Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, me costaría hacerles partícipe de las sensaciones que transmite el caudal sonoro del nuevo disco de Forest Swords. No, no les voy a recitar la Primera Carta a los Corintios, de la que sin duda nuestros lectores católicos habrán sabido reconocer el extracto. Pero sí quisiera ponerme un poco trascendental, si me lo permiten, para comentarles lo siguiente.
En esta era, la música será mutante o no será.
La estrangulación de géneros, la profunda hibridación de propuestas sonoras, es el detonante común de mucha de la mejor música que se está haciendo hoy en día. Y quizás el demiurgo más importante en el momento actual a este respecto bien podría ser Matthew Barnes, alumno aventajadísimo con su proyecto Forest Swords desde hace unos años, cuando publicaba el ineludible EP “Dagger Paths” (No Pain In Pop, 2010), y que ahora regresa con este “Engravings” (Tri Angle, 2013) que nos deja severamente aturdidos. Lo hace ni más ni menos que en Tri Angle Records, exquisito sello de importancia capital para entender la música electrónica en este momento, donde también tienen asilo nombres tan de relumbrón como Holy Other, Balam Acab, oOoOO o el imprescindible Howse. Parece, por tanto, que hay motivos para celebrar.
Y sí, los hay de veras. Ya que, por mucho que aquel debut discográfico de Forest Swords pudiera dejarnos sobre aviso, la riqueza de este nuevo álbum es, como advertía, difícil de explicar recurriendo únicamente a las palabras. “Engravings” abraza la hauntología, el dub, el hip hop abstracto, el ambient, la IDM primigenia, el post-todo… El resultado es estremecedor. La obra que nos ocupa suena al mismo tiempo primitiva y visionaria, claustrofóbica y expansiva: lo ocupa todo, no hay espacio ni tiempo para medias tintas. Y, aun así, hay que tener en cuenta que tiempo y espacio parecen conceptos muy relativos a la hora de afrontar la obra de Forest Swords. “Engravings” parece querer sonar atemporal, pero no en el sentido de imperecedero, sino en el de inubicable.
Así, por ejemplo en “Onward”, una de las creaciones más impertinentemente brillantes que servidor ha escuchado en los últimos meses, Forest Swords ataca al oyente con un ritmo fibrilado que deriva en (re)ajuste de cuentas hacia un post-rock olvidado para rematarlo en un miasma de percusión y cuerdas. En “The Plumes” queda evocada una suerte de new age transmutado en post-rock aristado e implosivo, dando protagonismo a unas guitarras que retrotraen a la obra pretérita de Barnes y que en “Engravings” encontramos quizás en un segundo plano. El sonido adquiere una dimensión majestuosa, por ejemplo en esas inaugurales “Ljoss”, “Thor’s Stone” y “Irby Tremor”. Estas dos últimas concilian su bajo criminal y sus beats resquebrajados ora con un aura tribal (“Thor’s Stone”), ora con un riff asesino (“Irby Tremor”), en una especie de refundación post-dubstep. Más difícil quizás resulta etiquetar las mutantes “The Weight Of Gold” o “An Hour”, ambas sublimando evocación / ensoñación, o la calma tensa de “Anneka’s Battle”. Finalmente “Friend, You Will Never Learn”, el dilatado tema que cierra el álbum, vigoroso e inesperadamente ágil, parece querer estrechar lazos con la retórica más lúdica y lúcida de Dan Deacon.
Devastador como pocos, finísimo y a la vez sulfúrico, “Engravings” sólo puede entenderse como un auténtico triunfo en la de momento escueta obra de Forest Swords. Pero quizás más importante incluso que salir victorioso en su ambicioso propósito formal es el hecho de que Matthew Barnes consiga dotar de auténtica fisicidad al sonido que ha creado, a través de la ferocidad de su propuesta. Incontestable y bárbaro, con “Engravings” estamos, quizás definitivamente, ante el auténtico fauvismo hecho partitura.