Sufjan Stevens abre su nuevo disco con una frase que sabe a sangre en la boca: “It’s been a long long time since I memorized your face”. Sí, hace mucho, demasiado tiempo que memorizamos su cara y, sobre todo, su transparente capacidad para materializar complejas estructuras de cristal pop que crecían sobre sótanos fortalecidos con vigas de folk. Hace mucho tiempo que nos convenció de que, si existía alguien en el mundo capaz de llevar a buen puerto una aventura tan megalómana como la creación de un disco para cada uno de los estados de EEUU, ese sería él. Hace mucho que memorizamos su biografía como trashumante y aprendimos a buscar las resonancias de esa infancia pseudo-hippie en la imaginería de sus canciones… Hace menos, sin embargo, que nos sentimos algo decepcionados con las digresiones opacas de «The BQE» (Asthmatic Kitty, 2009) y, sobre todo, bastante indignados cuando declaró que era de locos que alguien creyera en algún momento que su intención de realizar álbumes para todos los EEUU fuera remotamente cierta. ¿Escapismo o justificación? Lo cierto es que, a estas alturas, y con «The Age of Adz» (Asthmatic Kitty / PopStock!, 2010) en nuestras manos, todo da igual. Porque por fin podemos decir que, aunque hace mucho tiempo que memorizamos su cara, Sufjan ha decidido volver. Eso sí: se impone aprenderse su nuevo rostro porque, como buen jugador, como buen artista, ha decidido dejar caer su máscara de alma preñada de poética clásica para dejar ver que, debajo, hay otro máscara radicalmente diferente pero esencialmente parecida. Con los rasgos tensados por la electricidad.
Se veía venir: hace un par de meses, cuando Sufjan lanzó «All Delighted People EP» sólo pilló por sorpresa a aquellos que no se dejaron deleitar el año pasado por las excelencias del tema «You Are The Blood» (incluído en la compilación «Dark Was The Night«), verdadero pistoletazo de salida para los cambios que culminan (¿realmente culminan? ¿o esto es el principio?) en «The Age of Adz«. A tenor de este álbum, mucho se está hablando de la vuelta de tuerca que el artista ha dado el género comunmente conocido como folktrónica… Pero lo cierto es que la escucha atenta de lo nuevo de Sufjan Stevens hace pensar en otro díptico al que nos costó adaptarnos hace algunos años y ante el que algunos todavía no han encontrado respuesta: ¿cuál es la diferencia entre el pop electrónico y el electropop? Porque no es lo mismo, por poner dos ejemplos, The Postal Service que Ladytron: mientras que los primeros se consideraron los padrinos de un pop electrónico cálido y amable a la par que bailable, los segundos ejemplifican a la perfección la vertiente más durilla sin abandonar las estructuras poperas que se le presupone al electropop. Esto nos lleva a otra comparación: ¿realmente es acertado meter en el mismo saco a Tunng y a este nuevo Sufjan? Porque los primeros, que siguen siendo los que mejor han sintetizado la ahora denostada folktrónica, poco tienen que ver con el nuevo ejercicio del segundo.
De hecho, lo que mejor define «The Age of Adz» es una voluntad hardcore de asimilar los patrones rítmicos de algunos estilos electrónicos poco amables en unas canciones que sigan siendo plenamente reconocibles como pop y folk… ¿No son los bombos de «Get Real Get Right» un peaje habitual en la bass music? ¿No bebe directamente «I Walked» de la hyperbalada electrificada de Björk? ¿»Bad Communication» y «Now That I’m Older» no son canciones ambient que substituyen lo digital por los coros de sirena y las brumas de arpa? ¿No parte «Vesuvius» de los glitches y la percusión de latido de cierta facción techno para acabar aterrizando en unas perturbadoras flautas que rompen la baraja y acaban por desenfocar el conjunto? Y, sobre todo, ¿no son «Too Much» y «I Want To Be Well» dos canciones que remiten a los ritmos sincopados del drum’n’bass? No en vano, «Too Much» es el segundo tema de «The Age of Adz«, encargándose de desbaratar los pelos de todos aquellos que creyeran que «Futile Devices«, apertura del álbum y puente con el corpus artístico anterior de Stevens, iba a marcar el tono de lo que viene después. Por su parte, la culminante y arrebatadora «I Want To Be Well» (una de esas canciones para perder la cabeza), en penúltima posición, cierra el círculo explorativo antes de que el opus de «Impossible Soul«, dividido en visibles suites unidas por un hilo de plata conceptual (algo que Stevens ya ha explorado anteriormente en este mismo trabajo con dos canciones que van seguidas en el tracklist: «Vesuvius» y «All For Myself«), cierre «The Age of Adz» con la sensación de estar ante la obra más grande y genuina de su autor.
No se puede negar, sin embargo, que ante semejante apertura y cierre, el disco describe una especie de valle en el que las brumas de la parte central tardan bastante en disiparse y revelar todo lo que hay debajo. Los que decidan hacer todo el viaje a pie, acabarán contemplando la belleza del conjunto. Los que prefieran sobrevolar el paisaje, puede que acaben pensando que la visita al valle es prescindible… Sea como sea, el baño de Sufjan Stevens en las inquietantes aguas de la imaginería de Royal Robertson (un gurú esquizoide de Louisiana que se auto-ungió como profeta y que, además de realizar la ilustración utilizada para la portada del álbum, se empeñó en crear toda una imaginería de extraterrestres y apocalipsis) se salda con un álbum deliciosamente megalómano y excesivo que nos hace pensar que ya no tiene sentido seguir hablando de folktrónica… Bienvenidos al advenimiento del electrofolk. Con todos sus matices definidos en un único disco.