De cuando en cuando, uno no puede evitar pensar que en el mundillo de la música estamos cada vez más faltos de un poco de humor a la hora de analizar todo aquello que ocurre a nuestro alrededor. No hay más que leer muchas de las crónicas del reciente Primavera Sound 2013 barcelonés para percatarse del imparable ascenso en nuestro país del rollo hater: dícese de aquel cuya actividad favorita reside en criticar, criticar y criticar, siempre tratando de ocultar todas esas buenas experiencias que se hayan podido vivir en un evento de tales características, cuyo fin último no debería ser otro que el disfrutar de la música. Pues bien, Crystal Fighters vienen a -nunca mejor dicho- pelear un poco contra todo esto. Y es que la sensación que uno experimenta al escuchar cualquier tema de los anglohispanos, más allá de preocuparse por cómo deberían sonar y qué dirá la prensa, es que su motivación última reside en el hecho de pasárselo lo mejor posible componiendo y tocando, conviertiendo sus conciertos en auténticas celebraciones de buenrollismo continuo.
Conste en acta, no obstante, que servidor tardó en entrar por el aro del sexteto, quizás inundado por ese ‘espíritu’ hater al que ya hemos hecho referencia, pues lo fácil era tacharlos de una banda más de indie pop juguetón que se nos trata de vender de las islas… Y es que han sido muchas. No fue hasta el FIB de 2011, cuando no se sabe muy bien si por la euforia etílica del momento o porque realmente cuajaron una real actuación, que comencé a prestarles un poco más de atención. Una decisión que, a juzgar por lo ocurrido en el último par de años, ha acabado resultando de lo más acertada, pues no sólo han aprovechado para lanzar una cantidad ingente de notables remixes a cargo de la flor y nada de la escena dub británica, sino que además han tenido tiempo para grabar un notable segundo trabajo: «Cave Rave» (Atlantic, 2013). ¡Y menudo álbum!
No cabe en este caso todo aquello de ‘es un disco que necesita tiempo’, ‘no entrará con las primeras escuchas’ o demás tópicos del periodismo músical. «Cave Rave» lo componen diez temas que van dirigidos, directamente y sin concesiones, a cualquiera que sea la parte de nuestro cuerpo que nos invita a bailar: diez canciones de puro pop en su más amplia definición con el único propósito de alegrar nuestros días (y noches). Algo que para los más adelantados ya quedó patente con un par de singles que venían a constatar las buenas formas del sexteto y que, además, sirvieron para introducir un segundo trabajo que, a decir verdad, no anda muy lejos del punto en el que lo dejaron con su debut, «Star of Love» (Atlantic, 2010). Si bien es cierto que, de buenas a primeras, uno podría quedar enganchado a esa continuación natural que «You & I» es de su primer hit, «Plage«, aquí hay espacio para un arsenal tremendo de píldoras de baile hiperactivo: sirvan «LA Calling«, la más bassy «Separator«, «No Man» o «Are we One» para corroborarlo. Dicho lo cual, cabe puntualizar que la jugada también les sale redonda cuando bajan algunas revoluciones y despachan temas como (la ¿por momentos ochentera?) «Bridge of Bones» o la final «Everywhere«.
Y es que no se necesitan más que un par de vueltas a este intenso «Cave Rave» para darse cuenta de que nos encontramos ante una de las bandas sonoras para este verano ya tan cercano. Obviamente, todo tiene los peros que uno le quiera buscar, pero más allá de una entendible falta de innovación y de riesgo (para qué tocar algo que te funciona tan bien, pensamos), este segundo álbum de los londinenses cumple a las mil maravillas con su cometido de compendio de cortes destinados única y exclusivamente a transmitir esas ansiadas ‘good vibes’ al oyente. Un gran acierto.