Tal y como os avanzamos hace unos días, después de recuperarnos del shock que sufrimos al encontrarnos con el percal que se había montado en H&M para conseguir alguna de las prendas de la colección de Lanvin, hemos testado y probado el material… Y la verdad es que, para nuestra sorpresa, finalmente nos ha sorprendido para bien.
Evidentemente no hemos de perder de vista que nos encontramos ante una prenda low cost y que dista mucho de la calidad de un Lanvin original. A un precio de unos 150 € de media no se le puede exigir la magnificencia de los materiales que son utilizados de forma habitual por la firma francesa, cuyos diseños cuestan miles de euros. Pero la adaptación se ha llevado a cabo bastante bien y nos encontramos con textiles suaves, agradables y menos malos de lo que cabría esperar. Vamos, que lo que en foto parecía que iba a ser plastiquete de los que no transpiran tampoco está tan mal. Las lanas y los algodones también son de una calidad superior a la que la marca nos tiene acostumbrados. Como es típico en Lanvin, las prendas apenas presentan costuras, estas están llenas de descosidos, deshilachados, cremalleras vistas y aspecto inacabado.
Las prendas que más nos han gustado han sido aquellas que pertenecen a la colección de hombre. Los trajes que hemos visto sentaban como un guante y las pajaritas gigantes daban ese toque divertido y nerd que tanto nos gusta. La colección de mujer creemos que es un poco imposible, con tanto volante: tanto volumen no es apto para cualquier ocasión y puede llegar a ser una verdadera molestia tanto a la hora de elegir qué abrigo ponerte como para andar entre la multitud de un evento. Sinceramente, esos hombros desmesurados son muy bonitos a la vista pero difíciles de mantener. Durante el tiempo que llevé la prenda, no pude parar de colocármelos y sufrir por ellos. No imagino una noche así o, peor aún, una boda.
En cuanto al calzado, este sí que deja mucho que desear, tanto en los materiales como en la calidad. El de hombre nos encantó con esos colores metalizados, pero al tenerlo en la mano nos pareció que era un zapato poco duradero y que, con ese material tan fino, no podía durar más de dos noches en Razzmatazz. En mujer, los vertiginosos tacones de 11 cm se veían baratos e incómodos (os aseguro que incómodos lo eran un rato) y la pedrería que los adorna tiene pinta de que no tardará en caerse y ponerse negra y fea.
Lo que más nos ha gustado, sin duda alguna, ha sido el packaging en el que se entregaba el producto. Todos los trajes y vestidos eran entregados con una bonita percha conmemorativa de la colección y un porta trajes de algodón reciclado adornado con una de las ilustraciones del diseñador. Un auténtico objeto de deseo e incluso más coleccionable que la ropa en sí.
[Texto: M. Àngels Jover] [Modelos y estilismo: M. Àngels Jover y Caterina Jover] [Fotografía: Xavi Larrull]