Seamos realistas: Haruki Murakami ha hecho algo más que escribir muchas novelas entretenidas, algunas bastante buenas y otras que quizá podría haberse ahorrado. También es culpable, afortunadamente, de una apertura (al menos aquí en España) a la literatura nipona. Siempre hemos tenido novelas de autores japoneses, sí; pero es innegable que, en estos años, han aumentado las reediciones y apariciones sorpresivas de otros autores en un movimiento oportunista que no condeno porque, repito, considero que hace más bien que mal. Pero vayamos a lo que nos importa: «Kitchen» es un caso paradigmático. Basta ver la información sobre las ediciones: la primera en 1991 y la segunda en el 2006 (ambas en Tusquets). Más claro el agua. Al igual que Murakami, Banana Yoshimoto practica una especie de realismo mágico a la japonesa: historias ligeramente cotidianas, revestidas con un toque fabuloso, onírico. Amor y demás sentimientos rodeados de lo cotidiano, de comida, de electrodomésticos, de la figura de la cocina. Algo que también encontramos en «Moonlight Shadow«, otra historia que comparte el mismo estilo que «Kitchen«, quizá más romántica.
La verdad sea dicha a un nivel personal: la calidad de esta obra me parece muy baja. Yoshimoto escribió «Kitchen» siendo una universitaria, y se nota: cada párrafo rezuma un aire adolescente, una pasión muy mal filtrada, muy mal trabajada. La sensación que produjo en mí como lector era la de estar leyendo una historia escrita por una adolescente soñadora que ha reparado poco en la manera en que ha estructurado y dado forma a sus ensoñaciones pubescentes. Resultado: una historia básicamente torpe. Si uno quiere conocer la faceta literaria de Japón, casi mejor apostar por valores seguros como Mishima o Soseki, por dar tan solo dos ejemplos rápidos. «Kitchen» se deja leer, pero poco más. Su mayor función acaba siendo dejarnos claro que a Banana Yoshimoto le hacía falta, como mínimo, dejar pasar un tiempo para madurar bien y ser, además de comestible, sabrosa. Si ha conseguido tal metamorfosis, no os voy a mentirs, es algo que todavía desconozco.
[Julián Q.]