Nuestro reportaje sobre la música alternativa en Galicia llega a una segunda entrega en la que se trata con profundidad el meollo galego… Ya no se trata de preguntarse si existe, sino de analizar sus virtudes y sus defectos.
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POR AQUÍ, LAS VIRTUDES. “Actualmente la escena gallega está más activa que nunca. Además de muchos colectivos culturales que existen en cada ciudad, los espacios donde poder asistir a un concierto abundan y esto provoca que haya muchas más posibilidades. Vivimos un gran momento de creatividad”. Palabra de Josiño Carballo, director de Ernie Producciones (que cobija a Maryland, Igloo, Niño y Pistola, Holywater o Novedades Carminha), una de las promotoras y discográficas más veteranas y reputadas de Galicia. Luis Campos, codirector de la agencia SinsalAudio, concuerda con esa visión: “Vivimos un momento de ebullición, como una olla exprés. Hay muchas ganas de hacer cosas en todas las disciplinas artísticas y la música no es una excepción”. Si unimos ambas declaraciones, llegamos a la conclusión de que en cualquier rincón del noroeste de la península existe la posibilidad de que se den las condiciones -aun sin ser las ideales- para que surja un grupo o un solista, sea cual sea su libro de estilo, susceptible de asomar su cabeza en el cada vez más amplio espectro musical gallego y recibir una parte proporcional de atención.
Aunque no es cuestión de mera serendipia, sino fruto de un esfuerzo conjunto no pactado pero si coincidente en intenciones y objetivos, como deslizan Wild Balbina: “Los últimos tres o cuatro años han sido los más destacados, porque la prensa y el público gallegos comenzaron a darse cuenta del potencial y los del resto del país empezaron a fijar su foco hacia la esquina donde parece que ‘hay algo más que vacas y granjas’. La variedad de música que sale ahora mismo de aquí es brutal y, si hace un par de años era más complicado situarse y moverse en un circuito de conciertos, ahora mismo tanto asociaciones como sellos y promotoras que nacen de las mismas personas que forman las bandas reman hacia una misma dirección. Lo que mola de todo esto es que es muy loco y no se plantea nada. Simplemente ocurre, funciona y la gente lo disfruta”.
Efectivamente, en esta neo-corriente musical galaica no existen normas fijas, dogmas irrompibles o esquemas pre-establecidos. En su interior todo fluye de manera natural, en función de los impulsos de cada género y los latidos de sus protagonistas; lo que permite, además, que el grano (que se produce en grandes cantidades) se separe de la paja fácilmente, aunque esta no se excluya. Cualquier contribución ayuda a la causa común. Manolo Portolés (voz y guitarra del quinteto de folk-rock Niño y Pistola) aporta una descripción certera y gráfica de ello: “Hay una parte coyuntural formada por gente que se sube al carro de la moda, que casi no sabe tocar y que se preocupa más de molar que de hacer música. Y hay una parte real formada por personas que llevan mucho tiempo en esto y que verdaderamente tienen una vocación musical. Pero lo que estamos consiguiendo con unos y con otros es crear más clase media musical, una base y una educación necesarias para la existencia de la escena”.
POR ALLÁ, LOS DEFECTOS. Pero la fuerza que transmiten la salud creativa de los grupos y artistas de la zona y la velocidad a la que se ha generado la extensa y heterogénea composición del decorado musical construido en Galicia provocan que igualmente surja el espíritu de autocrítica y se destaquen sus características negativas. Como, por ejemplo, las consecuencias del concepto ‘periferia’ -dificultad enraizada históricamente-, tanto interna (puntos geográficos inscritos en la comunidad que se quedan alejados de las posiciones centrales de la misma) como externa (la distancia del emplazamiento estratégico de Galicia con respecto a grandes núcleos del resto de España). Acerca de lo que sucede dentro de la región, Óscar Vilariño aporta unas pinceladas de la situación presente en los asuntos musicales: “Lo que se podría reprochar es que el foco está muy puesto en las zonas tradicionales de actividad. Es decir, en lo que aquí llamamos ‘la zona AP-9’, la autopista que une A Coruña, Santiago, Pontevedra y Vigo. Ahí están los medios más importantes de Galicia, y la verdad es que ignoran bastante todo lo que ocurre en lugares periféricos como son Ourense, Lugo y Ferrol, donde están surgiendo muchas bandas e iniciativas interesantes”.
