Dice Maria Minerva que su tercer disco en formato largo, «Histrionic» (Not Not Fun, 2014), marca el fin de su «Era Histriónica«. Y la productora-cantante-artista-experimental estona centra esa «era» en una época concreta de su vida: de los 15 a los 25 años. Curiosamente, el final (musical, se entiende) de una Era para MM empieza con una canción que se llama «The Beginning«. Una canción que, además, supone una ruptura con todo lo escuchado hasta ahora en esta artista de genética cultureta (su padre es una personalidad de la televisión en su país natal y ella estudió Historia del Arte e hizo un Máster en la Universidad Goldsmiths de Londres) y muy dada a las musicalidades raras. Su sonido bebe del pop noventas de las Shampoo, del Eurobeat, de las sintonías de lo infocomerciales, del trap inglés, de la electrónica berlinesa y del vaporwave… entre otras muchas cosas, y todo ello es barnizado con una pátina arty particular y muy personal. Pero resulta que «The Beginning» no suena a nada parecido de lo escuchado hasta ahora, y eso que Maria Juur ha producido una cantidad de material bastante frondosa sólo en el año y medio que lleva produciendo música: tres LPs propios, uno con LA Vampires, tres EPs y una cassette. «The Beggining» suena tan etérea, inaprensible y retro como siempre pero mucho más definida, y los vapores ochentosos dan paso a sonidos más concretos de la década siguiente, como si el lo-fi y el espíritu cacharrero que siempre han ido con ella empezaran a quedarse atrás con el fin de su Era Histriónica y «The Beginning» quisiera ser el comienzo REAL de algo nuevo.
Pero que nadie tema. Maria Minerva no se ha adocenado y entregado al pop maisntream de melodías pegadizas. Sus diez canciones y un interludio nuevos siguen teniendo ese espíritu de producción pequeña realizada entre las cuatro paredes de un estudio casero, de cacharros electrónicos, de vaporosidad esquiva que ya tenían las canciones de «Cabaret Cixous» (Not Not Fun, 2011) y «Will Happiness Find Me» (Not Not Fun, 2012) . El sonido aquí, sin embargo, avanza con pequeños pasos hacia una producción más limpia y más madura. La pegada narcótica de «Disko Bliss» y las paranoias de aquelarre-chillwave de «Ruff Trade» quedan atrás: Maria Minerva aplica el «sharpen» a sus nuevos temas y, en lugar de vomitar borradores de canciones a lo loco, parece querer entregar nuevos temas más concretos y definidos sin perder, eso sí, ese aire de de banda sonora de fase REM que rodea a sus canciones, apostando en esta ocasión menos por el discurso meta y arty (qué pena que no haya un título tan genial como «I luv CTRL«) y más por cosas más terrenales como el desamor y esas cosas del querer.
Cuando ya nos ha dejado claro que estamos ante un nuevo amanecer, la Minerva nos explica su opinión del estado de las cosas y en «Spirit Underground» viene a cantar lo que todos pensamos: que la cosa en el underground ESTAFA-tal y que, al final, todos quieren ser diferentes y todos se parecen, que todo nos parece una mierda… hasta lo nuestro. Sus referencias musicales no son originales (corta y pega, mete loops, samples y ruiditos) y sus técnicas musicales ahí van, mejorando con los discos y todas las referencias que va sacando, pero Maria Minerva siempre se ha querido distinguir y alejar de la «masa underground» a través de un discurso musical que apuesta por el spoken word y la brasa feminista y que se aleja de las convenciones melódicas del pop mundano. Sus nuevas canciones, aunque más elaboradas y limpias, siguen sonando a rareza espacial, ya sea en el viaje intergaláctico de «Galaxy» con ese loop demencial de motor de nave espacial alimentado con lejía como carburante, en la extraña balada recitada «Wolves and Lambs» o con ese ingrávido cierre de aires dub cantado en su lengua natal que es «Hingede Höö«; todo en «Histrionic» suena a experimentación, a improvisada prueba y error pero esta vez, a diferencia de en sus anteriores trabajos, se nota una firme voluntad de corregir los últimos y pasar la primera.
Y, al final, el tercer disco de la estona no es tan histriónico como promete su título: sí es un viaje extraño al fondo de la mente de esta artista que se sale de los márgenes de la música convencional (al menos la que estamos acostumbrados a escuchar en el día a día) que, una vez escuchadas sus diez canción (y un interludio), da la visión de un intrincado puzzle que poco a poco va encajando, con alguna pieza fuera de lugar. Maria Minerva desmonta sus influencias, las deconstruye y las hace suyas y no importa si las piezas de ese puzzle son el oscuro sonido de club berlinés o la música de Teletienda, su habilidad está en hacer de lo raro más extraño todavía. El sonido de Maria Minerva no es perfecto ni falta que le hace. Esperemos que ese fin de una era consista en seguir por este camino de pasar cera-pulir cera y seguir investigando en esas lagunas mentales en las que es tan fácil y tan arriesgado (depende de cómo te pille el cuerpo) perderse.