Pet Shop Boys nunca han sido uno de esos grupos «avanzados a su tiempo»: su eterna orfebrería de la nostalgia es algo incompatible con el carácter visionario de otras bandas históricas y presentes. Y, sin embargo, ahí están Neil Tennant y Chris Lowe, supervivientes natos con una carrera a la que no le queda tanto para cumplir treinta años de veteranía y en la que nunca han pretendido ajustar las tuercas del futuro ni revolucionar nada: en sus inicios, hurgaron en la nostalgia del electropop ochentero y consiguieron sublimarlo en su seminal «Behaviour» (EMI, 1990), mientras que más adelante se lanzaron contra la cultura del hedonismo dance noventero en joyas como «Very» (Capitol, 1993), el worldmusiquista (o algo así) «Bilingual» (Atlantic, 1996) o el muy de resaca de lo vivido durante la década «Nightlife» (Sire, 1999). Puede considerarse, entonces, que los 90 fue la década prodigiosa de Pet Shop Boys hasta que descolocaron a propios y extraños con «Yes» (Astralwerks, 2009), un álbum por el que hubieran matado muchas de las divas pop del nuevo siglo. Le siguió «Elysium» (Astralwerks, 2012), un delicado canto de cisne en el que muchos quisieron creer que estos dos dandys que ya superan los 50 años estaban entrando en una senectud melancólica… Obviando, evidentemente, que la melancolía fue precisamente el caldo de cultivo de «Behaviour«.
Sea como sea, a algún insensato se le ocurrió dejar una crítica a «Elysium» en iTunes en la que reclamaba, directamente, «more banging and lasers«. El mismo Neil Tennant admite que el comentario le hizo hervir la sangre… y ni un año después tenemos entre nosotros «Electric«. Si «Elysium» era un reboot de las emociones y los sonidos de «Behaviour«, ahora «Electric» bien podría entenderse como la síntesis absoluta de la parábola hedonista del triunvirato formado por «Very» (nacimiento), «Bilingual» (auge) y «Nightlife» (caída): el sueño del dance noventero puesto aquí y ahora, precisamente en un momento en el que el revival de estas sonoridades de los 90s se han convertido en el patio del recreo de unas bandas de niños que apenas llegan a los veinte años, como Disclosure o Bondax. Chavales que sólo han visto las raves originales en documentales y que, más que probablemente, no han probado más de siete tipos distintos de pastillas de MDMA en su (por ahora corta) existencia. No parece casual que el videoclip de «Vocal«, el segundo single extraído de «Electric«, esté protagonizado por imágenes de archivo de fiesteros desfasados en raves noventeras: la pieza transmite una alegría contagiosas, puro éxtasis hecho imágenes. De nuevo, puede que Pet Shop Boys tengan en su manga las cartas necesarias para articular el discurso que los críos quieren articular sin tener el background necesario.
«Electric» está repleto de «banging and lasers«. Tanto, que la primera escucha puede aturdir como un taser que te pilla desprevenido. Después de un disco de emociones tan sosegadas como «Elyisium«, ¿de dónde salen estos sonidos a veces rabiosos, siempre apremiantes? ¿De la rabia de Tennant ante el mencionado comentario? ¿De la producción de Stuart Price (responsable, entre muchos, de «Confessions on the Dancefloor» -Warner, 2005- de Madonna)? ¿O no será más bien que las ganas de fiesta desbocada nunca murió en los corazones de Pet Shop Boys, sino que sólo estaba aletargada? Queda claro que muchos de los temas de «Electric» remiten a clásicos de Tennant y Lowe: «Bolshy» coge las pretensiones de estilizada teatralidad de «Fundamental» (Rhino, 2006) y consigue un tema mucho más redondo que aquel álbum al completo; «Inside a Dream«, con sus campanillas sintéticas y su ritmo marcial, hace pensar en una «Domino Dancing» escrita en tiempos menos amables en los, que sin embargo, nunca hay que perder de vista la humanidad y el optimismo…
Y, sobre todo, tres temas brillan a la altura de lo mejor que hayan escrito Pet Shop Boys en toda su carrera. Por un lado, «Thursday» captura a la perfección el espectro emocional y musical de «Please» (EMI, 1986) y «Actually» (EMI, 1987), ese coolness urbano que va de «Suburbia» a «Shopping«, pero consigue traducirlo a un lenguaje actual en el que la aportación de Lowe (tan «Paninaro«) rivaliza en chulería con la del rapero Example. «The Last To Die«, por su parte, se circunscribe en la tradición del dúo de fagocitar canciones ajenas y convertirlas en algo totalmente identificable con Pet Shop Boys: lo hicieron con «You Were Always On My Mind«, lo hicieron con «Viva La Vida» y ahora es el turno de que «The Last to Die» de Bruce Springsteen se convierta en una hiperbalada de coros de alto voltage emocional. Y, por último, «Love Is A Burgeois Construct«, además de tener todas las papeletas para ser considerado el favorito de los (tali)fans, consigue poner en el mapa el sonido de «Very» sin que resulte bochornoso. ¿Se le ocurre a alguien qué otro grupo que no sea Pet Shop Boys puede permitirse hablar en una canción del amor como una construcción burguesa sin sonar a esnobismo ilustrado ochentero de resaca de los valores de la Nouvelle Vague?
Pero todas las referencias a la historia (a su propia historia) no son indicativo de que Pet Shop Boys hayan basado el discurso de «Electric» en el riesgo cero de darle caña a unas constantes que dominan desde hace décadas… Por el contrario, el doceavo álbum de Tennant y Lowe incorpora pildorazos sorprendentes como la apertura de «Axis» (que parte de un space disco muy popero deliberadamente hortera para ir subiéndole las revoluciones hasta convertirlo en un tema que bien podría haber sido facturado por alguna de las luminarias de la nueva -y muy estridente- electrónica estadounidense de masas), el interludio propuesto por «Fluorescent» (donde entrelazan sonoridades más duras con el aguamiel dulce y sensual que siempre han utilizado como base de sus cócteles) o la locura de «Shouting in the Evening» (¿un intento de EDM que será capaz de hacernos hablar de este género con un poquito más de respeto?). Tres ejemplos claros de que este dúo no vive de las rentas de tiempos pasados, sino que siguen partiéndose la espalda a la hora de labrar los campos de los sonidos más nuevos.
Nueve temas, todos con minutajes que suelen superar los cinco y los seis minutos (¿es esta la versión accesible de «Introspective» -EMI, 1998-?)… Y todos susceptibles de convertirse en clásicos de Pet Shop Boys. Si hay uno que resulte más preclaro que el resto, sin embargo, ese es «Vocal«. Puede que, como reza la penúltima portada de Les Inrockuptibles, el auge que el MDMA vive desde hace algunos años como droga heredera de la cocaína tenga bastante que ver con la propuesta musical de gente como los mismos Disclosure, tan dispuestos a explorar el sentir de gente que baila y ama en comunidad y que hizo de las raves noventeras algo único e irrepetible. Y, sin embargo, los que se han llevado la palma en este revival noventero (de música, de sensaciones, de química) han sido Pet Shop Boys con «Vocal«. La letra lo deja bien claro: «And everything about tonight feels right and so young / And anything I’d want to say out loud will be sung / It’s in the music / This is my kind of music/ They play it all night long / And the feeling of the ones around us all is so strong«. Si existen dos tipos que tengan derecho a un revival de los 90s, esos son precisamente Neil Tennant y Chris Lowe. Lo jodido es que esto no suena a pasado, sino a futuro. ¿Por fin se han convertido Pet Shop Boys en unos visionarios?