Si alguien me obligara a elegir el mejor vestido sobre la alfombra roja de los Oscars 2014 bajo la amenaza de cortarme el pene, lo más probable es que acabara siendo un eunuco del montón. Las culpables serían Cate Blanchett y Lupita Nyong’o: la primera lució pletórica un Armani Privé de color carne del que colgaban diferentes abalorios blancos, mientras que la segunda (que, desde que «12 Años de Esclavitud» saltara a la palestra, se ha convertido en un nombre básico del fashionismo cinematográfico) hizo de la simplicidad su bandera con un Prada azul claro (color que, según la actriz, había elegido porque le recordaba a Nairobi) y una diadema minimalista que adornaba su pelo cortísimo. En cuanto a la tendencia más marcada en la alfombra roja, resulta que no ha sido ni un color ni una tela, sino simple y llanamente un estado: el preñamiento. Ahí estaba Olivia Wilde con un Valentino negro que no por ser «fondo de armario» dejaba de ser más adecuado y bello, y también una Kerry Washington algo más arriesgada pero menos acertada.
Otras dos que repiten este año entre lo mejor de la noche son Amy Adams (que sigue sin alejarse del rollo vintage: ella misma afirmó que su estilismo, un Gucci azul marino con unos vistosos pendientes Tiffany & Co, era un homenaje a la Kim Novak de «Vertigo«) y Jennifer Lawrence (con otro palabra de honor, esta vez una pieza roja de Christian Dior con volantes en las caderas, y un collar que hacía que su pelo cortísimo luciera más todavía). Una que bien podría estar entre las mejores cada año a partir de ahora es Emma Watson, quien demuestra que la culpa no es de los padres (que las vistan como putas) con un Vera Wang elegante y estilizado que, sin embargo, huye de la rimbombancia sexy que podría ser la elección natural en alguien de su edad. Y otra que no deja de sorprender es Sandra Bullock, quien después de dejar bien calladitos a los que siempre han afirmado que es una mala actriz con «Gravity«, va y se planta en la alfombra roja con un palabra de honor Alexander McQueen que, con su maxi-lazo azul, demuestra una clase lejos de la imagen hortera que siempre hemos tenido de Sandy.
Si tuviera que elegir a la peor vestida, sin embargo, no correría ningún peligro de perder apéndice alguno de mi cuerpo. Está claro que la peor vestida ha sido una Sally Hawkins que se lleva el premio a «tipa que nadie sabía quién era antes de esta gala pero que, después de atreverse a llevar ESO en una alfombra roja, estaba cantado que todos la buscaríamos en Internet y nos aprenderíamos su nombre y apellido«. Para quien no lo haya buscado todavía: es la hermana de «Blue Jasmine«. Y lo jodido es que se le ve tan maja y simpática y humilde que duele cebarse con ese horroroso vestido que viene a unirse al Club de Las Señoras Aficionadas A Vestir Sus Propias Cortinas. Tampoco fueron muy brillantes las elecciónes de Anna Kendrick (vestido negro con escote raro y transparencias más raras todavía), Naomi Watts (la antítesis del de Blanchett: tan simple, tan blanco, tan soso que resaltaba demasiado que esta mujer está envejeciendo a marchas forzadas), Laura Dern (su vestido rosa palo dejaba en evidencia una delgadez extrema que pedía a gritos un bocadillo de jamón), Penélope Cruz (seguimos con el club de las aficionadas a cortinas), Anne Hathaway (con su traje mirror ball) y Julia Roberts (el Givenchy con blonda y volantes hacía parecer que sus tetas le llegaran a la cintura).
En cuanto a la facción masculina, aquí va una lista rápida de «buenorros que estaban increíbles pero que parecían vestir todos el mismo traje«: Michael Fassbender, Leonardo DiCaprio, Bradley Cooper (con una versión ultra skinny del traje de toda la vida), Chiwetel Ejiofor, Jason Sudeikis (pese a haberse adelgazado demasiado), Jamie Foxx, Alfonso Cuarón, Jonah Hill, Jeremy Renner (su elección de una pajarita blanca le elevaba por encima de los demas… y digo eso pese a no perdonarle el pecado mortal de llevar perilla en pleno siglo XXI)… Sólo hubo cuatro hombres que intentaron salirse de la norma: uno acertó, dos fracasaron… y el cuarto me tiene indeciso. El inesperado vencedor del riesgo en esta alfombra roja fue un Kevin Spacey que vistió un traje de cóctel azul y negro (vale, sí, el traje cóctel es de hace ya unos años, pero por lo menos supuso una variación en el tedio repetitivo de la noche). Los dos más sonados WTF!? de la velada se los llevaron un Matthew McConaughey que decidió vestir una chaqueta de smoking color crema chirriando sobre un chaleco negro y una camisa blanca; mientras que Jared Leto también optaba por la chaqueta blanca (¿se pusieron de acuerdo los dos protagonistas de «Dallas Buyers Club«?) para combinarla con una gigantesca y bufonesca pajarita roja. Para acabar, lo que me tiene en ascuas son los pantalones cortos de Pharrell Williams: no sé si lo que no me gusta es el rollo traje de pantalón corto o más bien esas piernas horribles que tiene este hombre. Si este año casi abro la crónica de la alfombra roja de los Oscars de la misma forma que el año pasado, también voy a cerrarla con la misma pregunta: de verdad, ¿nos pondremos las pilas los hombres en algún momento a la hora de brillar en eventos como este?