Juguetones, obviamente. No podría ser de otra manera. Para un dúo que se ha labrado una carrera musical mediante la creación de sonidos a partir de juguetes para niños, objetos encontrados por la calle y todo tipo de utensilios caseros, la primera palabra que viene a la cabeza para describir su trabajo viene en blanco y en botella. Otros van más allá y han clasificado lo que hacen Psapp con el término toytronica, aunque no tenga mucho de electrónica y menos aún de novedoso: la historia del circuit bending (elaboración de instrumentos a partir de los circuitos electrónicos de dispositivos como juguetes) y la musique concrète es larga e influyente, pero son los ingleses Carim Classman y Galia Durant unos de los pioneros en reunir por primera vez muchas de estas técnicas e ideas en un producto de exclusiva orientación pop.
En este sentido, «What Makes Us Glow» (Domino, 2013), su cuarto y último trabajo que ahora nos presentan, en poco difiere de lo que han venido haciendo desde sus comienzos. Su primer LP, «Tiger, My Friend« (The Leaf Lable, 2004), era hijo directo de ese cambio de milenio recién comenzado. The Notwist acababan de lanzar su celebrado «Neon Golden» (Domino, 2002). Lali Puna y Dntel también andaban por ahí, contribuyendo a popularizar lo que terminó llamándose indietronica, aunque gente como Stereolab y Disco Inferno ya llevaban haciendo cosas parecidas antes de que alguien tuviera la brillante idea de llamarlo de esa forma. «Tiger, My Friend» también incorporaba elementos del folk (y aquí, con folktronica, anotamos nuestro hat-trick de etiquetas absurdas) e incluso se oyen ecos de Four Tet, de cuando Kieran Hebden hacía música para escuchar tirados en la cama, con velitas e incienso. Psapp, más bien, hacían música para escuchar mientras se cambian pañales y se leen cuentos de hadas. Sus canciones eran tiernas, frescas, deliciosamente simples, de una factura exquisita. Y, como los mejores cuentos infantiles, con un trasfondo más tétrico del que su colorido envoltorio dejaba entrever. El estribillo de «Leaving In Coffins», sin ir más lejos, dice «Everyone is getting old / you go, go / and you don’t come back». Y uno que pensaba que esto iba de unicornios y arcoíris…
Aunque sus composiciones siempre tiraron hacia lo básico y convencional, Psapp seguían haciendo alardes de creatividad e ingenio en la instrumentación con «The Only Thing I Ever Wanted« (Domino, 2006), algo que viene repitiéndose hasta día de hoy. Durant y Classman han cambiado muy poco. Pero mientras temas de su segundo trabajo como «Eating Spiders» sonaban a The Postal Service en plena sesión de ayahuasca, ahora nos vienen con cosas como «The Cruel, The Kind and The Bad», la cual parece la banda sonora de una road movie muy, muy mala sobre cíngaros ucranianos de circo en circo. El rollo cabaretero lo solventaban muy bien en el pasado con «Hi», por ejemplo, versión infantiloide y popera de Tom Waits en su época «Swordfishtrombones» (Island/Universal, 1983). Siete años después, la misma propuesta suena ya algo caduca y, sinceramente, poco interesante. Un track más adelante, «Seven» cae a medio camino entre Django Reinhardt y unos Morcheeba con sentido del humor, una mezcla que deja de ser curiosa a los veinte segundos. Es la misma tara que arrastra gran parte del disco: música bonita, agradable y a menudo pegadiza, pero de escasa profundidad y con capacidad de sorpresa sólo para el desprevenido primerizo. Nadie familiarizado con Psapp y sus excelentes primeros discos va a abrir la boca aquí de asombro.
Han bajado el nivel y empiezan a aburrir un poco, pero no todo son malas noticias, porque al fin y al cabo los ingleses conservan el mismo talento; ya un poco marchito y pasado de rosca, aunque todavía capaz de cosas como «Everything Belongs To The Sun», una hipnótica procesión de ritmos y sonidos marca de la casa. Su inmensa capacidad para encontrar la musicalidad en objetos de lo más variopinto se ve reflejada en «In The Black» y «In And Out»; parece que Galia Durant pudiera crear una pegadiza melodía vocal a partir del sonido de dos piedras chocando. Y Carim Classman toca la guitarra acústica con una energía contagiosa. La música de Psapp desprende la alegría de siempre. «Your Hot Knife» (¿guiño a su admirada Fiona Apple?) es particularmente estimulante, de esas canciones que iluminan hasta las más nubladas de estas tardes de otoño. Sin deshacerse, al mismo tiempo, de esa tímida melancolía tan paradójica que ha habitado, medio escondida, siempre en su música. «Wet Salt», corte que abre el disco (si obviamos los primeros segundos de ruido) con saltarinas kalimbas africanas y simpáticos teclados lo-fi, es en realidad un tema tristísimo: «Don’t let it be over / Now I’m getting closer», canta Galia, suplicante.
Es una pena que, pese a todas sus bondades, «What Makes Us Glow» no haga nada por evolucionar la carrera de los londinenses, y de hecho parece un claro peldaño por debajo de trabajos anteriores. A pesar de toda la parafernalia, Psapp siempre fueron easy-listening y, sin embargo, podrían acercarse a propuestas similares, pero mucho más arriesgadas, como las de tUnE-yArDs o Mica Levi, pequeño gran genio detrás de Micachu & The Shapes y, más recientemente, colaboradora de Tirzah. Habilidad tienen de sobra para ello. Hace diez años parecía imposible que un grupo que tenía como seña de identidad su imaginativo uso de juguetes en su sonido pudiera morir de falta de ambición, pero ese final parece cada vez más cercano. Habrá que esperar pero, de momento, podemos decir que «What Makes Us Glow» es un buen disco que, por desgracia, no pasará a la historia.