Dicho de otra manera: se reproduce de un modo singular y a otra escala la eterna dicotomía entre las áreas de costa -con mayor población y dinamismo- y las de interior, a pesar de que se elimina de la ecuación el lastre de los localismos típicos del territorio. La respuesta para nivelar la balanza parece que vendría dada por una actuación más equilibrada de los medios de comunicación especializados autóctonos. “Igual lo que nos hace falta es un medio musical personal y fuerte”, insiste Óscar. Similar solución que vislumbra Manolo Portolés para borrar prejuicios y superar barreras de mayor tamaño fuera de la comunidad gallega: “La escena musical estatal está centralizada, tiene dos focos principales en Madrid y Barcelona (porque es en esos sitios donde están las sedes de los medios especializados mayoritarios) y desde Galicia debemos hacer un esfuerzo extra para conseguir ciertos hitos. Es una pena que, en el año 2014 y con un medio como Internet completamente normalizado, siga pasando esto. Sería muy importante y ayudaría mucho tener la sede de un medio especializado en Galicia. Hay bandas espectaculares aquí, muy por encima de la media, que son ninguneadas por el hecho de ser ‘de provincias’”.
Esa ausencia de un medio musical potente en Galicia -o, visto desde otra perspectiva, la atomización mediática que se produce en la comunidad propulsado, de manera acusada, por los costes y limitaciones del formato papel y las posibilidades y las herramientas que suministra Internet-, provoca que, a pesar de lo que se pueda pensar en un primer momento, «el público no sea proporcional con la eclosión creativa que tenemos. No hay público suficiente ‘no artista’ o ajeno al mundo de la cultura. No sé exactamente en qué porcentaje, pero la asistencia a las diferentes disciplinas artísticas es muy endogámico”, afirma Luis Campos. Lo que afecta, a la vez, a que esos potenciales oyentes no posean una visión completa de lo que ocurre a su alrededor a nivel artístico y de las múltiples opciones que pueden llevarse a los oídos.
La banda psicodélica y shoegazer Mequetrefe resume las deficiencias de esa relación entre música, medios y audiencia en “escasez de público, apoyo a ciertos estilos musicales como el noise, shoegaze y derivados y discriminación evidente a otros estilos como el heavy, trash-metal o rap, por poner algún ejemplo. Tiene que haber una repercusión social de las bandas, y no la hay; y debe haber un periodismo musical objetivo y crítico, lo cual tampoco existe”. A ello añade otros inconvenientes de vital importancia: “Pocas discográficas arriesgadas y valientes; desproporción entre la calidad de sonido de las salas y lo que cobran por el alquiler; y ausencia de festivales que apuesten por cosas nuevas y diferentes”. Continuando esta línea, Iván Arias, cofundador de la promotora Work On Sunday y la discográfica Matapadre (en permanente crecimiento gracias a su fondo de armario: Discos Las Palmeras!, Unicornibot, Colectivo Oruga, Telephones Rouges, Lendrone y Guerrera) deja claro que “a pesar de que cada vez hay más propuestas interesantes y también han aparecido importantes asociaciones con un espacio para tocar y que trabajan de verdad en la base de la cultura alternativa, sigue costando mucho llamar la atención fuera y que los grupos y artistas puedan salir a presentar su música en unas condiciones dignas. Sería interesante dirigir esta cuestión a los responsables en materia de música de AGADIC (Axencia Galega das Industrias Culturais) y Xunta de Galicia”.
Precisamente, la falta de una relación sólida y fluida entre los diferentes actores que actúan desde la base (grupos, artistas, sellos, promotores, clubes, festivales y asociaciones) y la administración (a todos los niveles) complica que se articulen todos los componentes que forman el mapa sonoro gallego a través de un plan integral. Da la sensación de que, al contrario que varios años atrás, los entes públicos locales no están interesados en poner todos sus mecanismos a disposición para impulsar el sector cultural en general y musical en particular. “El principal problema al que nos enfrentamos es la desaparición del pequeño circuito cultural que, después de años de mucho esfuerzo, se había logrado crear en Galicia y que daba cabida a que muchos grupos se diesen a conocer y pudiesen moverse. Debido a la crisis y al desinterés absoluto por parte de los gestores públicos de este tipo de cultura, el acceso a ella -ya sea como afición o como profesión- resulta imposible, ya que muchas salas han cerrado y las ayudas públicas casi han desaparecido”, sentencia Fran Rodríguez (Igloo). En el tramo final de esa carrera repleta de obstáculos organizativos e institucionales, el éxito depende en gran medida -y regresamos al influyente factor del contexto socio-económico actual- de la capacidad monetaria del implicado. Por ello Tarci Ávila incide en ese hecho con rotundidad: “El miedo a la crisis provoca una considerable carencia de masa testicular para hacer cosas, tanto por parte de los artistas como de los empresarios”.
