Hace pocos días, Kanye West volvía a liarla en una ya famosa entrevista concedida a BBC Radio 1, el último capítulo en esa competición tan enternecedora que tienen los reyes del hip-hop por ver quién la tiene más gorda. Desbocado, lenguaraz como él solo, poseído por una colosal confianza en sí mismo y su talento, llegó a soltar: «I’m the number one rock star on the planet.» Y, dicho así, ¿quién no le creería? En realidad, lo cierto es que hace mucho tiempo este mundillo dejó de ser las olimpiadas del macho alfa y ya estamos acostumbrados a ver a MCs para todos los gustos (el propio Kanye, de hecho, tiene muy poco que ver con el cliché del mítico gangsta, incluso algunos le acusan de ¡hablar como un blanco!). Pero si hay alguien a años luz de la pomposidad eléctrica del de Chicago, de su desaforada ambición, sus punzantes y agudas diatribas a ritmo de frenética mandíbula enfarlopada, ese es, con su cara de «perdonen yo sólo pasaba por aquí», Obaro Ejimiwe, aka Ghostpoet.
Porque más que una «estrella del rock» como Kanye, Ghostpoet es un nerd que hace hip-hop ratito, reminiscente de otros antiguos nerds al otro lado del atlántico como Antipop Consortium, que llegaron a ser teloneros de Radiohead durante la gira de presentación del «Amnesiac» (Capitol, 2001). Entre otras cosas, se hicieron famosos por pensar que rapear sobre el sonido de una pelota de ping-pong era buena idea (y lo fue). O cLOUDDEAD, pioneros en establecer puentes entre el hip-hop, la electrónica experimental, la psicodelia y el indie-rock. Aunque es en el sótano de la escena actual británica donde Ghostpoet encuentra a sus verdaderos compañeros de piso… Por ahí a lo lejos aparece la cara anónima de Burial, emergiendo de entre la bruma con la capucha hasta la barbilla; y a otro lado se puede ver a Jamie xx, acurrucado sobre su sampler en una esquina, solo, creando bases indescifrables. Incluso gente como SBTRKT o Zomby hacen acto de presencia (figurada, entiéndanme), ya en pijama, irreconocibles después de la rave de anoche, cansados, esqueléticos.
Es con Roots Manuva, sin embargo, con quien Ghostpoet guarda el mayor paralelismo: por su voz somnolienta, su fraseo y su acento londinense… es imposible no acordarse del señor Manuva, quizá el MC británico más reconocido y reconocible de los últimos tiempos. Y al igual que otro famoso compatriota suyo, The Streets, recrea en sus canciones mundos fruto de su aguda capacidad de observación, pero a través de letras más crípticas, cargadas de metáforas que quizá sólo él puede comprender. Hay gente que se queja de cierta falta de mensaje; en mi opinión la visión de Ejimiwe es tan personal que engancha, si uno presta atención y se deja sumergir en las densas e intrigantes atmósferas que forman este gran segundo trabajo, tan cautivador como sólido y compacto
Es quizá esta solidez, esta claridad de ideas, sobre lo que quiere hacer y cómo quiere sonar, lo que puede actuar en contra del resultado final. En ocasiones «Some Say I So I Say Light» (Play It Again Sam, 2013) discurre por el mismo trayecto lineal y, al igual que conducir por una larga y recta autopista, corre el peligro de llevarnos al letargo y su consiguiente accidente mortal. Ghostpoet es un tío listo y, afortunadamente, sabe dónde y cuándo dar un suave golpe de volante para despertarnos del inminente trance y recordarnos que este viaje merece mucho, mucho la pena. Son esos pequeños saltos desde la aparente monotonía los que marcan la diferencia entre música meramente interesante y música que llega a tocarnos de verdad: el sutil estribillo en «Cold Win» que canta eso de «I need to go back before the sun goes down on my heart«, los frágiles coros de Lucy Rose en «Dial Tones«, el sorprendente acelerón afrobeat que se marca en «Plastic Bag Brain» (con el gran Tony Allen a la percusión)… Y no hablemos de la bellísima «Meltdown«, el tema central del disco. Este cierra de la mejor forma posible: con unas cuerdas poniendo emoción sobre chispeantes gorgoritos electrónicos. Un recurso manido, puede ser, pero acabar de esta forma un disco siempre esta bien, sí o sí. Lo de Ghostpoet es un triunfo de lo pequeño, del aparentemente débil. Pero a veces el más silencioso es el que grita más alto. Que alguien se lo diga a Kanye.