La teoría del efecto mariposa afirma que el delicado aleteo de ese insecto puede provocar, desde un extremo al otro del mundo, un acontecimiento de proporciones gigantescas (sus consecuencias, divinas o catastróficas, dependerán de cómo se ordene ese caos). Exactamente eso fue lo que ocurrió con el segundo disco de Cut/Copy, “In Ghost Colours” (Modular, 2008): desde su segundo inicial, una potente corriente invisible partió de Melbourne y, rompiendo las normas generales de dicha teoría, se impulsó hacia múltiples puntos geográficos del planeta hasta provocar miles de casos de impactos emocionales instantáneos. Los resultados de ese suceso global variaron en función de las particularidades de la situación concreta de cada persona: a unos, les ayudó a recomponer su corazón resquebrajado; a otros, a reforzar su euforia tras haber recibido alguna buena nueva; y a los demás, ni lo uno ni lo otro, viviendo en ese lamentable limbo de felicidad que proporciona la ignorancia. Fuese como fuese, después del tiempo transcurrido, la respuesta de los que pertenecen a los dos primeros bandos a la pregunta “¿qué ocurría en tu vida cuando escuchabas compulsivamente “In Ghost Colours”?” suele ser automática y descriptiva, a la manera de cuando nos interrogan sobre dónde estábamos o qué hacíamos durante el 11-S o la final del pasado Mundial de fútbol de Sudáfrica.
Una vez planteada tal cuestión, uno debería abrirse y reconocer qué le sucedía durante la fase “In Ghost Colours”, un álbum que, absorbido y asimilado, funcionaba como un confesionario en el que realizar actos de contrición, redimir pecados y preguntarse quién había sido el culpable. Así, en el caso del que suscribe este texto, ya queda resuelta la duda acerca de a qué división de oyentes de Cut/Copy se arrimó… Es decir, que su himno redentor por antonomasia no sería “Lights And Music”, sino más bien “Hearts On Fire” (su videoclip lo dice todo), una gema pop con unas hechuras, tanto en fondo como en forma, que no se advertían desde el “Regret” de New Order. Aunque, claro, a su lado también estaban “Far Away”, “Out There On The Ice” o “So Haunted”, una ristra incomparable e incontestable de odas sintéticas a la melancolía por el pasado y a la nostalgia por el futuro que incluso hubiesen aplacado los tormentos interiores del blade runner Rick Deckard.
El halo mítico de “In Ghost Colours” será muy difícil de igualar y, sobre todo, de superar. De ahí que el advenimiento de su sucesor, “Zonoscope” (Modular / Universal, 2011), se haya recibido con cautela y tibieza y, simultáneamente, hayan surgido las pertinentes y odiosas comparaciones entre ambos. Aquí las resumiremos en que, si antes encontrábamos (electro)pop diáfano que iba directo al corazón, ahora nos topamos con un pop más orgánico y tornasolado que da unos cuantos rodeos para alcanzar su destino (de nuevo, el corazón). El primer motivo al que se está aludiendo para razonar ese cambio es la intervención en la mezcla de Ben H. Allen (encargado de idéntica tarea durante las sesiones de post-producción del catártico “Merriweather Post Pavillion” -Domino, 2009- de Animal Collective) a petición expresa de un Dan Whitford completamente obnubilado por la obra magna del colectivo de Baltimore. La segunda causa sería el viraje estilístico perpetrado por el grupo, que saltó de los sonidos ochenteros neworderianos (sin abandonarlos del todo) a los más AOR de la época (Fleetwood Mac, Men At Work o los Duran Duran del álbum “Rio” -Capitol, 1982-) y a otros de décadas anteriores (los 60). No obviaremos esos puntos de partida, pero en el interior de “Zonoscope” se esconden piezas de orígenes diversos que acaban conformando un puzzle sonoro adictivo y alejado del eje lineal sobre el que se sustentaba “In Ghost Colours”. Efectivamente, aquel LP, sin ser una trabajo conceptual per se, sí que poseía las características necesarias para considerarlo como tal.
Por su parte, la tercera muestra del trío rompe ese molde y los haces de luz de su núcleo comienzan a emerger poco a poco a medida que se abre su cascarón: no golpea de inmediato en la primera toma de contacto y precisa que se sedimente y fluya de forma pausada. Del mismo modo que se desarrolla “I Need You Now”: arranca en calma chicha hasta que empieza a palpitar con la entrada de la percusión y los arreglos espaciales, despliega su manto cósmico gracias la voz ascendente de Whitford y desemboca en un tramo final que, lejos de explotar como una supernova de champán, reconforta y despeja el acceso a la triada de singles más claros de todo el lote. Los dos ya conocidos, se salen, en parte, de la tangente de Cut/Copy: por un lado, “Take Me Over”, con una melodía y un estribillo que recuperan la mejor cara del pop ochentero basado en los teclados, todo ello aderezado con timbales y destellos sacados de un paraíso tropical galáctico; y, por otro, “Where I’m Going”, otra muesca a anotar en la pizarra donde los australianos dejan por escrito su afán por encontrar el sonido pop perfecto y tarareable, aunque en esta ocasión decidieron recurrir a los cánones clásicos y naturales de The Beatles y The Beach Boys. Cierra el círculo “Pharaos & Pyramids”, esta sí más típica del grupo y hit en potencia de “Zonoscope” al aglutinar la cultura de club (saltarinas notas de piano incluidas) con elementos evocadores (sintetizadores con vida propia y líneas de guitarra que ni paridas por Bernard Sumner). La fiebre por los sonidos tribales más frescos provenientes de latitudes calurosas regresa con “Blink And You’ll Miss A Revolution”, hermana melliza de “Take Me Over”.
La segunda parte de este disco cambia relativamente el gesto y sigue el camino marcado por “Far Away” en “In Ghost Colours”. Es decir: un pop liviano que aligera el peso de la sección electrónica (“This Is All We’ve Got” y “Alisa”) y desacelera el ritmo (“Hanging Onto Every Hearbeat”) para alcanzar el tramo final, que se desarrolla en ese terreno de fronteras difusas en el que a veces es difícil distinguir lo material de los sueños… “Corner Of The Sky” y “Sun God” (a pesar de su duración -¡un cuarto de hora!-, a lo largo de la cual parece que Whitford pretende unir todos los componentes del minutaje total en un único corte) se presentan como puentes a un tercer nivel onírico en el que Cut/Copy dibujan un paisaje conocido pero diferente, renovado e igualmente sugerente, y diseñan un recorrido que hay que explorar sin prejuicios. En esencia, esa sería la dirección a seguir para entender el sentido (y la sensibilidad) de “Zonoscope”, un cuadro hecho a base de retazos de una realidad distorsionada convertidos en recuerdos… Un nuevo episodio de depuración emocional provocado por el leve movimiento de una mariposa que vuela al otro lado del planeta.
Take Me Over by cutcopymusic