Incluso para los habitantes de la Ciudad Condal, hay que reconocer que la Barceloneta nunca ha perdido el encanto… Pero sí que ha perdido, de alguna forma u otra, nuestra confianza. La mayor parte de los restaurantes que existen a día de hoy tanto en primera línea de playa como en el Puerto Olímpico parecen haberse lanzado a una carrera para engatusar a los turistas que pasan por allí y nunca vuelven, así que el nivel de calidad ha bajado alarmantemente incluso en algunos de los locales que, hasta hace bien poco, se consideraban infalibles. Por eso mismo hay que prestar mucha atención a Barraca, el nuevo local que llega a la Barceloneta (está situado ni más ni menos que en el número 1 del Passeig Marítim de la Barceloneta) avalado por la siempre visionaria gestión de Guido Weinberg (artífice del Wokimarket) y por la infalible aproximación a los fogones de Xavier Pellicer, quien tras capitanear las cocinas de Àbac y Can Fabes y conseguir dos estrellas Michelin, llega a este restaurante para llevar hasta el extremo su obsesión por la calidad de los ingredientes con los que trabaja.
Y es que el propio punto de partida de Barraca pasa por la recuperación del alma de la Barceloneta, de aquel espíritu de los merenderos a pie de playa que siguen habitando el imaginario de los barceloneses. Para conseguirlo, Studi D (interiorismo) y Lekuonastudio (dirección de arte) han cogido el local de dos plantas y lo han transformado en un espacio atemporal en el que el conviven los aromas del pasado (la supremacía de la madera como base, los amplios ventanales) con los toques actuales pero nunca «modernos» (la cocina abierta añade cercanía a la experiencia, y no hay que obviar toques de diseño tanto en la vajilla de materiales toscos como en los vasos de cristal antiguo y grueso pero en formas muy de ahora). A pie de calle, una terraza y una pequeña barra casual pueden ser los espacios ideales para un pica-pica rápido o como antesala de la experiencia total del Barraca, que supone subir hasta una primera planta con capacidad para 80 comensales (aproximadamente). En ambos espacios, el revestimiento de las paredes guiña el ojo sutilmente a las antiguas barracas del Somorrostro, que es el antiguo nombre de la barriada de este restaurante.
Todo lo dicho, sin embargo, se quedaría en agua de borrajas (o en espuma de mar) si no estuviera aderezado con una experiencia gastronómica de altura. Viniendo del chef Pellicer, sólo puede esperarse una cosa: un compromiso entregado y absoluto a las materias primas naturales y ecológicas, con un especial mimo por los productores locales y cercanos (por poner un ejemplo: el arroz bomba proviene del Parque Natural del Delta del Ebro, donde se cultiva siguiendo técnicas tradicionales). La carta está dividida en tres grandes secciones… Los imprescindibles aperitivos se ven coronados por los piscolabis habituales (berberechos de las rías gallegas al natural, mejillones en escabeche, etc.) que, en esta ocasión, desvelan sabores inusuales debido al alto nivel de calidad del producto; y, por si esto fuera poco, otros platos más elaborados se esfuerzan en llevar el tapeo playero un escalón más arriba: mejillones con tomate confitado y albahaca, gazpacho de sandía y tomate, berberechos al vapor de Fino, la icónica bomba Barraca… Las posibilidades son infinitas y, sobre todo, es en estos aperitivos donde mejor puede saborearse la calidad de la materia prima: en un plato como los berberechos al vapor, te lo juegas todo a la carta de la frescura. Y, en este caso, la carta de Barraca es ganadora.
Los platos fuertes se dividen en dos secciones en la carta de Barraca. Por un lado, las ensaladas vuelven a poner el acento sobre la calidad de sus ingredientes. Pero la verdadera fuerza del restaurante son, sin duda, sus arroces: la paella de arroz bomba con calamares, pescado de lonja, mejillones, rossellones y julivertada; el arroz con alcachofas, sepia y salchichas o el arroz con verduras ecológicas… El Barraca está trabajando con ahínco para convertirse en la mejor arrocería de la Barceloneta. Pero tampoco hay que pasar por alto otros platos como los suquets diversos o el pescado de lonja cocinado siempre con el toque de los fogones de Pellicer. Y eso por no contar los muy originales postres y la extensa carta de vinos. ¿El único «pero» que se le puede poner a Barraca? Que está cantado que, en menos que canta un gallo, las reservas van a circular con días (¿y semanas?) de espera. Eso, sin embargo, es el indicativo más claro de que, aunque muchos habíamos perdido la confianza en la gastronomía de la Barceloneta, estábamos deseando recuperarla.