Alaska se sube a la Perrier Van como embajadora y nosotros aprovechamos la ocasión para preguntarle sobre algo tan superficial y vulgar como las vacaciones…
Hay una mujer en España que lo hace todo. Se llama Alaska, y no le tiene miedo a nada ni a ningún proyecto. Con 50 años, sigue estando más en forma que nunca en el escenario: sus jits junto a Nacho Canut en Fangoria han vivido en los últimos tiempos una puesta a punto que no sólo la mantiene al lado de sus fans más fieles, sino que le ha granjeado la admiración de toda una nueva generación y le mantiene en el candelero haciendo conciertos con lleno absoluto aquí, en Pekín y en Pokón, todo esto en un momento en el que la gente se piensa muy mucho en qué se gasta sus dineros. Su reality en la MTV nos la mostró tal cual es en su día a día, con sus luces, sus sombras y sin maquillaje, ni literal ni figurado. Cantante, bailarina (a su manera), tertuliana televisiva, colaboradora radiofónica, bloguera, protagonista de reality, esposa, icona pop, Musa de la Movida y, ahora, también, embajadora en general de Perrier y en concreto de esa Perrier Van que durante este verano ha estado arreglando barbas y uñas en los rincones más molones de Madrid y Barcelona. Si hay alguien en este país que lleva tatuado a fuego lo de «que el ritmo no pare, no pare«, es ella.
Por eso no quisimos dejar escapar la ocasión de hablar con esta mujer de algo tan superficial y vulgar como las vacaciones (que, como ya sabéis, es el tema recurrente del verano en esta casa). Más aún, teniendo en cuenta que el título de nuestra temática lo hemos cogido de una canción del que fuera su gran amigo Carlos Berlanga. Pero, claro, tratándose de Alaska la conversación no podía ir por derroteros normales ni aburridos. Liada como está a todas horas, nos encontró un hueco en su apretadísima agenda mientras estaba en el banco y, en una de las entrevistas más fugaces pero también más inteligentes que he hecho, nos dio un montón de titulares y respuestas geniales sobre el tema, demostrando que lo jugoso no está en la cantidad sino en la calidad. Alaska, como en todo lo que hace, es la mejor entrevistada que te puedas encontrar.
Para empezar, cuéntanos un poquito cómo nació esta relación entre Perrier y Alaska y cómo acabaste siendo embajadora de la Perrier Van… La primera vez que entré en contacto con Perrier fue en la presentación de «Exótica«, la colección de ropa se Silvia Superstar. Resulta que yo soy bebedora compulsiva de agua con gas: no bebo agua sin gas desde hace años. Así que les dije que no me importaría colaborar en cualquier momento y, a partir de ahí, todo fue rodado.
¡Y nunca mejor dicho! Pero, oye, gira de Fangoria en pleno apogeo, colaboraciones en diferentes medios de comunicación y, ahora, también eres embajadora de la Perrier Van… Con esta agenda tan a tope, ¿cómo tienes planteado el tema de las vacaciones este año? Yo es que nunca he tenido vacaciones, al menos con ese nombre propiamente dicho. Incluso he llegado a pensar que, oye, podría probarlo en algún momento. Porque el año pasado tuve cinco días de eso que llamáis «vacaciones» y, mira, me parece que se pasa bien, se desconecta, pero la verdad es que el concepto de la “vacación” no es algo que vaya conmigo. También es cierto que yo me dedico a lo que me gusta, por lo que no necesito desconectar de mis actividades habituales. Pero de lo que sí me estoy dando cuenta es de que físicamente sí que necesito descansar. Pero con lo que me has dicho planteabas una cosa que está bien para transmitirle a la gente: ese concepto que tenemos desde pequeños de tener dos meses de vacaciones no tiene por qué ser así cuando creces. Las vacaciones pueden ser periodos más cortos, que te sirvan para desconectar. Y no te tienen por qué costar muchísimo dinero: puedes estar en tu casa tumbado en el sofá leyendo todos los libros que no has podido, consultando todas las cosas que no has visto, o metiéndote una sesión de todas las temporadas de «Juego de Tronos«… Todo eso son vacaciones también, no solamente el plan ideal o el plan que nos venden de “compra un billete a tu destino ideal”. Pues no. Vacaciones es, al fin y al cabo, hacer lo que te da la gana en cada momento, desconectar y disfrutar un poco de lo que no puedes hacer a diario.
Es verdad que, hoy en día, tenemos la idea de que para disfrutar de las vacaciones tienes que gastarte un montón de dinero, irte a la otra punta del planeta o hacer cosas que normalmente no harías. Y, mira, esto que me comentas entra en conflicto con la siguiente pregunta que te quería porque creo que ya me la has respondido: ¿cómo serían tus vacaciones ideales? Pero cuando te digo vacaciones ideales me refiero a ideales de verdad, incluso si pudieras viajar en el tiempo… ¡Uf, qué maravilla! Pues me iría al Londres de finales del siglo XIX y me iría a conocer a Madame Blavatsky, a Aleister Crowley… A ese momento así como de inicio de la sociedad secreta oscurantista. Serían unas vacaciones perfectas: en Londres, lloviendo y sin sol. Para mi sería estupendo. ¡Eso sí sería un buen plan!
