«Supercómic. Mutaciones de la novela gráfica contemporánea» puede y debe entenderse en dos direcciones diferentes aunque bastante cercanas. Por un lado, es evidente que este tomo compuesto por doce piezas coordinadas por Santiago García forma parte de los (sublimes) esfuerzos de la editorial Errata Naturae por producir libros que exploren en nuevos medios que suelen quedar fuera del punto de mira de los ensayos tradicionalmente considerados como serios, tal y como es el caso de la novela negra (en la «Guía de la Novela Negra» de Héctor Malverde), los videojuegos (algo que hicieron con el excelente «Extra Life«) o la televisión (a la que han dedicado tomos genéricos como «Teleshakespeare» o, más en concreto, a series como «Juego de Tronos«, «Los Soprano«, «The Wire» o «The Walking Dead«). Pero, a la vez, es imposible no considerar que el subtítulo de este tomo, «Mutaciones de la Novela Gráfica Contemporánea«, remite directamente a otro libro mítico que Errata Naturae tradujo al castellano precisamente: «Mutaciones del cine contemporáneo«. Son dos direcciones, como decía al principio, realmente cercanas la una de la otra… pero con ciertas deferencias.
Sea como sea, los logros de «Supercómic» son incontestables. Santiago García huye de la paja superflua y consigue que los autores convocados se esfuercen en alejarse de los lugares comunes de la viñeta (es decir: los polos opuestos que suponen por un lado la búsqueda desesperada de la aceptación académica por la vía del sopor técnico y el esnobismo retórico y, por el otro, la celebración del mundo freako en el que suelen moverse alegremente algunos de los fans más tradicionales de este medio). De hecho, si algo resulta fascinante en «Supercómic» es su capacidad para poner ante las narices del lector cuestiones que, hasta entonces, sea fan del cómic o no, es muy probable que le hayan pasado desapercibidas… Es el caso, por ejemplo, del ensayo de Raúl Minchinela («La imparable extensión de lo nimio«), donde se habla de una fructífera intertextualidad dentro del mundo del cómic que no sólo se retroalimenta a sí misma -en un ejercicio absoluto de referencialidades post-modernas-, sino que incluso tiende sus tentáculos ávidos hacia otras áreas narrativas como el cine o incluso la literatura clásica. En «La memoria gráfica y las sombras del pasado«, Daniel Ausente demuestra que la viñeta española ha sido especialmente hábil a la hora de utilizar y revivir la historia de nuestro país. Y palabras mayores resultan ser las aproximaciones respectivas de un magistral Pepo Pérez a la cara más política del cómic yanki (en su texto «Dioses y patria. Viñetas políticas en el cómic norteamericano conteporáneo«) y de un sagaz Fernando Castro Flórez a la ambigüedad moral y social en la que se mueve comunmente la figura del superhéroe (en el texto «<<… yo soy Pagliacci>>. [el (presunto) sacrificio superheroico y la «mentira» (fundadora) social]«).
También hay en «Supercómic» aproximaciones más tradicionales a temas y autores más concretos, sin tantas ramificaciones y corolarios como los mencionados anteriormente: es el caso de Ana Merino en «Love and Rockets o la cumbre de la ficción seriada«, David M. Ball en «Los fracasos de Chris Ware«, Jordi Costa en «Un Zoom para Shintaro Kago» e incluso las algo enciclopédicas «La autobiografía en el cómic. Una muy breve introducción a un tema muy extenso, visto desde una bicicleta en marcha» (de Eddie Campbell, autor de «Alec«) y «La escena del crimen. Nuevas aproximaciones al género negro norteamericano» (de Óscar Palmer). En el lado opuesto del espectro hay que considerar la sorprendente colaboración de Mireia Pérez y Max (un nuevo valor y un autor clásico) en «M+M«: un micro-cómic en el que establecen una conversación visual y teórica a la búsqueda de «la historia original» y que resulta sublime a la hora de hablar del cómic utilizando el propio cómic como herramienta (un retruécano con ecos evidentes de Scott McCloud).
En general, «Supercómic» acaba resultando un tomo vibrante, vivo y único: un campo de batalla ideal para que cualquier aficionado a la viñeta (un recién llegado puede que se sintiera abrumado por la propuesta) se lance directamente a pelear con conceptos avanzados. Si hubiera que ponerle algún pero, sin embargo, surgiría inevitable al mirar en la segunda dirección de las mentadas al principio de esta reseña: si todo lo mencionado hasta este momento se circunscribe perfectamente a la labor habitual de Errata Naturae en estos bretes, hay que reconocer que lo de «Mutaciones de la novela gráfica contemporánea» no acaba cuajando del todo. Comparar es inevitable: «Mutaciones del cine contemporáneo» es un tomo maravilloso por lo que tiene de naturalmente colaborativo (Jonathan Rosenbaum y Adrian Martin no coordinaron unos textos independientes unos de los otros, sino que simple y llanamente ordenaron la producción conjunta de una red cinéfila internacional que, desde hacía tiempo, se esforzaba de abrir nuevos forums donde debatir sobre el cine de los márgenes) y, sobre todo, por lo que tiene de contemporáneo (las temáticas de los textos se centraba estrictamente en cuestiones de las últimas décadas). «Supercómic«, por el contrario, actúa más como sucesión de ensayos que como sinfonía orquestada, además de que en ocasiones se centra más en el pasado del medio que en sus erupciones más reciente. Y, aun así, sería absurdo criticar un libro por lo que no es… «Supercómic» es un tomo magistral y necesario. Y, visto el alto nivel de todas y cada una de sus aportaciones, ¿quién no nos dice que en el futuro seguirán llegando publicaciones como esta que cada vez se acerquen a unas verdaderas «Mutaciones de la novela gráfica contemporánea«? Esto es sólo la semilla.