EL PRESENTE Y SU REALIDAD. Pese a las circunstancias adversas y los impedimentos a superar, el movimiento musical gallego contemporáneo se desarrolla vigoroso gracias a una vasta lista de nombres de más y menos experiencia que, como ya se ha dicho en la primera parte de este informe, practican una refrescante diversidad de estilos juntos pero no revueltos. A los grupos y proyectos en solitario comentados con anterioridad, hay que sumar muchos otros que ofrecen una idea de la intensa actividad musical que vienen desarrollando en Galicia y fuera de ella desde hace varios años.
De entrada, se imponen por cuota de representación los géneros pop y rock en todas sus vertientes, cultivadas por, entre un amplio y contrastado conjunto de formaciones, When Nalda Became Punk (pertenecientes al catálogo de la disquera estadounidense Shelflife Records), Antenas Hacia el Cielo (compuesto por los hermanos Gonzalo y Dani Abalo tras soplar las cenizas de Nadadora), Jane Joyd, Linda Guilala, CatPeople, Musel y Mullet (las otras dos bandas en la que está implicado Óscar Vilariño), Mvnich, Belöp, Jay, Martynez, David Quinzán, Dirty Socks, Srasrsra (con Zippo, componente de Triángulo de Amor Bizarro), Curtinaitis, Fon Román (ex-Los Piratas), Puma Pumku, Camarada Nimoy, Djalminha, Combo Dinamo, Amaro Ferreiro, los enigmáticos Las Cuchilladas, PosterGel, Lobishome, The Cornelius o The Right Ons, a los que habría que unir los ya disueltos por diferentes motivos The Blows, Jugoplastika y Franc3s.
A su lado, aparecen potentes y reivindicativos portavoces del hip-hop (Malandrómeda, Fluzo -superdúo capitaneado por Hevi de Malandrómeda y Javi de Dúo Cobra– Wöyza y Dios Ke Te Crew); pequeños héroes domésticos de estilos definidos por los prefijos tecno y electro o integrados por texturas sintéticas (Diadermin, Carrero Bianco, Mano de Obra y Apenino -alias de Marco Maril, fundador de los emblemáticos Dar Ful Ful-); almas de personalidad múltiple que caminan en solitario (Sr. Anido, O’Leo -voz de Das Kapital– y Emilio José -miembro de los históricos Ápeiron-) o que explotan en una gran familia (Orquesta Metamovida, que reúne a Cró!, Unicornibot, Why Go, Buogh!, Guerrera, Es Un Árbol, Durarará, Pálida y Trilitrate); y mentes inquietas que exprimen las posibilidades de las nuevas tecnologías para dar lustre al campo de la electrónica con alcance transnacional y a la figura del dj y productor por vías autónomas (Cora Novoa, Víktor Flores, Eme Dj y Caradeniño Dj) o hermanadas en marcas con una identidad intransferible como Arkestra (BFlecha, Noaipre o Mwëslee), Norweside (Arufe o Judah) o Doma Musique, que dibujan el planisferio de las tendencias más candentes en Galicia junto a la multidisciplinar Seara Records, el netlabel A Regueifa o Discos Porno y a las ya citadas en el capítulo inicial de este dossier.
Planteado el esquema global de grupos, artistas y sellos, hay que hacerse la pregunta clave: ¿su pujanza refleja la existencia de un negocio estable que permita a sus fuerzas vivas superar la cultura de subsistencia que se respira en el mundillo musical alternativo patrio? Lamentablemente, no. “Se ha dado por hecho que el músico se dedica a esto porque es un hobby, juzgándosele negativamente cuando presenta un afán no ya de lucro, sino de mera supervivencia. La gente es incapaz de empatizar y analizar el proceso interno de funcionamiento de un grupo y todos los gastos que conlleva. Está claro que esto lo hacemos porque nos gusta y nos llena de vida, porque, si nos pusiésemos a hacer un cálculo desglosado y detallado de costos y tiempo invertido frente a beneficio monetario, hace tiempo que habríamos vendido las guitarras”. El cuadro que esboza Óscar Vilariño plasma una realidad dura y sangrante para grupos que, en muchos de los casos, se mueven exclusivamente a través de las entrañas del underground.
