Decían las malas lenguas que sería muy difícil superar a la edición del año pasado… Pero hay que reconocer que el Paredes de Coura 2014 lo ha petado.
[dropcap]E[/dropcap]l festival Paredes de Coura es el lugar donde, durante casi una semana, todos los implicados en él, delante y detrás de las bambalinas, acceden a un pequeño edén y se olvidan de lo que sucede en el resto del planeta. Es el evento que provoca que la villa que lo acoge se integre en él y se convierta en el epicentro de una gran fiesta que da la bienvenida al público los días previos a su inicio.
Es el emplazamiento en el que también hay hueco para que, a lo largo de dos jornadas, se desarrollen -este año por primera vez- las conferencias COURAge to THINK, protagonizadas por diversos profesionales portugueses y foráneos que analizan globalmente el concepto de festival de música como negocio y elemento dinamizador cultural. Es el lugar donde la hospitalidad y el compañerismo predominan en su ambiente desde el primer momento. Es el entorno en el que, encuadrado en plena naturaleza, en la playa fluvial do Taboão, se materializa la posibilidad de que un certamen multitudinario se sienta de cerca con emoción.
Es el punto de encuentro de viejas amistades y otras nuevas por conocer. Es el espacio en que, ya sea en las orillas del río Coura o en el recinto de conciertos, las miradas se cruzan, los besos se roban consentidamente y los abrazos se perpetúan. Es el sitio donde se perfilan alegres sonrisas ante sus escenarios Vodafone, Vodafone FM y Jazz na Relva. Es la zona en la que el calor diurno se recibe con euforia y el frío nocturno no importa. Es el destino de miles de almas devotas de la música que comprenden y asimilan el significado de la felicidad veraniega en todo su esplendor.
Así se definió, letra por letra y palabra por palabra, el Vodafone Paredes de Coura 2014. Un capítulo que tenía ante sí un enorme desafío: superar, en cantidad y calidad, el listón dejado por su predecesor de 2013, considerado el mejor de la larga historia del festival situado en el norte de Portugal. La tarea resultaba complicada pero, para hacerse una idea del éxito logrado en su vigesimosegunda edición, basta con destacar su mágico dato de asistencia: más de cien mil personas -récord del certamen-, que poblaron la reunión courense en sus cuatro días duración y que pudieron no sólo saborear sus excelencias extramusicales, sino también empaparse de la diversidad artística de un programa quizá no tan completo como el del año anterior, pero sí lo suficientemente atrayente como para sentenciar en su balance final que el nivel medio de los teóricos invitados secundarios fue elevado -rebasando las prestaciones de otros nombres supuestamente superiores- y, en ocasiones, tan rutilante como el alcanzado por los cabezas de cartel.
MIÉRCOLES 20 DE AGOSTO: Música para las masas
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE. La novedad primordial del Vodafone Paredes de Coura 2014, además de contar con una jornada menos, era la de subir el telón en el escenario principal frente a su famosa verde y herbácea ladera -no en el secundario, como era costumbre-, por una sencilla razón: la esperada gran afluencia de espectadores. Presagio que se cumplió -hasta 20.000 espectadores- pese a que el menú del día de inauguración incluía tan sólo cinco aunque diferenciados y sugerentes nombres.
El primero de ellos, la rapera lusa Capicua, aprovechó la ocasión para, ante una entregada audiencia, con apoyo visual y el refuerzo de una MC y dos djs, lanzar sus rimas preñadas de mensajes feministas (en la línea de su último disco, “Sereia Louca” -Norte Sul, 2014-), emocionales y críticos con la situación actual de su país. Sus rápidos fraseos, su ágil flow y los graves rotundos de sus temas más dinámicos ayudaron a que su hip hop moderno pero con toques old skool arrancara las primeras ovaciones del repleto foso.
