A MØ hace meses que le seguimos la pista (hace cosa de un año protagonizaba este premonitorio WhatsHype!? y fue una de las escogidas en nuestra lista de promesas de 2014) y, habiendo escuchado algunos de sus temas hasta la saciedad (caso de la fantástica y parece que inagotable «XXX 88» que firmaba junto a Diplo), había ganas de echarle la mano y las orejas a su álbum de debut, que ha llegado por fin, como no podía ser de otra manera, de la mano de la primavera bajo el título de «No Mythologies To Follow» (RCA, 2014) y que, desde aquí lo avanzo ya, es una de las maravillas musicales de esta temporada que viene especialmente sequita en lanzamientos apetitosos y con alguna que otra decepción tamaño XXL. Lo cual debería servir como llamada de atención a todos esos grupos ya consolidados que en las últimas semanas no nos están dejando más que mierda sequita o discos que van de lo anodino a lo mediocre (hola, Metronomy).
Pero dejemos al mundo viejuno, hablábamos de MØ, el alias de la jovenzana Karen Marie Ørsted, oriunda de Copenhague que apenas peina veinte primaveras y que ha venido para coger el testigo de ese pop escandinavo que tantas alegrías nos da siempre. ¡Ah!, el pop que viene del frío, qué haríamos sin él. Seguramente morirnos de aburrimiento y vivir una vida bastante más triste y gris. Saber que esta chica pasa a engrosar la interminable lista de artistas del Norte que abrazan el pop sin miramientos tranquiliza un montón y viene a demostrar que el pop escandinavo es un animal en continuo movimiento al que el frío no le congela las articulaciones. Y eso siempre es motivo de celebración. Y celebrativo es este «No Mythologies to Follow«, un bombazo que se puede disfrutar en su versión corta (catorce canciones) o en su versión deluxe con hasta veinte temas, lo que prueba que esta chica, además de hacer los deberes, los hace bien. ¿No querías MØ? Pues toma dos tazas.
El recorrido del álbum es brillante y ligero, y con sólo un par de escuchas ya se fichan, tirando a lo bajo, seis hits incontestables: «Fire Rides«, «Red Grey«, «Don’t Wanna Dance«, «Waste of Time«, «XXX 88» y «Slow Love«. Todos ellos carne de single. Nada mal para una puesta de largo, oigan. Y ya sea dándole duro a los sintes y a las bases programadas en formato dubstep (como en «Maiden«, donde se toca con la punta de los dedos con su coetánea Charli XCX), a las melodías más catchy y efectivas (como las que abren el disco en «Fire Rides«), las baladas para escuchar con el mechero alzado con bien de campanas y «uuhs» («Never Wanna Know«), los momentos descaradamente AOR (ojito a las guitarras locas de «Waste of Time«) o incluso al electropop que en boca deja un delicioso gusto ochentero («Slow Love«), la danesa sale airosa construyendo un discurso musical colorista con un millón de matices que pasan como un suspiro y que se adhieren con una facilidad escandalosa al cerebro del oyente. Parte responsable de la efectividad de este disco corresponde a su productor, Ronni Vindahl, que parece estar especializándose a pasos agigantados en darle lustre a primeros discos (suya es la producción de aquél «Woman» -Universal, 2013- de Rhye, pepinazo de la nueva ola R&B que crece con el paso de los meses). Vindahl es el encargado de ensamblar las mil y una referencias que parece aglutinar la rubia de la trenza, pasarlas por un buen filtro musical y canalizarlas en la dirección correcta, apostando por el maximalismo pero sin cargar por ello al oyente.
Y es que la joven MØ parece una batidora de géneros con patas. No sólo se adhiere con fidelidad al efectivo pop escandinavo, sino que parece absorber como una esponjita todo lo que flota en el aire. No en vano la chica pertenece a una generación que ha crecido comunicándose a base de emojis y que en su despertador tiene algún favorito de su lista de Soundcloud. Para esta nueva generación de jóvenes que se han educado en la cultura del acceso fácil y rápido, más siempre equivale a mejor, y suya es la dura tarea de asimilarlo todo y no volverse locatis por el camino. Hablaba un anuncio de los noventa (cuando éramos jóvenes) con cierto orgullo ridículo de la generación «JASP» con la excusa de vender alguna bebida isotónica. Los JASP eran los Jóvenes.Aunque.Sobradamente.Preparados. Pero no nos equivoquemos, no éramos nosotros, son ellas: MØ y cía.