Dimensión Desconocida» (BCore, 2009), sin embargo, Ramón demostraba su gusto por aquella máxima que dice que nada es para siempre y ponía un pie en el formato banda para enriquecer todos los presupuestos que latían suavemente en «A Propósito de Garfunkel» (BCore, 2010). Así que nadie puede extrañarse cuando, ahora, a tenor de «Libre Asociación» (que ha sido lanzado en una preciosa edición especial que contiene el imprescindible documental «A Propósito de Rodríguez» de Sergi A. Minguell), Rodríguez declara que este es un disco nacido de la envidia hacia esa banda que le acompaña desde hace un par de años: mientras ellos tocaban con todas sus fuerzas, Ramón seguía acariciando su guitarra… Hasta que ha dicho basta. Eso es lo que aquí ha cambiado. Por completo.
En el tercer trabajo de The New Raemon se traicionan casi todas las señas de identidad mencionadas más arriba. Las estructuras ahora son más complejas, tirando abajo paredes y desbordándose directamente hacia un bosque inhóspito y oscuro. La desnudez se deja arropar por ropajes de espino eléctrico en forma de muros de guitarras. Los estribillos siguen siendo coreables, pero ya no se corean hacia arriba, mirando al cielo estrellado, sino que se murmullan hacia abajo, hacia el ombligo, hacia las entrañas. Y el equilibrio entre drama y humor cae por fin del lado del drama… Pero no un drama de lágrimas de cocodrilo, sino más bien un sentido estoico de la tragedia que se sobrelleva con los puños bien cerrados y pegando cuatro gritos cuando hay que pegarlos. Las letras, eso sí, se mantienen con el pecho al descubierto, regalando de nuevo algunos fraseados que deberían entrar directamente en los anales de la historia pop de nuestra generación. Y si alguien quiere buscarle los tres pies al gato y buscar el humor por algún siti0, puede hacerlo en la visión desprejuiciada que Rodríguez siempre ha brindado a la hora de abordar géneros dispares, como los destellos movideños en «La Vida Regalada» o el desarrollo de balada de radiofórmula en la desarmante «El Refugio de Superman«. Pero, más allá de esos fogonazos de (supuesto) humor, en «Libre Asociación» sólo hay espacio para el abismo, para la oscuridad.
Hay una seña de identidad de The New Raemon que no hemos mencionado todavía: hasta «Epés Reunidos«, las portadas y el arte en general de todo lo concerniente al proyecto de Ramón Rodríguez corría a cargo del ilustrador Martín Romero. En «Libre Asociación«, sin embargo, la superficie visual corre a cargo de David Elvira y Tina Schmidt. Ya desde la portada, puede intuirse todo lo afirmado en el párrafo anterior: dos enigmáticos personajes con máscaras de lobo parecen pasear por un bosque nocturno con la única ayuda de una linterna (y si esta es la imagen de una persecución violenta o de un paseo entre iguales, es una decisión que ha de tomar quien mira). Lo que en la pluma de Romero era un mundo buenrollista de referencias subculturales se ha hecho carne y (muy poca) luz, con toda la carga de brutalidad y realismo que eso conlleva… Impensable sería que en los discos anteriores de The New Raemon hubiera espacio para la desesperación en crescendo de «Lo Bello y Lo Bestia«, los ambientes tétricos de «Soñar La Muerte» (donde el artista es capaz de que la tonadilla infantil del Conejo de la Suerte suene tan malrollista como la cancioncilla de «Pesadilla en Elm Street«), la marcialidad seca de «Algunas Personas del Valle«, los quebrantos guitarreros de «Aspirantes» o el desgarro hecho coro en la sublime «Verdugo» (primer single del álbum).
La única erupción del viejo Raemon es, precisamente, un tema de título preclaro: «Kill Raemon«. Y es que parece que «Libre Asocicación» es parte de esa terapia que muchos artistas asocián con el proceso de creación: si Ramón Rodríguez afirmó en su momento que The New Raemon fue creado para conseguir un equilibrio mental y exorcizar todo un conjunto demonios enterrados entre sus pulmones y su estómago, ahora parece que el artista ya no necesita al trasunto de Garfunkel. De hecho, tampoco parece necesitar a Madee… En su mito del andrógino, Platón afirmaba que el ser humano fue castigado en el inicio de los tiempos a vagar eternamente a la búsqueda de esa otra mitad a la que estuvo unido en cierto momento primigenio de su vida. Si nos ponemos psicologistas, no sería difícil armar un paralelismo entre la búsqueda de la totalidad del andrógino con la búsqueda de una totalidad mental que todos perdimos en algún punto de nuestras vidas que no conseguimos recordar… En ese caso, Ramón Rodríguez parece estar a punto de reconciliar sus dos mitades, de encontrar el equilibrio. Y si alguien dice en voz alta que, a la vez que finiquitaba a Madee, lo mejor que podría haber hecho es dejar también de lado The New Raemon como nombre artístico, se va a llevar un capón por no escuchar de cerca «Libre Asociación«: puede que la forma haya cambiado, pero por debajo de esa forma sigue latiendo el fondo de The New Raemon, que nunca fue otro que el de Ramón Rodríguez en estado puro, sin las murallas que impone una banda con varios componentes y demasiadas opiniones. Estamos hablando de ese imaginario etéreo que da sentido a un cuerpo, sí, pero también del imaginario etéreo que sobrevive a la muerte del cuerpo, a la transmigración hacia un nuevo recipiente. Por si alguien sigue sin entender la imagen: Madee era el cuerpo, The New Raemon era, es y será el alma. Así que mejor que cambiemos la cantinela y exclamemos: «The New Raemon está muerto… ¡Viva The New Raemon!»