Aquellos que estéis familiarizados con Savages, ya habréis oído y leído infinidad de paralelismos que intentan encasillar a la banda londinense en terrenos labrados por artistas de otra época: que si imitan las atmósferas góticas de Siouxsie And The Banshees, las líneas de bajo punkarra de Gang Of Four y las agitadas convulsiones de Joy Division, que si poseen la energía de Patti Smith y las pretensiones experimentales de Bauhaus… Y todas estas comparaciones son correctas, pero sería injusto menospreciar a estas cuatro chicas como meras imitadoras. Sería un grave error relegar su música al cajón de los pastiches desfasados, porque lo que hacen Savages es demasiado grande, demasiado fuerte como para mirar hacia otro lado.
Tiene ciertamente algo de ironía el hecho de que hayamos tardado dos meses en reseñar un disco que ha llegado con 30 años de retraso. Pero si “Silence Yourself” (Matador Records, 2013) comparte cabreos estilísticos con aquellas bandas del enfado post-punk, el mensaje que vibra detrás de sus gritos tiene un componente universal e imprescindible en los días que nos ha tocado vivir. Savages se lo toman tan a pecho, además, que lo colocan en forma de manifiesto en plena portada del disco, en un movimiento que recuerda, si bien de manera más limpia y razonable, a Richey Edwards de Manic Street Preachers rajándose en su brazo “4REAL” con una cuchilla de afeitar. El problema que tienen estas adorables llamadas a ser tomadas en serio, estos desesperados intentos de convencernos de que su importantísimo mensaje merece ser tenido en cuenta, es que el contenido no llegue a estar a la altura del continente y acabar pareciendo un pedante patético. Pero Savages, al igual que ya vimos este mismo año con The Knife, superan este reto con nota.
Como vivimos en Frivolandia y a casi nadie le importan un pepino las ideas más o menos profundas que cuestionen los valores de la sociedad de la que formamos parte, qué mejor forma de expresar estas ideas que a saco y a lo bestia. “Silence Yourself” comienza, tras una breve introducción, con una bofetada. Cuidado: si llevas peluca o peluquín, saldrá volando. Mediante tan solo una sencilla línea de bajo, un acorde de guitarra y una batería que se limita seguirles el paso, Savages ponen el nivel de electricidad en lo más alto desde los primeros compases. Es lo que tiene el punk bien hecho, que con cuatro cosas es capaz de sacudirte de la silla. Cada detalle parece meticulosamente planeado… En su página de facebook, proclaman: «Las canciones de Savages aspiran a recordarnos que los humanos no han evolucionado tanto, que la música todavía puede ir al grano, ser eficiente y excitante». Amén.
“Shut Up” es el tema que abre el disco y empieza a desarrollar la filosofía del cuarteto. Ya desde la portada, Savages nos piden que nos callemos, que pare el mundo, que cese este constante flujo de información banal, que nos concentremos en el silencio, en un intento de volver a conectar con el otro y con nosotros mismos. Y todo esto lo dicen de la forma menos silenciosa posible. “I Am Here” es un grito desesperado por reafirmar su existencia que acaba con uno de los finales más desgarradores que se recuerdan. “City’s Full” carga fieramente contra la superficialidad de la juventud y hace una llamada al amor auténtico y con arrugas alrededor de los ojos. Incluso cuando Savages bajan el tempo, el nivel de intensidad no varía. “Strife” y “Waiting for a Sign” mantienen la amenaza palpitante, la furia en ebullición que acaba desbordándose. En muchas ocasiones, el bajo de Ayse Hassan es el auténtico protagonista, llevando con firmeza el peso de cada canción; y, junto a Faye Milton a la batería, forma un combo rítmico devastador. Gemma Thompson a la guitarra es capaz de crear grandes atmósferas, además de riffs tan fantásticos como en “She Will”, pero son las palabras de Jehnny Beth las que nos ponen los pelos de punta: cuando repite “Husbands” sin cesar, cuando aulla “You have no face. You have no face. You. Have. No face!”, su vehemencia, su empeño, la convicción que muestra, estremecen.
Savages demandan tu atención, y lo consiguen. Hacía bastante tiempo que alguien no conseguía hacer llegar su mensaje con tanta fuerza, con tanta pasión. Qué más da si se parecen a mil bandas, o a un millón. Porque si el mundo necesitaba a Savages en 1980, ahora esa necesidad se hace más imperante que nunca.