¿Y con quién irías? Pues esas no las haría con Mario, porque se iba a aburrir como una ostra y me iba a poner la cabeza como un bombo. Esas las haría sola. Con Mario me iría a 1979, a Nueva York, al Studio 54 y estaríamos allí todo un mes yendo todos los días a Studio 54, y luego iríamos a la Factory de Warhol y a ver conciertos de Blondie. Ahí Mario disfrutaría mucho.
¡Hombre, es que a ese viaje me iba yo con vosotros también! Y, dinos, ¿a qué sitio no te irías nunca de vacaciones? Pues es horrible decirlo, pero nunca me iría a un destino de esos que la gente entiende por «paradisíacos». Creo que lo haría una vez para probar, pero tampoco creo que disfrutaría mucho, porque para pasar el tiempo debajo de una alfombrilla y totalmente tapada… Ya lo hicimos una vez que fuimos a tocar a Punta Cana: hay una foto maravillosa de todo el grupo, las Nancys y Fangoria, en la que estamos todos de negro y con manga larga. ¡Y con sombrilla!… En esos sitios tienes que saber disfrutar. Tampoco me iría nunca a viajes de estos de aventura, de cogerte un jeep y trepar y escalar y tener que ir andando a no sé donde. No lo podría hacer nunca, básicamente porque me moriría por el camino.
Entonces, intuyo que eres más de montaña que de playa, ¿no? Pues a mi la playa me gusta, pero me gusta la Concha en San Sebastian. Me gustaría tener una casa allí y salir a primera hora de la mañana o de la tarde, cuando no hace mucho sol, y bajar con tranquilidad. A mi me gusta más un plan urbano, en realidad. Y, luego, claro que me gusta un plan de casita de campo, pero ya lo veo de otra forma.
¿Cuáles son las vacaciones más bonitas que recuerdas? Las que pasé de pequeña son totales porque son diferentes a las de aquí en España. En México no se hacía eso de cogerte dos meses, irte a una casa en la playa y tal, en plan «Verano Azul«. Mis vacaciones de pequeña eran quedarme en mi casa con mi abuela haciendo lo que quería. Y eso era total.
¿Y las más horrorosas? ¿Las más coñazo? Esas que te hicieron pensar «para esto, me quedo en casa»… Pues estoy pensando, pero la verdad es que creo que no tengo malas experiencias a ese nivel. Supongo que, llegado el momento, soy tan selectiva que no me suelo equivocar… Pero [ndr: Alaska piensa, pero no necesita pensar mucho], ¡pues si! Mira, cuando era adolescente, al principio de los Pegamoides, me fui con unos amigos pintores a Cádiz. Me dijeron: «Oye nos vamos a ir unos días a los Caños de Meca«. ¡Y me instalaron ahí en la playa con un toldo! Yo me quería morir, llegaba la noche y no pegaba ojo. Duramos dos días.
Dinos tres libros para llevarse de vacaciones. Primero «Las Meditaciones de Marco Aurelio«, porque relaja mucho y es una buena filosofía de vida, ya que tiene que ver con la filosofía estoica y con aceptar cómo vienen las cosas. Luego me llevaría algo de Stephen King para pasar miedo y pasármelo muy bien. Y finalmente me llevaría alguna novela de Jackie Collins, o de estas que tienen mucho lujo, poder y mujeres ambiciosas. Por último, que nunca viajo sin ellos, alguno de los libros de mi carrera de Historia… que espero terminar antes de llegar a los cien años.
¿Y por dónde vas de la carrera? Pues voy por el tercer cambio de planes. Ahora soy Bolonia, imagínate. Esto es un chiste. Con las convalidaciones, he perdido asignatura porque han desaparecido, como Filosofía, por ejemplo, que ya no es obligatoria sino una troncal. Osea, un desastre.
Entonces, ¿podemos decir que uno de tus planes para la vuelta de vacaciones es retomar y avanzar más en tu carrera de Historia? ¡Siempre! Yo siempre echo la matrícula en septiembre como una jabata. Me miro todas las asignaturas, incluso me apunto a dos así, en un alarde de valentía… Y luego no las puedo hacer. Llevo años sin poder presentarme a un examen.
¡Es que no paras! Debe ser imposible compaginarlo todo… Sí, trabajo un montón y es una trampa, porque como trabajo en lo que me gusta, pues no tiene fin.
Y además de seguir con tu carrera de Historia, ¿cuáles son tus proyectos para la vuelta de vacaciones? Con Fangoria terminamos de tocar a principios de noviembre. Y ahí sí me cogeré un poquito de más tiempo. La idea es empezar a pensar en el próximo disco, que se grabaría el año que viene pero que no saldría hasta el 2016. El año que viene toca pensarlo, grabarlo y hacerlo.
Bueno, Alaska, y como cierre a esta entrevista, este verano nuestra temática está dedicado a las vacaciones soñadas (o no), al hedonismo veraniego, a disfrutar como uno quiera, aunque sea por encima de sus posibilidades. Y el título es también un pequeño homenaje a Carlos Berlanga y sus «Vacaciones en Sodoma». Así que no puedo dejar de preguntarte: ¿y tú qué prefieres, mantequilla o Tulipán? ¡Mantequilla! Porque nos han vendido que las grasas vegetales que sustituyen a la mantequilla son mucho peores que la propia mantequilla, así que ya puestos: mantequilla, ¡que por lo menos es proteína!