Cuando uno asiste a un directo de The Pains Of Being Pure At Heart, llega a la conclusión de que no queda más remedio que perdonarles todo: desde la timidez inicial de todos sus componentes a los problemas de Kip Berman con su voz (débil y desafinada por momentos) y con su guitarra (siempre pierde por el camino dos o tres acordes). Se les perdona porque derrochan emoción, energía, pasión y simpatía, todo ello ejecutado con un espíritu amateur que, sobre el escenario, atrapa y hechiza. Justamente eso fue lo que ocurrió en su concierto en la sala Capitol santiaguesa (enmarcado en el Heineken Music Selector), tras el cual, los que ya habían tenido la oportunidad de seguirlos en otras actuaciones, aseguraron que había sido el mejor que podían haber realizado por la calidad de sonido, el repertorio elegido y la duración del show: una hora y diez minutos, algo inaudito en ellos…
Tuvieron tiempo de repasar su debut (“The Pains Of Being Pure At Heart”; Slumberland, 2009) casi al completo, sus singles más recientes (enorme “Say No To Love”; ensoñadora “Higher Than The Stars”, gracias al teclado celestial de Peggy Wang-East), algunas caras B (“103”, “I Wanna Go All The Way”) y un par de joyas destinadas a ser engarzadas en la corona que será su segundo álbum, “Belong”, cuya fecha de publicación se fijó, en principio, para febrero de 2011. Lógicamente, buena parte del público pedía a la banda que enseñase más gemas de ese esperado trabajo, pero la cosa se quedó en la esplendorosa “Heart In Your Heartbreak” y en una inédita “Heaven’s Gonna Happen Now”, fidelísima al estilo efervescente del combo y que sonó a gloria.
Sin embargo, a los Pains no les hizo falta recurrir a su nuevo (y guardado bajo llave) muestrario para mantener y aumentar el interés: el brillo y la vigencia de su único largo es tal que, aun sabiendo que caería gran parte de su contenido, resultó igual de sorprendente y satisfactorio. Eso sólo se puede lograr gracias a pepinazos (ya convertidos en himnos atemporales) como “This Love Is Fucking Right”, “Come Saturday”, “Young Adult Friction” o la bellamente electrificada “Stay Alive”, piezas que el grupo movió a su antojo entre las coordenadas del shoegaze (atención al muro de sonido que levantaron en varias ocasiones) y del twee-pop según conviniese. Todas y cada una de esas canciones funcionaron como auténticas píldoras de adrenalina que hicieron que el público se entregase por completo al cuarteto (quinteto sobre las tablas), lo que facilitó que Kip saliese de su cascarón, ya fuese chapurreando frases en castellano o alabando las bondades del kalimotxo, como el que tenía servido en elegante copa de cristal. Incluso la dulce Peggy (que lucía camiseta de sus vecinos Beach Fossils, para que el pabellón neoyorquino quedase bien alto) se soltó la melena, literalmente, uniéndose a los diálogos de su colega. El ambiente festivo provocó que la letra de “Everything With You” adquiriese, si cabe, mayor sentido, y que lo que iba a ser el típico bis se transformase en una larga y demoledora segunda parte de concierto iniciada con Kip a solas interpretando “Contender” y rematada en la cumbre, como su LP, por “Gentle Sons”. Efectivamente, cuando uno asiste a un directo de The Pains Of Being Pure At Heart, llega a la conclusión de que no queda más remedio que pensar que no hay mejor manera de aliviar los pesares de ser puro de corazón.