Si es que incluso la portada parece remitir a aquellos tiempos: unas pintadas de colores fluorescentes y raveros con un corazón en primerísimo primer plano. Me pones a una mamarracha con pelo-pincho teñido de rubio platino, gafas con cristales azules y un chupete, y no me podría parecer mas 90s. Pero es que, al fin y al cabo, esa son las coordenadas en las que se mueve Marcus Lambkin y, por lo menos, podemos agradecer su honestidad al respecto desde la forma (la mencionada portada) hasta el fondo (el musicón del que he venido a hablaros en esta reseña). House, disco a lo Paradise Garage y rave son los géneros que constan en el libro de estilo de «We Got a Love» y, aunque todo ello te pueda sonar a Disclosure y compañía, la propuesta de Shit Robot acaba por operar más cerca de la aproximación más madura de Hercules & Love Affair (salvando las distancias enormes y heteronormativas entre ambos, claro). Si la jovencísima generación de los hermanos Lawrence ha optado por idealizar y estilizar su visión de lo que fueron unos 90 que nunca vivieron, llevándola hacia el terreno del hype, Lambkin prefiere acercarse a aquellos sonidos sin intención ni coartada cool: su única prerrogativa es hacer perder la cabeza a través del baile, y cuando pierdes la cabeza poco importa si eres cool o no, si tienes un ojo mirando pa Cuenca y el otro pa Segovia.
Puede que, en el caso de que tuviéramos que buscarle algún pero a «We Got a Love«, ese pudiera ser que las canciones se suceden en el álbum sin ningún tipo de continuidad, más bien como una acumulación de canciones a veces de estilos cercanos pero diferentes. Esa sensación podría verse multiplicada por la diversidad extrema de los múltiples colaboradores que ya quisiera para sí un anuncio de Benetton: desde Nancy Whang hasta Museum of Love (es decir: el proyecto paralelo de Pat Mahoney de LCD Soundsystem) pasando por Reggie Watts, Luke Jenner (de The Rapture) o ese mito con patas de la escena house de Chicago llamado Lidell Townsell, todos ponen su granito de arena a la hora de crear esta oda a la década maravillosa. Cuando se junta semejante plantel de colaboradores, el peligro es que cada uno de ellos haga suya la canción en la que colabora… Pero, sin embargo, en el caso de «We Got a Love» persiste la sensación de que ha sido Lambkin el que ha sabido encontrar el género que mejor casa con cada una de sus voces, ya sea en el disco puramente NYC que pone al servicio de Watts en la titular «We Got a Love«, en el rollo rave bubblegum que embarga a la Whang de «Do That Dance«, en el deep house fardón de Townsell en «Do It (Right)» o en la maravillosa «Feels Real«, donde Jenner hace de medium de aquellas señoras negras y orondas que, a altas horas de la madrugada, salían a cantar sobre bases house en cualquier club de medio pelo y te hacía sentir en la luna de Valencia (o en la de Ministry of Sound, vete tú a saber).
Para muchos, el verano del amor fue el del año 67. Para mí y me arriesgo a afirmar que también para Marcus Lambkin, los veranos del amor fueron los del house y las raves noventeras. Para otros, el verano del amor es cada vez que se meten una pastilla. Para gustos, los colores. Y para bailar y perder la cabeza, «We Got a Love«.