Situación que se prolongó, no sin cierta incomprensión desde la perspectiva del oído español, a lo largo de la actuación de Cage The Elephant, cuya legión de seguidores en Portugal es nutrida y entusiasta, hecho que se refrendó en cuanto los estadounidenses apretaron el interruptor eléctrico con “Spiderhead” y “Aberdeen”. La ya de por sí alta temperatura de su show creció en proporción a la de su cantante, Matt Schultz, desatado hasta niveles paroxistas. Sus gestos típicamente rockeros y otros guiños de la banda -la reproducción de los acordes del “Seven Nation Army” de The White Stripes– sirvieron para enardecer a las masas y completar su oferta de rock con alma pop y viceversa, estilo que permitía a la banda saltar de ritmos bailables a medios tiempos (“Cigarette & Daydreams”, “Telescope”) sin que decayera la tensión. Aunque donde mejor se manejaba esta era en los tramos de alto voltaje, como “It’s Just Forever”, que funcionó de catapulta para cerrar la parte final de su intervención siguiendo la vía del punk-rock con el propio Schultz practicando crowdsurfing en la filas delanteras. Al final hubo que entender a la fuerza por qué nuestros vecinos lusos adoran a Cage The Elephant…
Con respecto a Janelle Monáe, no había ninguna duda: desde su irrupción a nivel global en 2010, la pasión por su propuesta retro-contemporánea está justificada de sobra. Conocida por sus espectaculares directos, en tierras courenses exhibió su visión de lo que debe ser un concierto, empezando por su presentación (con decorado en blanco -sobre todo- y negro) y formato (big band con dos coristas, metales y amplia percusión) y terminando en su planteamiento (un teatro musical perfectamente coordinado). Sobre esa base, Monáe desplegó todos los encantos de “The Electric Lady” (Bad Boy, 2013), combinando soul, pop, rock, coreografías, luz y color para facturar una función que remarcó su sensualidad (“Electric Lady”), su aura de carismática diva dance-funk (“Dance Apocalyptic”) y su empeño por conectar constantemente con el respetable. Por momentos, parecía estar poseída por el espíritu de James Brown, sensación que refrendó con una elegante versión del “I Feel Good” del padrino del soul. Aunque su habilidad para manejar los tempos le ayudaban tanto a cantar al amor universal con “Primetime” como a festejar el poder de la gente mediante “Tightrope”. La energía acumulada provocó que el primer bis concedido por la norteamericana se transformase en una frenética verbena funky y doo wop. El segundo, acabada la juerga, se ejecutó como despedida emotiva envuelta en el ochentero synthpop satinado de “What An Experience”, título que describía a la perfección el pensamiento de muchos de los que habían presenciado la arrebatadora performance de la show-woman Janelle Monáe.
Y del maximalismo refinado a la pulcra sencillez del la proposición de Public Service Broadcasting: por un lado, Wrigglesworth a la batería; y, por otro, J. Willgoose, Esq. encargado de la guitarra, el banjo, el sintetizador y las secuencias audiovisuales sobre las que sustentaron su directo, en determinadas fases extraño pero siempre interesante. Los collages de imágenes en movimiento extraídos de documentales y películas clásicas ponían voz a pasajes instrumentales de poderoso aroma kraut cuya construcción recordaba a The Avalanches (aunque recurriendo a samples visuales) y a Holy Fuck (por su exactitud metronímica). “Everest”, desenlace épico-melancólico, puso la nota sensible a un magnético set.
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE FM. Cut Copy djs -es decir: Dan Whitford junto a uno de sus compañeros de banda- cerraron la noche hilando electrónica de baile de graves potentes y filiación noventera, que explicaban en parte el origen del sonido definitorio de los australianos. La selección prevaleció sobre la técnica para brincar al son de joyas del house contemporáneo (“When A Fire Starts To Burn” de Disclosure, “It Goes On” de Storm Queen), remezclas (del auto-homenaje “Hearts On Fire”, de “Uncertainty” de Jagwar Ma) e incunables del electropop (“Enjoy The Silence” de Depeche Mode).