Telekinesis viene a ser el proyecto personal de Michael Benjamin Lerner, un chaval de Seattle que comenzó el 2011 luchando codo con codo con Smith Westerns en esa peculiar carrera por despachar el mejor disco guitarrero de la temporada (y quién sabe si de todo el año…) A esa pugna se pueden unir en cuestión de días Yuck, lo que certifica que el buen pop / rock de toda la vida es capaz de sobrevivir a cualquier rebelión momentánea, ya sea la del lo-fi, el glo-fi, el post-neo-soul-mequedosinprefijos-dubstep y los nuevos góticos… Por falta de variedad que no sea. Al mismo tiempo, Lerner dio la vuelta a dos teorías que suelen aplicarse a toda banda de corta trayectoria pero hábil, inteligente y con posibilidades: la primera, que después de facturar un debut brillante, publicará una continuación mucho mejor; y la segunda, que cegada por esa misma luz de su estreno, pierda la percepción de la realidad y se pegue el golpazo padre con su sophomore. En el caso que nos ocupa, Telekinesis tiró por la vía intermedia a la hora de plantear “12 Desperate Straight Lines” (Merge, 2011), al calcar prácticamente punto por punto las bondades de su estreno, el alabado “Telekinesis!” (Merge, 2009). Aunque su cohorte de seguidores se temía lo peor tras la salida previa del EP “Parallel Seismic Conspiracies” (Merge, 2010), en el que Lerner dejaba caer una versión del “Game Of Pricks” de Guided By Voices con la que homenajeaba a su héroe Robert Pollard y, de paso, firmaba una declaración de intenciones sincera y directa que sus fans no habían interpretado del todo bien: ¿Telekinesis iba a abandonar el barco del power-pop más fibroso? ¿Se iba a arrimar a blandengues como Surfer Blood? ¿No se suponía que nacer en Seattle marca musicalmente para toda la vida?
Como ocurre tantas y tantas veces en este mundillo, esas preguntas no eran más que absurdas especulaciones. Sin embargo, hay que reconocer que, en “12 Desperate Straight Lines”, Lerner gira el timón rockero unos cuantos grados y, sin dejar de estrujar las cuerdas de su guitarra, sí que las tensa de otra manera. Ese leve cambio de rumbo posibilitó que en el tracklist se colara un tema de la talla de “Please Ask For Help”, el cual, admitámoslo, fusila descaradamente el “Just Like Heaven” de The Cure, pero los oídos agradecen que un robo de guante blanco como ese se ejecute tan pulcramente, sin dejar ninguna huella ni rastro del delito. Este es uno de los clavos ardiendo a los que se agarran los críticos para razonar su reticencia a aceptar de buenas a primeras el enjuague estilístico de Lerner en ciertos momentos (como si ya no valiese de nada acudir al legado de Robert Smith y hubiese que enviarlo ya a aquel paraíso chanante en el que también se encontraban Elvis, Jim Morrison, Walt Disney y Michael Bolton como Kenny G). El otro sería “Country Lane”, corte de pátina épica cercana a los British Sea Power más recientes. Pero no se quedan aquí las meadas fuera de tiesto (según algunos) de Lerner, ya que el exultante cierre de este disco, “Gotta Get It Right Now”, le baja los pantalones glam al mismísimo Marc Bolan.
Si hubiese que buscar un culpable (siempre entre comillas) de este pequeño embrollo sería Chris Walla (guitarrista de Death Cab For Cutie), productor de este álbum y de “Telekinesis!”, en donde, por cierto, abundaban los pasajes acústicos más o menos reposados, circunstancia que no restaba pegada al conjunto. En “12 Desperate Straight Lines”, esa suavidad sonora se reduce a una única canción: “Patterns”. Las demás son resplandecientes reflejos de la energía que acumula en su interior Lerner, canalizada a través de válvulas de escape como “I Cannot Love You”, “Palm O Your Hand” o “I Got You”, o reciclada en cristalinas y vitaminadas píldoras de autoayuda y autocompasión: “You Turn Clear In The Sun”, “50 Ways”, “Car Crash” o “Fever Chill”. En este último sentido, no se debe olvidar que la principal motivación de Lerner en este disco, partiendo de su propio título, es sacar fuera malos espíritus relacionados con el desamor, la debilidad personal y la pérdida de la esperanza ante determinadas situaciones de la vida. Con todo, “12 Desperate Straight Lines” es un muestrario completo de cómo lamentarse por cuitas varias sin caer en el tedio, un trabajo efervescente empaquetado en un fresco envoltorio que remite al indie primigenio de hace un par de décadas, aquel que sabía capturar el regocijo de, por ejemplo, un alegre adolescente que acababa de perder la virginidad y la desgracia de un tipo cuya autoestima se desparramaba por el suelo tras haber sufrido un gatillazo en plena tarea.
Telekinesis – Please Ask for Help by In House Press