Algo se está moviendo en la escena musical española sin que los indies revenidos de toda la vida nos estemos dando mínima cuenta. Y eso es así. Llamadlo ruptura generacional, llamadlo cambio de los tiempos, llamadlo viejunos vs. post-adolescentes o llamadlo como os dé la gana, pero está claro que todos aquellos que crecieron con la palabra «alternativa» pegada al ombligo hace tiempo que no nos enteramos de absolutamente nada. ¿Dónde quedó nuestra «alternativa» cuando los grupos se hacían cada vez más y más grande, cuando los artistas de electrónica se convertían en carne de estadios? Y, sin embargo, ahí seguimos, enarbolando esa independencia como si fuera algo bueno y, lo que es peor, como si fuera algo vigente o válido en unos tiempos en los que el paradigma de absolutamente todo (lo musical, lo social, lo económico) se ha convulsionado sobre sí mismo hasta convertirse en algo completamente diferente.
Y digo todo esto porque, en más de una ocasión, algunos de mis colegas me han pillado escuchando a C. Tangana y me han preguntado, directamente, que qué mierda era esto. Tampoco es que fueran colegas de esos que todavía visten camisetas de Oasis, ni mucho menos: en la mayor parte de las ocasiones, eran personas que siguen teniendo un gusto impecable a la hora de chapotear en géneros ancestrales (porque, no nos engañemos, incluso la «electrónica de vanguardia» ya la hemos escuchado mil veces). Y, sin embargo, ahí estaban: no eran capaces de mostrar ni perplejidad ante la propuesta de este productor madrileño, sino que directamente mostraban una incomprensión rayana al desprecio. Tampoco es de extrañar: nuestra generación (la de la gentuza que estamos en la treintena, se entiende) está demasiado empeñada en capturar el sonido del siglo 21, como si eso fuera una proeza, que el sonido del siglo 22 les parece una barbaridad.
De eso trata C. Tangana: del sonido del siglo 22. No es de extrañar que, en contraposición a la mencionada reacción del treintañero medio, un disco como «LOVE’S» (Agorazein, 2012) haya conseguido acumular una parroquia jovencísima que mueve montañas, que peta webs cuando su ídolo publica algo en ellas, que hace que Soundcloud arda con cada nueva publicación y que, al fin y al cabo, son los herederos directos de todos aquellos indies irredentos que nos movíamos en masa hacia el FIB a finales de los 90. Y, aunque la música de este hombre es fácilmente intelectualizable (podríamos hablar de un equilibrio frágil y brillante entre el hip-hop español de último cuño y las ruinas de una electrónica que, en cierto momento de su historia, supo ponerse al servicio de los rapeados más lúbricos), lo mejor es no caer en ese error: lo que se encuentra, por ejemplo, dentro del EP «Trouble + Presidente» (Agorazein, 2014) es tan fresco que, si nos dedicáramos a pasarlo por el filtro de lo intelectual, estaríamos marchitándolo antes de tiempo.
Porque puede que «Trouble + Presidente» sólo sean dos temas (bueno, dos temas y una remezcla), pero son dos temas que se te pegan al paladar como un chicle sabor zeitgeist. En «Trouble«, C. Tangana une sus fuerzas a Alizzz (otro que tal baila) para facturar un tema de gustera absoluta donde el flow acaba apoderándose incluso de una base líquida que se extiende como una mancha de aceite en un mar calmo. «Presidente«, por su parte, se muestra más beligerante a la hora de pillar el house 90s y convertirlo en lo más parecido que tendrán las nuevas generaciones a un manifiesto para la revolución social. El remix de este último corte a cargo de beGun también es culo fino, aletargando la mencionada revolución al forzarla a moverse a cámara lenta dentro de un bloque de ambar. Repito: dos temas (y un remix) que suenan a siglo 22. Ahora bien, que cada uno decida si quiere seguir siendo un indie revenido o prefiere empezar a mirar hacia el futuro (de verdad).