Pero, repito que, en el caso de «Wrong Cops«, sería insensato forzar su encajonamiento en alguna categoría de las anteriormente mencionadas. Sí que es cierto que el film de Dupieux supone un hito en el trenzado de lo audio con lo visual, y también es cierto que aquí hay una elocuente investigación de hasta dónde llegan las fronteras de la comedia negra… Pero si hay algo que hace brillar a «Wrong C0ps» es precisamente su falta de pretensiones: Dupieux tiene ganas de pasarlo bien y de hacerlo pasar bien, y ese el único faro guía que habría que seguir a la hora de formalizar cualquier análisis de «Wrong Cops». Es esta falta de pretensiones la que, a su vez, hace volar a la cinta de forma libre y bien alto, lejos de convencionalismos, lejos de géneros, lejos de esnobismos, que es lo que, al fin y al cabo, debería pretender cualquier comedia. La intelectualización del material que tenemos delante, en este caso, correrá bajo nuestra cuenta y riesgo. Pero ahí está lo jodido: que, por insensato que parezca, la intelectualización de esta cinta resulta ser algo delicioso.
Para empezar, y tan sólo rascando la superficie, es inevitable que muchos quieran y puedan ver una finísima sátira del mundo de la música en «Wrong Cops«. Dos escenas resultan preclaras a este respecto, ambas increíblemente alejadas la una de la otra. En la primera de ellas, un hombre moribundo que es transportado en la parte trasera de un coche protesta e increpa al conductor para que vuelva a poner música, ya que esta consigue que deje de pensar, que deje de ser consciente de que está muriendo poco a poco. Esto podría ser algo poético y bello, una bonita metáfora del poder de la música para proporcionarnos paz de espíritu, si no fuera porque un par de escenas después el conductor le pregunta al moribundo si le gusta la música que ha escogido y este le responde que, básicamente, le da igual qué música ponga. Aquí se afina el discurso de Dupieux y, más que una celebración de la capacidad humanista de este bello arte, parece señalar más bien a sus cualidades lobotomizantes en una sociedad moribunda. Pero, de nuevo, hasta aquí el pajillerismo: que cada uno lleve el discurso lo lejos que quiera y pueda.
Otra escena que resulta particularmente interesante en «Wrong Cops» enfrenta a un gerifalte de la industria musical contra dos músicos que le han llevado una canción para que la sopese como hit en potencia. Los dos músicos son, por extraño que parezca, un policía negro tuerto con un bulto en la frente y el moribundo del anterior párrafo. El productor afirma que los «artistas» tienen un 95% de lo que se necesita para triunfar en la industria musical: la actitud de esos disfraces de negro rinoceronte y de blanco apático a punto de morir; pero que les falta el otro 5% necesario para llegar hasta el éxito, que es ni más ni menos que el talento musical. La descompensación entre los dos factores necesarios para triunfar (el talento y la imagen) habla por sí solo y no necesita de mucha intelectualización para ser concebido como una tronchante ironización del funcionamiento interno de la cultura de masas actual. Pero, por si fuera poco, Dupieux riza al rizo al hacer que ese hit en potencia que todo el mundo señala como falto de talento sea ni más ni menos que aquel «Stunt» que hace varias temporadas que se convirtió en una de las canciones más icónicas de Mr. Oizo (el alias musical de Dupieux). Un juego de espejos deformantes que no muestra de forma complaciente ni al mismo director.
Pero, volviendo al principio, «Wrong Cops» no necesita de intelectulizaciones ni discursos subterráneos para ser entendida ni, sobre todo, disfrutada: es una comedia negra (negrísima) que bien podría ser el remake pluscuamperfecto de «Loca Academia de Policía» realizado por quien quiera que proporcione las dosis justas de locura a los videos de VICE y dirigido a la generación que creció con «Beavis & Butthead«. Es esta cinta también una celebración de la estética de cine policíaco yanki de los ochenta tamizado a través de los ojos de un francés, Dupieux, que siempre ha mostrado una capacidad superlativa de fagocitar la cobertura cultura de esa década maravillosa. Y si recalco lo de «francés» es porque, en esta ocasión, esa visión flota a medio camino entre la fascinación y la sorna, algo que podría resultarle más difícil de conseguir (y puede que de digerir) para un americano.
Aun así, me reitero una y otra vez: lo que importa aquí es que «Wrong Cops» es una comedia negra, negrísima, pero también divertida hasta decir basta. Lejos del cine de gags y de slapstick mal entendido de los últimos años, lejos de la banalidad de la nueva comedia escatológica estadounidense, Dupieux practica largas escenas que tienen su potencial cómico en el abismo de extrañamiento que crece entre el espectador y lo que está viendo, en la incomodidad ante algo que moralmente no tiene ninguna justificación pero que es inevitablemente cómico por lo que tiene de surrealista. Por extraño que parezca, el público objetivo de «Wrong Cops» claro que puede buscarse amparándose en comparaciones cinematográficas pero, por una vez, resulta más preclaro decir que el film de Quentin Dupieux es la comedia definitiva para la generación que ha crecido partiéndose de risa con el humor poco moral de la saga «Grand Theft Auto» y con la gráfica inteligente (y con el cartelón ultrasónico) del festival Sónar. Extrañas referencias al hablar de cine… Pero no por extrañas dejan de ser menos ciertas.