Viento Smith se muestran como la asociación natural, fluida, casi premonitoria, de cuatro almas musicales que actúan en una perfecta simbiosis y se mueven cuales imanes que se atraen perpetuamente. Es posible, incluso, que algunos de los seguidores de los grupos de origen que conforman este nuevo ente autónomo hubieran soñado con que se produjera esta singular coalición, pese a las aparentes diferencias estilísticas de sus miembros. Si fue así, Viento Smith es su deseo hecho realidad. Y su álbum homónimo de estreno, “Viento Smith” (Subterfuge, 2014), su materialización física. Un trabajo integrado por seis canciones, compuestas por Ricardo Lezón, perfiladas en una sola semana y rematadas en los Estudios La Mina (dirigidos por el propio Raúl Pérez) entre los meses de abril y mayo del pasado año. Así se fraguó un repertorio corto en cantidad pero rebosante de momentos sensitivos, profundos, vaporosos y delicados y de arreglos preciosistas que sumergen al oyente, una vez que este cierra los ojos, en un estado de plácida quietud, ideal para amortiguar emociones a flor de piel y, al mismo tiempo, exorcizar sentimientos de tristeza y pérdida.
Unas sensaciones que en “Viento Smith” se trasladan con fidelidad gracias a la frágil acción de la voz de Lezón, el impacto de sus textos escritos desde el fondo del corazón y unas cuidadas atmósferas lánguidas, neblinosas y, en ocasiones, luminosas. Aquí, luz y oscuridad -tanto las que conviven en nuestro interior como las que se cruzan ante nosotros en el exterior- pugnan por imponerse la una a la otra en un combate poético cuya intensidad varía según avanzan los temas y cuyos efectos evocadores hace que se confunda sueño con realidad y viceversa. Como en el adelanto del disco, “En Aquel Tren”, basado en hechos carnales pero envuelto en un tejido translúcido dream-folk que lo sitúa en un limbo onírico de contornos difuminados en el que se mezclan pasado y presente hasta el punto de que surge la siguiente pregunta: ¿lo que se relata está sucediendo o ya sucedió y jamás se repetirá?
“Viento Smith” es una obra que obliga a quitarse cualquier coraza emocional para poder asimilar cada palabra, cada pasaje y cada escena, aunque el dolor sobrevuele la escucha desde el instante en que “Donde los Aviones” culmina su subyugante progresión instrumental hasta que “Soplar la Herida” muestra en todo su esplendor su sincero dramatismo. Quizá para compensar la carga sensitiva acumulada, “Tú, Stendhal y Yo” aparece como el corte más concreto del lote aunque sin perder un ápice su significante melancólico, que actúa como alfombra roja para caminar hacia la parte final del LP. En ella, y parafraseando al propio Stendhal y su famoso síndrome, las balsámicas “El Horizonte” y “Sólo nos Queda el Viento” son capaces de calmar corazones que laten deprisa, vidas que se agotan y cuerpos que andan con miedo a caerse, consecuencias no sólo de intentar aprehender la belleza en su máxima expresión, sino también de pretender soportar el colapso de un amor resquebrajado. He ahí las dos motivaciones que alimentan este disco que consuela y deja huella; y que, a la vez, impulsan a sus autores, Viento Smith, a erigirse en admirables orfebres de la aflicción que ayudan a soplar las cenizas del ayer y despejar la incertidumbre del mañana.