Después de varios años sin pisar tierras gallegas, Pumuky aterrizaban en el noroeste español para repasar su penetrante y flamígero catálogo sonoro. Un ejemplo de los inexplicables misterios que acaecen en la conexión musical entre las Islas Canarias y la esquina galaica, que provocan que las oportunidades de presenciar en directo propuestas como la encabezada por los hermanos Jaír y Noé Ramírez sean muy contadas. Solventado este escollo por el empeño de la promotora santiaguesa Work On Sunday, la banda tinerfeña hacía parada en La Fábrica de Chocolate de Vigo para cumplir con el segundo concierto de su mini-gira por Galicia. La noche, atlánticamente otoñal, empujaba con suavidad a dejarse empapar por el pop atmosférico de Pumuky.
Pero, antes, por si alguien sentía cierto rastro de frío en su cuerpo, Disco Las Palmeras! se encargarían de echar leña a la caldera de la sala mediante su noise inapelable. Tanto que, en su arranque, daba la sensación de que el equipo de sonido no transmitía con suficiencia sus sacudidas iniciales ni soportaría los latigazos eléctricos posteriores. En medio de tal torbellino sónico resultaba difícil distinguir la voz de Diego Castro, ocupado en dirigir con precisión la sencilla pero efectiva fórmula de la banda basada en una sólida batería más dos guitarras -sin bajo- convertidas en armas de destrucción masiva revienta-tímpanos (en el mejor sentido de la expresión…). Con todo, tras “Desde Hoy Perfecto” la cuestión se fue aclarando y compactando adecuadamente, lo que facilitó asimilar la enérgica forma en que los lucenses revisaron y llevaron al extremo lo más destacado de sus dos discos, “Nihil Obstat” (Matapadre, 2011) y “Ultra” (Matapadre, 2013). “Parte del Engranaje” fue una buena muestra previa de la distorsión que el trío aplicó sin compasión a “No Lugares” -momento en que una de las pedaleras de Diego generó más de un quebradero de cabeza-, la dupla “De Cuando Aún Había Esperanza” más “Alfa y Omega (La Cruel)”, “A los Indecisos” o “Absenta”. Pepinazos que salieron disparados del escenario cuales cuchillos tan cortantes como el cierre de la actuación. A machete. A cañón. Sólo los oídos más firmes y entrenados habían logrado absorber las ondas expansivas de la dinamita activada por Disco Las Palmeras! en un setlist apabullante que transcurrió como una exhalación.
El decorado cambió con la entrada en acción de Pumuky -con nueva alineación, completada por Daniel Benavides, José A. López y Adán Zeus-, aunque la electricidad no dejó de envolver al respetable, que comenzó a levitar aupada por una intro tensa y ascendente. Pumuky empezaban así a repartir las cartas de una partida repleta de melancolía etérea, la misma que cuajó con excelencia en el último largo hasta la fecha del grupo canario, “Plus Ultra” (Jabalina, 2011). Uno de su himnos, “Quinta da Regaleira”, sin la finura de su versión en disco pero igual de embriagadora, estableció la pauta a seguir por la banda: medios tiempos progresivos que miraban de reojo al post-rock más sensible y que dibujaban imaginarios círculos de fuego en el aire.
Aunque la voz de Jaír Ramírez a veces se diluía entre el contundente armazón guitarrero del conjunto interpretando sus versos incandescentes, en ningún momento su repertorio perdió su magnetismo definitorio: ya fuera guiado por líneas de bajo infecciosas o adornado por múltiples efectos sonoros, siempre acababa desembocando en invisibles tormentas emocionales, incluso en los saltos que Pumuky daban a su pasado, rescatando de él “Si Desaparezco” o “Los Enamorados”. Poco a poco, telas de araña eléctricas se iban posando sobre las cabezas de los presentes hasta atraparlos con sus tersas y, al mismo tiempo, robustas texturas. La balanza hipnótico-emocional fluctuaba con vigor entre cada canción y dentro de cada una de ellas, pasando de ritmos aletargados a arrebatos sónicos con parsimonia, sin estridencias. Así fue cómo Pumuky demostraron en vivo cuál es el modo ideal de purgar tristezas y pesadumbres y atemperar cuitas varias. Durante su actuación, los canarios fueron la verdadera banda del club de los corazones solitarios.
[FOTOS: Iria Muíños]