Dada su condición de verso suelto dentro del panorama del pop-rock alternativo contemporáneo, en esta casa hemos tenido, a veces, la tendencia de actuar como pitonisos ante el avance de la trayectoria de Christopher Owens. Pero este atrevimiento se desvaneció con el tiempo: si a propósito de “Father, Son, Holy Ghost” (True Panther Sounds, 2011) -último trabajo de su antigua banda Girls antes de su disolución-, afirmábamos que seguramente el de San Francisco tendría en mente diseñar más adelante otro movimiento inesperado dentro de su carrera, una vez ratificado este presentimiento con su primer disco en solitario, “Lysandre” (Fat Possum / Turnstile, 2013), concluimos que sería mejor no intentar adivinar su porvenir artístico porque el hombre, básicamente, era imprevisible. Y lo sigue siendo…
Sólo así, a través de su espíritu libre, se puede explicar el plan pergeñado por Owens en su segundo LP bajo su nombre de pila: “A New Testament” (Turnsitle, 2014), embadurnado de arriba abajo de sonidos clásicos norteamericanos como el country, el góspel y el rhythm & blues. Basta con citar las palabras del cantautor en la hoja promocional del disco para describir este viraje sonoro que le ha hecho aparcar el pop y el rock cultivado tanto con su extinto grupo como en solitario: «“A New Testament” está inspirado por los fundamentos de la música estadounidense; es una demostración de composición honesta, sincera y simple”. No le falta razón: desde la aparente sencillez de los géneros mentados sobre los que pivota (sobre todo el country), el sanfranciscano ejecuta un integral ejercicio de estilo repleto de pedal steel y salpicado de coros gospelianos para abrirse en canal y mostrar, por un lado, su amor por los sonidos que mamó en su infancia y adolescencia y, por otro, revisar determinados capítulos de su singular y tormentoso pasado.
Lógicamente, existe la tentación de centrarse menos en los aspectos técnicos de su nueva obra que en lo relacionado con su vida, tanto la presente -su actividad como modelo o su unión sentimental con Hannah Hunt (vocalista de Dominant Legs)- como, y aquí surge el morbo, la pasada. Pero, no nos engañemos: el propio Christopher Owens es el que invita, más que nunca en su carrera, a interesarse por su biografía extramusical. De hecho, uno de los temas centrales de “A New Testament”, “Stephen”, relata poéticamente la separación de sus padres, miembros de la secta Niños de Dios, y el fallecimiento de su hermano menor cuando la familia aún se encontraba enrolada en ella. A la vez, en piezas como “Oh My Love” o “My Troubled Heart” se cuelan versos desesperados que revelan vulnerabilidad, aflicción y pesadumbre, sentimientos que se suman a otros temores que sobrevuelan el álbum como el miedo a la muerte o a la parte negativa de las relaciones amorosas.
Christopher Owens, sin embargo, no plantea “A New Testament” como un acto de flagelación personal que se multiplique por el efecto de unas canciones tristes y absolutamente dramáticas en lo formal. Los géneros que maneja le vendrían como anillo al dedo para hacerlo así, pero sucede todo lo contrario: aquí el country en particular y la etiqueta americana (más y menos eléctrica) en general enseñan su cara más animada (“Never Wanna See That Look Again”), en ocasiones exultante (“Nothing More Than Everything To Me”, “A Heart Akin The Wind”) y, en todo momento, luminosa, incluso en las baladas y medios tiempos (“It Comes Back To You”, “I Just Can’t Live Without You (But I’m Still Alive)”), aunque no pasan de mostrar hechuras más que trilladas y mascadas. De este modo, se constatan un par de hipótesis: que Owens mira atrás sin ira haciendo balance de sus avatares vitales siendo consciente de que, en los últimos años, ha encontrado la felicidad -no hay más que fijarse en la portada y en su alegre pose de cowboy secundado por varios de los músicos y coristas que participaron en el álbum-; y que, al final, va a resultar que, efectivamente, la cuestión musical en “A New Testament” se queda en un plano secundario… Quizá el sorprendente y camaleónico Christopher Owens, saldadas algunas deudas consigo mismo, dé la vuelta a la tortilla en su próxima entrega.