Hay historias que, como París, no se acaban nunca. Y no importa las veces que te las cuenten, o las leas, o las veas en el cine, siempre conservan ese halo mitólogico que fascina y engancha a partes iguales. Cuando Mary Shelly se pegó la sobrada de su vida ante Lord Byron, el médico de éste y su marido sacándose de su retorcida pluma «Frankestein o el Moderno Prometeo» (todos se retaron a escribir una novela de terror en el transcurso de unas vacaciones en Suiza en el verano 1816), ninguno de los tres podía imaginar que habían dado vida a uno de los personajes más carismáticos y míticos de la literatura universal. Mucho menos uno que influyera de forma tan poderosa en lo que en el futuro sería la novela fantástica y que se convertiría en todo un mito de la post-modernidad al que aún hoy se le da vueltas. Hacía frío y estaban aburridos, y Mary se sacó de la cabeza a un médico loqui con muchas ambiciones y poco seso que removió cielo y tierra (pero sobre todo tierra, de cementerios y tumbas de ladrones y tahúres más concretamente) para crear a un ser venido de la propia muerte que, en una noche de tormenta -como la que caía cuando la autora se rebozaba en tanta negrura- recuperó una vida que invertiría en hacer imposible la suya a su creador.
Ahora Sexto Piso y Nórdica Libros recuperan el mito del Moderno Prometeo en sendas ediciones a cada cual más especial y preciosa. Porque, aunque parezca que ya hemos visto a Frankestein de todas las maneras posibles, resulta que no. La edición de Sexto Piso cuenta con un prólogo de la autora y crítica estadounidense Joyce Carol Oates, en el que hace hincapié en lo más profundo de la obra para demostrar que el conocido como «monstruo de Frankenstein» es uno de esos personajes colectivos que ha acabado perteneciéndonos a todos, y se ilustra con unas fascinantes y pesadillescas imágenes obra del ilustrador Lynd Ward (considerado uno de los padres de la novela gráfica) extraídas de una serie de grabados en madera que realizó en 1934 y que acentúan el tono patético y terrible del protagonista de la historia, convirtiendo la lectura en una experiencia tan gótica como expresionista. La edición de Nórdica, por su parte, está protagonizada, además de por la historia, por las bellísimas ilustraciones de Elena Odriozola, que ha hecho una lectura muy personal del texto clásico convirtiendo las imágenes en un delicado teatrillo de papel que quiere abrir las puertas a nuevas posibilidades de narración visual. Ahora que se acercan las Navidades y todos vamos locos buscando ese regalo que sea a la vez único y memorable, vienen fetén estas dos ediciones, para los más retorcidos o los más líricos, la historia es la misma, universalmente conocida y eterna.