Quien más y quien menos, todos hemos crecido con «Mazinger Z» primero, «Robotech» después y «Neon Genesis Evangelion» un poco más tarde. Nuestra generación tiene más que asimilado en su inconsciente colectivo la lucha definitiva del hombre en versión robotizada y mastodóntica contra el bicho que viene del espacio exterior… o que aparece por culpa de una mala gestión de la energía atómica. Pero los delirios animados del anime japonés con el que crecimos tienen su origen en las películas que asaltaron las pantallas niponas después de la Segunda Guerra Mundial en las que el mundo (japonés, claro) luchaba contra el ataque exterior que venía en forma de bicho gigante con malas pulgas y peores intenciones (no es difícil ver la metáfora, ¿verdad?). El más célebre de ellos, Godzilla. Guillermo del Toro, que es un nerd de muchas toneladas (y esto va sin ninguna intención irónica, en serio), creció más con las segundas que con las primeras -por una simple cuestión de edad- pero su última aventura friki-cinematográfica, la mastodóntica y carísima «Pacific Rim«, está muy pero que muy influida por ellas. Incluso aunque diga que tiene todos los DVDs de «Evangelion» en casa pero que nunca le ha dado ni por abrirlos. Really, Guillermo? REALLY??
El argumento de «Pacific Rim» es sencillo: Mechas contra Bichos. El hombre luchando con gigantes máquinas antropomorfas (los «Jaegers«) contra entes que se cuelan en la Tierra por una brecha abierta bajo el océano y que vienen con intención de desalojarnos a lo bestia (los «Kaijus«). La humanidad, poco dada a ponerse de acuerdo en nada, por una vez consigue ir todos a una y crea la Plataforma Antidesahucios más grande jamás imaginada, un programa liderado por el general Stacker Pentecost (encarnado por un entregado Idris Elba que se pasea en uniforme de marine todo el rato por la película -y a Del Toro gracias-) y que basa toda su fuerza en unos robots de grandes proporciones que funcionan a tutti plen si los conducen dos pilotos que estén conectados emocionalmente. Bitch, whaaat?? Pues eso. Cuanta más conexión mental haya entre los pilotos, mejor tirará el carro. Perdón. El robot. El piloto más molón es Raleigh Beckett (Charlie Hunnam), un tío intrépido a lo Maverick de «Top Gun» que se fía más de sus instintos que de cualquier plan establecido (sic) y que, cuando pierde a su hermano en batalla, se larga una temporada al exilio. Cuatro años durante los cuales el programa Jaeger se va desintegrando en favor de la construcción de una enorme muralla de protección que se ve venir de bien lejos que no va a servir para nada. Pentecost monta su propio chiringuito Jaeger desde la Resistencia y llama a filas de nuevo a Raleigh, que se ve compuesto y sin copiloto hasta que entra en acción Mako Mori –la japonesa menos atractiva que encontraron los de casting-, una decidida joven que padece un complejo de Electra bastante importante. Todo esto coincide con un momento en el que los Kaijus ya han desarrollado su plan de desalojo humano y vienen a la Tierra de dos en dos y luego de tres en tres, todos en plan «everybody in da house say yeah«. A todo esto siempre es de noche y llueve mucho.
El punto de partida nos hacía salivar a todos los amantes del anime de mechas y la acción robotizada por poner en pantalla en imagen real y esta vez sí, con muchos recursos digitales y dinero, lo que soñamos cuando éramos pequeños. De todos los posibles, Del Toro parecía el candidato perfecto para actualizar el género sin miedo a que nos provocara un infarto de vergüenza ajena como ha hecho la saga «Transformers» (Peter Jackson también era un buen candidato, pero Jackson estaba dirigiendo «El Hobbit» después de que Del Toro la abandonara para, precisamente, dirigir «Pacific Rim«. Y a todo esto, ¿no son la misma persona?). El mejicano había hecho méritos gracias a «Hellboy«, con la que demostró no sólo que podía insuflar vida a universos entintados sino también manejar holgadamente grandes presupuestos; y con «El Laberinto del Fauno» también certificó que podía facturar caramelos para la crítica. Win, win, win.
«Pacific Rim» recuerda más a «Hellboy» que a las triquiñuelas del Fauno. Del Toro ha conseguido crear un universo de estética en colores neón y personajes míticos muy recurrente y personal y, por momentos, aun esperas que salga el Demonio Rojo de alguna esquina. Pero, a diferencia de «Hellboy«, que sabía combinar perfectamente acción «seria» con el carisma sardónico de su protagonista, «Pacific Rim» sufre de una intensidad que a ratos puede resultar cansina. Todos los personajes tienen boquetes emocionales y todos sufren mucho, la Humanidad sufre mucho y todo tienen un tono grave que no viene a cuento y que no hace falta. Como si el hecho de hacer una película de acción palomitera no fuera suficiente, aquí también hay conflictos emocionales. El problema es que este tipo de trama no se sabe llevar tan bien en el conjunto como se han planteado las secuencias de acción.
Y, así, mientras están los Mechas en pantalla todo es un gozo: las batallas tienen un ritmo frenético (a veces demasiado, porque no se ve nada), el diseño de robots y criaturas es espectacular (se nota que Del Toro es un gran aficionado a Lovecraft, especialmente en el diseño de los Kaijus), el entorno es impresionante (y recuerda mucho y bien al «Cloverfield« de Matt Reeves), los efectos son impresionantes, tiene algunas escenas de batalla para la Historia y todo consigue mantener al espectador con la boca abierta mientras dura la acción. Pero esta se intercala con las escenas «de personajes» y ahí todo naufraga. El ritmo se desploma y la cosa patina: gente que habla con importancia mirando al infinito, discursitos para animar a las masas en plan «Independence Day«, secuencias de humor que parecen escritas por becarios de primero de Guión (lo de los científicos no tiene nombre)… Una sucesión de los peores clichés del género que no se arreglan ni con el cameo de Ron Perlman. Lo que evidencia que en esta película lo que sobra, básicamente, son los humanos.
Cuando hicimos nuestro especial de blockbusters veraniegos pusimos «Pacific Rim» bien alto porque la esperábamos con ganas e ilusión. ¿Estará tan alto en nuestra valoración de las mejores películas / espectáculo que hemos visto durante estos meses? Posiblemente, no. Y no sólo porque sí hemos visto blockbusters que nos han sabido a gloria y que han sabido superar la barrera de la película palomitera (el caso más brillante ha sido el de «Star Trek: En La Oscuridad«), sino porque, como película en conjunto, no cumple las expectativas. Algunos dirán que no hay que esperar tanto de «este tipo» de filmes, a lo que siempre conviene recordar que, cuando te metes en el jardín de querer darle profundidad a unos personajes y a una trama que no lo necesita, incurres en el riesgo de dejarte en evidencia y poner en primer plano cuáles son tus puntos débiles. Guillermo del Toro sabe contar fábulas y construir mundos oníricos y sorprendentes, pero está claro que, cuando quiere dejar la fuerza en el guión (y en este caso es responsabilidad a medias con Travis Beacham), no sabe pillar el demonio por los cuernos y echar el freno cuando hace falta. Es verdad que «Pacific Rim«, por suerte, no es «Transformers» y es un blockbuster más que digno y eficiente pero, a veces, eso no es suficiente.