Sabes que una ciudad está empezando a alcanzar unos parámetros de especialidad bastante exquisitos cuando, básicamente, puedes permitirte el lujo de tener ese lugar en el que hacen tus mochis favoritos, ese otro que tiene la hamburguesa que te vuelve loco, otro donde las patatas bravas te dejan atontado… Y así un no parar de propuestas centradas en unos detalles minúsculos que hacen que el estrés de vivir en una gran ciudad compense. En mi caso, tengo que reconocer que tengo mi mochi, mi hamburguesa y mis bravas (además de muchas otras cosas), pero hasta hace poco no había encontrado todavía mi helado favorito. Mucho tiempo me pasé deseando secreta y públicamente que la fiebre del frozen yogurt llegara hasta Barcelona y, cuando por fin lo hizo y abarrotó la ciudad con demasiados locales (la mayor parte de ellos de una calidad pésima), regresó mi afición primigenia por el helado de toda la vida. Pero el de toda la vida «de verdad»: el artesano, no el industrial.
Y de helado artesano saben mucho en Vioko, local situado en un espacio tan privilegiado como el número 55 del Passeig de Joan De Borbó (Barcelona): en plena Barceloneta, a un minuto de la playa, dos minutos del teleférico y diez minutos de agradable paseo del mismísimo Colón. ¿Y no debe ir todo helado acompañado del paseo lo más agradable posible? Pero seamos fieles a la verdad: lo de Vioko no se rescinde exclusivamente a helados de una calidad excepcional, sino que es un espacio ideal para poner a prueba las papilas gustativas que atrapan el dulce en tu lengua. Además de helados, en Vioko puedes encontrar pastelería de alto nivel y chocolate como nunca lo has visto (y catado) en un espacio inigualable: un local en forma de herradura con decoración moderna, colores blancos neutros y luces de colores nada estridentes que dejan espacio (visual y mental) para lo que verdaderamente tiene importancia, que son los manjares.
Inevitable empezar por los helados. Lo primero que sorprende cuando pides un helado en Vioko es el arte (literal) con el que te lo sirve: el especialista que se dedique a servir tu helado se pasará un buen rato removiéndolo tanto en el contenedor original como en tu tarrina o cucurucho, todo para que quede con una textura inigualable, pura suavidad sin ese hielo que a veces sabotea el sabor. Y lo segundo que sorprende, claro, es el sabor propiamente dicho. En Vioko tienen hasta un total de 37 sabores para contentar desde el más tradicional (fresa, limón, vainilla, turrón…) hasta los que busquen algo más arriesgado y prefieran aventurarse a delicias como el helado de arándonos y violeta, el de rosas y frambuesa o el de cheesecake con frutos del bosque. Además de una cantidad indecente de chocolates, claro.
El resto de especialidades de Vioko no se quedan atrás en cuanto a exquisitez. Los chocolates (puedes ver aquí todas las variedades) son un excepcional guilty pleasure o un regalo que te hará quedar como un señor más que como un truhán. Y la pastelería, por su parte, es un laboratorio de sabores sorprendentes que siempre está cambiando dependiendo de la temporada: cookies de diferentes ingredientes, marshmellows, macarons de tantos colores como quedarse epiléptico, pequeños pasteles, azúcares con sabores (amapola, violeta, etc.)… Al fin y al cabo, tanto la pastelería como los chocolates y los helados de Vioko se benefician de la filosofía de este espacio: conseguir los mejores ingredientes del mundo (pistachos de Irán, chocolate belga, flores francesas, avellanas del Piamonte italiano) y permitir que la mano artesana de la chef pastelera Lucila Baiardi los convierta en delictessens refinadas al máximo. Si buscas el mejor helado de Barcelona, tienes que probar Vioko. Eso sí, ves con ojo, porque puede que salgas de allá con nueva chocolatería y pastelería preferidas. Tres en uno.