Algo pasa con Holly Miranda. Uno ve su cara de niña buena y no puede resistirse a pensar por qué no habrá más chicas como ella en la ciudad. Al igual que le sucede a Tom en la película “(500) Days Of Summer” (mejor el título original que el simplón y ridículo “500 Días Juntos”), sería todo un milagro del destino encontrar esa media naranja fanática de la música indie, inteligente, enigmática, guapa… y que, además, cantase como los ángeles y formase parte de una banda. Demasiado perfecto para ser verdad, por eso mejor bajar los pies a la tierra y quedarnos con lo único que podemos tener de esta joven de Detroit: las canciones (eso no nos lo quita nadie) de su segundo disco en solitario, “The Magician’s Private Library” (XL Recordings / PopStock!, 2010). El primero, “High Above The City: Evolution” (Sweetspot Records, 2001), data de hace nueve años, aunque los más duchos en la materia sabrán que Holly Miranda se granjeó una gran reputación tras formar en 2004 The Jealous Girlfriends junto a Alex Lipsen (a su vez prestigioso productor de, por ejemplo, TV On The Radio y Yeah Yeah Yeahs). Un proyecto que todavía sigue con vida, y que los adictos a las series televisivas recordarán por aparecer en la banda sonora de “L” y, ejem, “Anatomía de Grey”. Hay que ganarse las habichuelas… Aunque realmente el dúo ya se había dado a conocer con su debut, “Comfortably Uncomfortable” (Sweetspot Records, 2005), y su continuación, “The Jealous Girlfriends” (Last Gang Records, 2007).
Las líneas que seguía la pareja en esos dos trabajos se movían entre el clásico dream pop de Mazzy Star, la suavidad shoegaze de A Sunny Day In Glasgow y los chispazos eléctricos de Lush o Tegan And Sara. Huellas que aparecen en parte en “The Magician’s Private Library”, ya que Holly se centra en sus influencias etéreas y delicadas. Será porque su mejor virtud, su voz, se lo permite. Y por la habilidad del solicitado y casi omnipresente Dave Sitek (miembro de TV On The Radio) a los controles de la grabación. Habrá que darle las gracias entonces por conseguir que “Forest Green, Oh Forest Green” y “Sweet Dreams”, mecidas por deliciosos arreglos de viento, sirvan para, aunque sólo sea por unos minutos, ocupar el lugar de los neoyorquinos Ivy hasta que publiquen su nuevo disco en unos meses. Al igual que ellos, la señorita Miranda da sentido y sensibilidad a las noches más extrañas, alargándolas como si no quisiese que nunca llegase el amanecer. Es imposible que tras escuchar la dupla formada por “Joints” y “Waves” (sobre todo ésta) la mirada no se quede perdida en la penumbra y la cabeza dando vueltas a vivencias que creía ya enterradas y olvidadas, tanto buenas como malas; nostalgia y frustración. Si predomina lo segundo, calma: el espíritu de Elizabeth Fraser y sus Cocteau Twins se apoderan de “The Magician’s Private Library” para inyectar las necesarias dosis de sedante (“No One Just Is”, la inmensa “Slow Burn Treason” y la casi nana “Everytime I Go To Sleep”). Pero en cantidades justas, no vaya a ser que no haya manera de volver a abrir los ojos. De ahí que, en medio de ese paisaje onírico, Holly no se olvide de su pulso pop y se saque de la manga un par de temas (“High Tide” y “Sleep On Fire”) que podrían encajar perfectamente en los elepés de The Jealous Girlfriends.
En este comienzo de 2010 parece que las medallas están recayendo en artistas que se mueven entre atmósferas poco terrenales y sueños infinitos. No hay más que fijarse en Beach House y su “Teen Dream” (Sub Pop / PopStock!, 2010). Posiblemente acabe elegido como lo mejor de este año, pero, siendo sincero, prefiero quedarme con Holly Miranda. Y no porque parezca que descendió del cielo para salvar unas cuantas almas, ni porque siga siendo un iluso al creer que alguien como ella se me plantará delante al doblar una esquina. No, lo digo por… De eso nada, ¿por qué no puede hacerse realidad?