No hay nada en el mundo más aburrido que un purista, oigan. Y si ya hablamos de puristas musicales la cosa alcanza cotas de estupidez extrema. Porque que uno sea purista en arquitectura y defienda el arco de medio punto y los materiales clásicos, pues mira, oye, tampoco me parece tan mal. Pero esa gente que se abraza a géneros y a experiencias vividas como si el mundo terminara en el final de la punta de su nariz, pues cansa un poco. Qué queréis que os diga. Si tuviéramos que hacer caso a los puristas, todavía andaríamos en diligencias y nos comunicaríamos con señales de humo. Que si ya no se hacen discos como los de antes (claro que no), que si el rock ya no es lo que era (afortunadamente), que si el pop de ahora sólo es material reciclado (por supuesto, de eso se trata, ¿no?), que si ahora cerramos una publicación sobre electrónica porque total, la que se hace ahora es una mierda y nunca volverá a haber un «Homework» (Caroline, 1997)… Purista es igual a boring. Porque purismo significa inmovilidad, sectarismo y cerrrunería. Magnetic Man son una patada en las partes bajas de los puristas de cierto subgénero de la electrónica. Esos que dejan mensajes en foros cabreados hasta las uñas porque la gente dice que Joy Orbison hace dubstep. El resto de los mortales (o como mínimo muchos de ellos) se pregunta qué narices es eso del dubstep. Y por eso existe Magnetic Man. Para dejar que los niños se acerquen a él.
Por su impecable factura y su producción impoluta, cualquiera podría pensar que lo de Magnetic Man no es más que el paso de gigante de algún productor listillo que ha visto que el futuro está en los bajos. Pero ya nadie ignora que el mostrenco electrónico del año es la alianza intergaláctica de tres popes del género: Benga, Skream y Artwork, muy conocidos en el ámbito underground, y que han ido asomando la cabeza poco a poco hacia el mundo exterior. Lo que empezó siendo casi una broma ha acabado siendo uno de los proyectos más polémicos del año, porque los tres londinenses, kilómetro cero desde donde se esparce la mutación hacia el resto de Europa / el mundo, no han tenido ni vergüenza ni humildad ninguna en venderse como “the coolest pop act”. Sentencia que esconde un par de wtfs. El primero, que se consideren the coolest, y el segundo que sean un pop act. Luego aparecieron en portada de NME, sacaron un single, «I Need Air«, que escupía trance noventero por todas partes con Angela Hunte autotuneada hasta las cejas, que venía acompañado de un vídeo donde se veía perfectamente que la intención de estos tres es liarla y bien gorda en los directos, con un live que de impresionante hace que se te baje el M a los tobillos de golpe. Así que hay que celebrar Magnetic Man como lo que es: un experimento sin aparentes visos de continuación, un paréntesis en la carrera de sus componentes (como todo buen supergrupo que se precie) y, sobre todo, como el acercamiento de un género como el dubstep a las pistas y al público general. Porque sí, «Magnetic Man» (Columbia, 2010) es comercial, pinchable y bailable. Pero no pierde ni un ápice del riesgo y la oscuridad inherentes al género. En él hay bajos saturados, líneas sudorosas y grime por un tubo, pero también tiene melodías reconocibles (algunas incluso tarareables) y voces invitadas para la ocasión (Katy B, John Legend…) que acercan una música esquiva e individualista a la comunión fiestera.
La cosa empieza con «Flying to Tokio«, un tema instrumental como muy de banda sonora de «Ghost in the Shell«, enigmática y repetitiva, que invita a la excitación y la expectativa. La cosa se pone seria cuando «Fire» (con voz de Ms Dynamite) y «I Need Air» explotan en tus auriculares. Dos canciones que encierra todo el espíritu por el que existe Magnetic Man: homenaje y futuro, hechas a base de drum´n bass hipnótico la primera y espídico la segunda y trance hipnótico de toda la vida en ambas. Nada nuevo, pero tan efectivo… Sin duda los highlights del álbum y lo que ha provocado el divorcio con todos esos puristas que se esconden en las esquinas. No hay duda de que el punto de conciliación con las masas y de separación con los fans de ese underground del que, según ellos, no tendrían que escapar ni las cucarachas, son los temas donde las protagonistas son las colaboraciones. A Katy B, princesa del popstep desde ya, le regalan dos trallazos: «Perfect Stranger«, de factura muy pop, con un regusto a radiofórmula que oscila entre lo facilón y lo fascinante, y «Crossover«, más recia y dura y quizá más coherente en el conjunto. El cierre con esa «Getting Nowhere» concedida a John Legend alcanza cotas cuasi épicas: la rúbrica perfecta al manifiesto de estos tres productores… Esto es dubstep for the masses. Y, en medio, trallazos consistentes que garantizan que esto de broma, nada. «Mad» es totalmente insane, lo que le pones al vecino gilipoyas un domingo por la tarde; «Boiling Water» es un cántico drum´n bass que evoca los orígenes de todo; y «The Bug» tiene escrito en su ADN la palabra fiesta.
No sabemos hasta qué punto nos tocará ya las narices cuando, en el próximo especial de exteriores de discoteca de «Callejeros«, veamos a un gremlin bailar al son de «Anthemic«. Quizá entonces sí podamos decir que la cosa se les ha ido un poco de las manos. Pero, seamos honestos, en ese momento será el purista que habita en nosotros el que esté hablando, porque para Benga, Skream y Artwork será la prueba de que han conseguido lo que querían… Para bien y para mal.
Magnetic Man «Perfect Stranger.» from phil tidy on Vimeo.