Pero los que asoman su cabeza, en mayor o menor medida, por encima de esos invisibles límites, observan un panorama de idénticos tintes oscuros en el que resulta imposible vivir adecuadamente del trabajo musical. “Es algo que muy pocas bandas pueden confirmar. Ya no sólo porque sea una mala época para la cultura y la música en general, sino porque aún cuando no era así, la música y las giras tenían un carácter muy efímero y tras cada disco se volvía a pasar por una reválida con el siguiente álbum”, explica Beni Ferreiro. La conclusión lapidaria de Dani Nicolás (mitad del dúo punk-garagero Fantasmage) zanja con rotundidad el asunto: “Vemos muy jodido vivir exclusivamente de esto en España. Si te lo curras mucho, pero mucho, y quieres entrar en el juego, puede que te vaya bien; o, más bien, que sobrevivas. Pero la cosa nunca estuvo fácil y ahora está peor”.
Al menos, la importante labor que realizan las discográficas locales se traduce en una mayor comodidad para que todos los miembros a los que cobijan tengan la posibilidad de desarrollar sus tareas estrictamente artísticas, creativas y técnicas. En este sentido, el proceso funciona sin sobresaltos. Manolo Portolés confiesa que “el trabajo que desarrolla nuestro sello –Ernie– o nuestra oficina de contratación y promo no lo podríamos alcanzar nosotros solos. Nos liberan de cargas de trabajo que nos permite dedicarnos a lo que nosotros sabemos hacer, que es tocar y hacer canciones”. Una sentencia que rematan, por un lado, Óscar Vilariño: “Eso te facilita bastante la vida para ciertas cosas. Salir de gira y saber que tienes a la gente del sello -el madrileño Acuarela– detrás, te quita un gran peso de encima, te alivia y te permite centrarte más en el aspecto artístico, que es la situación ideal. Pero si no tuviésemos ese gran apoyo, seguiríamos batallando por seguir haciendo lo que nos gusta, que es salir a tocar por ahí. Nos inventaríamos un sello o algo, quién sabe”. Y, por otro, Dani Nicolás: “Estar en un sello -el asturiano Discos Humeantes– te ayuda a llegar a sitios fuera de tu zona, a que escuche tus discos más gente… Te puede facilitar las cosas si estás en buenas manos. Si con la autogestión consigues avanzar, perfecto. En nuestro caso, el sello es como un manager que nos facilita el trabajo”.
En este punto surge el dilema sobre el camino que debe tomar todo músico y que se bifurca en dos direcciones: la que transcurre bajo el paraguas de una discográfica o la que lleva a la autogestión, más por necesidad y obligación que por capricho. Wild Balbina transitaron por la primera de ellas -de la mano de la madrileña Elefant– pero también se decantan por la emancipación profesional: “La experiencia nos ha enseñado el poder que supone tener el control máximo de todo lo que produce el grupo; en este caso, la función que desempeña el sello es casi de cooperativa. Nosotros ofrecemos contenido de la forma más independiente y barata posible para ellos y ellos nos ofrecen el soporte de una edición. Hay sellos que son más familiares y tienen una comunicación continua; otros son más exigentes y ven a los grupos como la fábrica de sus temas soñados… A día de hoy defenderemos la autoedición como medio de expresión y control total sobre lo que se hace”.
En consonancia con esta última frase, existen muestras de independencia total en las que no queda más remedio que coger las riendas con energía y enfrentarse con decisión a todos los problemas y vicisitudes que se presentan en el horizonte. Ahí aparece como ejemplo perfecto Álvaro Blanco (recordemos, enrolado en Incurable, Noise Project y Músculo!), en cuyos proyectos “lo hacemos todo nosotros mismos, sin apoyos de ningún tipo, desde la grabación de nuestro material hasta la promoción, contando con la ayuda de amigos. No es algo premeditado, las circunstancias nos obligan a hacerlo. Es eso o quedarte frustrado en el local de ensayo. Lo bueno es que podemos hacer las cosas a nuestro ritmo y de la forma que queremos. Y es muy satisfactorio porque podemos decir que todo lo hacemos con nuestras manos. Lo malo es que tienes que dedicar tiempo no solamente a tocar, sino también a hacer de productor, promotor, manager… Y sin el asesoramiento de un sello a veces se hace complicado continuar”. Tarci Ávila defiende esa vía que ahora explota transmutado en Presumido y “que tiene contras, como las limitaciones infraestructurales de promo y producción de una gira. Y pros, como la libertad absoluta y absolutista, el poder hacer mi camino y no el de otros y así caminar hacia mi destino, no hacia el que interesa a otros…».