Desde el principio sabíamos que queríamos acompañar nuestra lista de las mejores películas de 2010 con el complemento más interesante: el top de series de televisión del año. Por si hace falta repetirlo, la pantalla catódica (o más bien de plasma, a estas alturas) está viviendo una bonanza capaz de acometer contra el mercado cinematográfico a base de más de una (y de quince) dentelladas mortales. Ya no es sólo que series como «Mad Men» y «Boardwalk Empire» se embarquen en unos ejercicios de caracterización más propios de la pantalla grande, sino que, además, la televisión se está revelando como el lugar idóneo para desarrollar y evolucionar la psicología de unos personajes que, por fin, pueden explayarse en el tiempo y en el espacio. Está claro que diez series son pocas para resumir lo que ha dado de sí el año… Pero es que estas son las diez series básicas (y una mención especial ida de la olla) para entender 2010.
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MENCIÓN ESPECIAL. «El Príncipe y Letizia». Fue el acontecimiento televisivo (español) del año: las promos con las que nos estuvieron taladrando tres semanas antes, Amaya Salamanca maqueada como la princesa (“si es que está igual”, “idéntica”, “¡si me las ponen delante no las distingo!”). Por fin, cuando se estrenó a finales de noviembre, la cosa no decepcionó. Nunca una mierda de semejantes proporciones tuvo a gente tan poco dispuesta a tragar mierda en condiciones normales delante del televisor. Lo peor de la series nacionales todo reconcentrado en dos capítulos de hora y media cada uno con trama Real de fondo: ñoñería, interpretaciones infectas, escenarios inverosímiles, guiones escritos con el ano y cantidad de momentos y frases que ya han pasado al Olimpo de la historia de la televisión de nuestro país. Marisa Paredes maqueada como Cruella de Vil, tan mala, tan mala, que si se muerde se envenena. Juanjo Puigcorbé tomando a Carlos Latre como referencia de interpretación y aportándole al Ddey un toque gangoso que daba risa, daba pena, daba risa, daba pena, así todo el rato. La susodicha Amaya con una pinta de digna que daban ganas de arrancarle los pelos de las cejas uno por uno y el Princípe… buenobueno, un Príncipe atontolinao incapaz de componer oraciones compuestas cuyo highlight fue decir: “no me importa que te vayas a Bagdag (porque su abnegada y profesionalísima novia se daba las de Villadiego), yo me cojo un helicóptero y en una hora me pongo allí”. Ole tus huevos, Felipe. ¡Ah! cuantos minutos de hilaridad constante, de surrealismo barato, de ñoñería insoportable. Con «El Príncipe y Letizia«, sus responsables consiguieron construir el gran mito post-moderno de nuestra tele: por primera vez podíamos ver una serie española con ironía pura, era tan rematadamente mala que casi nos parecía buena y nos dio chascarrillos para meses. Además, te dejaba con un claro pensamiento: “esto sí que es una paja mental y no «Lost» y su final”. Amazing.
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10. «True Blood». El ingrediente final de esta serie… ése es secreto. No lo sé yo, ni la HBO, ni Allan Bell, ni los críticos de televisión, ni Charlaine Harris ni Sookie Stackhouse. Surge de forma espontánea cuando todos los demás componentes se mezclan bien, pero nadie sabe exactamente en qué consiste (que se lo digan a los que escriben los cientos de capítulos pilotos que se graban cada año y que no pasan de ahí). Cuando está, hace que el producto sea un éxito que dispara las audiencias, que gusta entre nichos de mercado muy distintos y que es respetado por la crítica. “True Blood” lo tiene. Un resultado merecido para una serie que siempre ha sido consciente de su naturaleza ‘popcorn’ y su función de entretener. ¿La catarsis de Allan Bell para reírse de la muerte tras haber estado cinco años regentando una funeraria? -puede- . Y también un gran pasatiempo para las noches de verano. (leer más)
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9. «How to Make it in America». Con el devastador precedente de «Entourage» (que, no lo neguemos: es la versión masculina de «Sexo en Nueva York«), lo cierto es que costaba ponerse manos a la obra con «How to Make it in America» : comparte con aquella productor (Mark Wahlberg) y una trama de colegas que se lo montan bien y acaban triunfando. Pero lo que allá era la Costa Oeste, aquí es la Este; y lo que allá era el showbiz, aquí es el fashionbiz. La diferencia básica, sin embargo, es que «How to Make it in America» se deja de tonterías y lugares comunes de la masculinidad más rancia para explorar una red de relaciones que, sí, tiene mucho de cool y de pose, pero que explora una mayor profundidad de campo que «Entourage«. Inevitable arrebatarse con una serie que tiene una banda sonora tremenda (ya desde el opening con Aloe Blacc) y que, por una vez, muestra que montárselo en America mola mil… pero también cuesta un cojón.
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8. «Dexter». El psycokiller con código ético de la tele, el único que a todos nos gustaría tener como vecino, ha llegado a su sexta temporada, ha salido airoso y con el corazón un poco roto. “Dexter” ha conseguido algo bastante complicado en el formato serial: repetir fórmula temporada tras temporada y no cansar a la audiencia. Al revés, la misma estructura se vuelve adictiva cada año que pasa y deja a los fans ansiosos por saber quién será el nuevo enemigo de Dexter en la siguiente temporada y si su hermana sabrá algún día que su hermanastro juega con sangre de día, por trabajo, y de noche, por puro placer. Michael C. Hall realiza una interpretación tan precisa del personaje como lo son los cortes que Dexter realiza con sus herramientas de tortura. Esto hace que la serie siga tan fresca como la colección de muestras de sangre guardadas en la salida del aire acondicionado.
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7. «Misfits». La respuesta británica a la nueva ciencia ficción televisiva americana. Irreverente, fresca y sobrada de ingenio que se mueve alrededor de 200 metros cuadrados de servicio comunitario. Lo que cuenta: la historia de cinco adolescentes con problemas que están dentro de un programa de servicios comunitarios y que tras una tormenta eléctrica adquieren poderes sobrenaturales. Las comparaciones con la serie de la NBC “Heroes” son inevitables. “Misfits” tiene cierto aire de parodia de la primera, que se convirtió en una ensalada mixta sosa de gente con superpoderes. Alisha, Simon, Kelly, Curtis y Nathan -protagonistas de “Misfits”- son la visión más real de un superhéroe que ha visto la televisión. Lo de salvar al mundo no es una opción: bastante tienen ellos con vivir en los suburbios de una ciudad industrial inglesa.
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6. «Boardwalk Empire». Los años secos de EEUU (1920-1933) provocaron oleadas de buen cine e historias empapadas de mitos. Noventa años después, siguen siendo fuente de inspiración para la mejor ficción; en este caso, la serie estrella de la temporada de la HBO: “Boardwalk Empire”. El episodio piloto estaba destinado a ser antológico antes de comenzar a grabarse. Cuestión de genética: Scorsese a la dirección, Terence Winter (productor y guionista en «Los Soprano«) como creador, Steve Buscemi encabezando el reparto y Atlantic City como escenario de lujo lleno vasos de Jamaica Ginger. La única pega: nunca será la sorpresa de la temporada, los suyo es pura biología.